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Un papa rodeado por lobos

La posibilidad de que Benedicto XVI renuncie en su cumpleaños 85, el próximo 16 de abril, ha desatado fieras luchas en el seno de la Iglesia católica. Solo él y Dios saben qué pasará.

Pablo Ordaz, especial de El País / Roma
21 de febrero de 2012 - 10:53 p. m.

Cuentan que a Juan Pablo II le preguntaron en cierta ocasión: “Su Santidad, ¿cuánta gente trabaja en el Vaticano?”. A lo que el polaco Karol Wojtyla, papa entre 1978 y 2005, contestó con ironía: “Más o menos, la mitad...”. Ahora ya sabemos —siguiendo una broma que en realidad no lo era ni lo es tanto— a qué se dedica la otra mitad. De unas semanas a esta parte, el Vaticano vive conmocionado por una serie de filtraciones de documentos secretos que han llevado al portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, a admitir que la Iglesia está sufriendo por su particular Vatileaks.

La publicación de una denuncia interna sobre corrupción y de un extraño complot para matar a Benedicto XVI deja al descubierto las descarnadas luchas de poder ante la posible inminencia del fin de este papado. Aunque representante de Dios en la Tierra, Joseph Ratzinger es en realidad un hombre enfermo a punto de cumplir 85 años. En expresión de L’Osservatore Romano, “un pastor rodeado por lobos”.

Los lobos, aunque se vistan de púrpura, se excitan con la sangre. Y el pastor Ratzinger ya avisó hace dos años —en una entrevista de Peter Seewald convertida en libro— que “cuando un papa alcanza la clara conciencia de no estar bien física y espiritualmente para llevar adelante el encargo confiado, entonces tiene el derecho y en algunas circunstancias también el deber de dimitir”. ¿Piensa Benedicto XVI dar un paso atrás coincidiendo con su 85º cumpleaños —el 16 de abril— o con el séptimo aniversario de su papado —tres días después—?

Tal vez sólo él y Dios lo sepan, pero lo que sí parece estar muy claro es que, ante tal posibilidad, los candidatos a sucederlo se han puesto a luchar como hombres por un puesto divino. Y, por afinar un poco más, como hombres italianos. Tanto los apellidos que ilustran esta historia de intrigas y golpes bajos como las armas elegidas para el duelo son puramente locales. Hay además una razón de peso. La silla de Pedro ha estado ocupada por un extranjero desde 1978. ¿No es hora ya de que el Espíritu Santo vuelva su mirada hacia un cardenal italiano en la próxima reunión de la Capilla Sixtina?

La lucha de poder en el seno de la Iglesia se está dirimiendo —de forma inédita y dolorosa para muchos verdaderos hombres de fe— en las páginas de los periódicos. Como si se tratara de la última filtración sobre los zafios escándalos de Silvio Berlusconi.

El primer golpe llegó con la divulgación, a través de un programa de televisión, de una carta del arzobispo Carlo Maria Viganò, actual nuncio en Estados Unidos, en la que le contaba al Papa diversos casos de corrupción dentro del Vaticano y le pedía no ser removido de su cargo como secretario general del Governatorato —el departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos—. Viganò, sin embargo, fue enviado lejos de Roma.

La segunda filtración destapaba un supuesto complot para matar al Pontífice. El periódico Il Fatto Quotidiano publicó una carta muy reciente enviada a Benedicto XVI por el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos en la que éste le contaba que el cardenal italiano Paolo Romeo, arzobispo de Palermo (Sicilia), había realizado un viaje a China durante el cual habría comentado: “El Papa morirá en 12 meses”. Pero no sólo eso. Según la carta del obispo colombiano, escrita en alemán y bajo el sello de “estrictamente confidencial”, el arzobispo de Palermo se había despachado a gusto en China contando supuestos secretos del Vaticano, como que el Papa y su número dos, Tarcisio Bertone, se llevan a matar y que Benedicto XVI estaría dejando todo atado, y bien atado, para que su sucesor al frente de la Iglesia fuera el actual arzobispo de Milán, el cardenal Angelo Scola.

¿Qué hay de verdad y de mentira en tales confidencias que ven la luz ahora? Tal vez nada a partes iguales. Quizás lo único cierto es que un sector de la curia vaticana, la casta de diplomáticos pontificios, considera que el actual papa ha ido demasiado lejos al promover la transparencia en los dineros de la Iglesia y al cortar de un tajo la permisividad con los abusos a menores.

Demasiado lejos y demasiado rápido para quien, a fin de cuentas, es un alemán de 85 años, enfermo y solo, perdido en un laberinto ajeno de intrigas y golpes bajos. Durante 26 años reinó sobre el Vaticano un papa polaco, experto en relaciones públicas. Desde hace siete, un introvertido papa alemán. Da la impresión de que Italia ha iniciado la reconquista de la silla de Pedro.

Por Pablo Ordaz, especial de El País / Roma

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