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Un tsunami llamado 'Bibi'

Israel se sacude antes de que Palestina solicite ser Estado miembro de la ONU.

Lluis Bassets
19 de septiembre de 2011 - 10:07 p. m.

Aseguran quienes han vivido un tsunami que poco antes de que el mar se levante se produce un extraño silencio, fruto del silencio de los pájaros que ya han huido del escenario de la catástrofe inminente. No es el caso del tsunami diplomático que va a sufrir Israel este mes de septiembre, según anunció de forma muy temprana su ministro de Defensa, Ehud Barak, hace casi medio año. Cuando quedan apenas cuatro días para la fecha en que se prevé el golpe de mar, se multiplican los signos de su llegada dentro de Israel, en los territorios ocupados, en sus fronteras y en la escena internacional.

En las calles de las ciudades israelíes se movilizan sus indignados, ajenos al conflicto palestino, pero disconformes con un Estado que dedica mucho a la ocupación de Cisjordania y la seguridad y cada vez menos al bienestar y a la solidaridad. En Cisjordania los colonos se arman y preparan con la ayuda del Ejército para la eventualidad de una tercera Intifada, que sus enemigos palestinos desean pacífica, pero ellos ven como el episodio central de una guerra de civilizaciones.

En la frontera con Egipto crece la inseguridad y se producen atentados e incidentes armados por primera vez desde los acuerdos de paz de 1979, hasta situar las relaciones entre ambos países al borde de la retirada de embajadores.

En el ancho mundo se tensan las relaciones con antiguos aliados como Turquía, que rebaja las relaciones comerciales, expulsa diplomáticos y anuncia mayor vigilancia marítima en las proximidades de la costa israelí, mientras sigue tejiéndose cada vez más espesa la coalición internacional en favor del reconocimiento de Palestina como miembro de Naciones Unidas.

El tsunami anunciado por Barak llegará con la votación en Nueva York, en la Asamblea General de la ONU, en la que se prevé que como mínimo 140 estados apoyen el reconocimiento de Palestina, que marcará el punto más bajo en la historia diplomática de Israel.

Es evidente que su advertencia sobre “la parálisis, la retórica y la inacción (que) profundizarán el aislamiento de Israel” ha caído en saco roto. Nada de lo que ha hecho el Gobierno al que pertenece Barak y que encabeza Benjamin Netanyahu ha servido para mejorar la posición de Israel en la escena internacional, sino al contrario. La primavera árabe aportó un aire fresco que Netanyahu no aprovechó: nadie quemaba banderas israelíes en las calles árabes donde había protestas, algo que está cambiando ahora, con la aparición de unas opiniones públicas democráticas que se expresan con la libertad y la desenvoltura que las dictaduras constreñían.

Israel no aprovechó las tres décadas transcurridas desde los acuerdos de Camp David con Egipto y las casi dos desde la Conferencia de Madrid y los posteriores Acuerdos de Oslo para resolver el conflicto con los palestinos. Tampoco ha aprovechado la llegada de Obama a la Casa Blanca y su apertura hacia el mundo árabe y musulmán. Y menos aún estos meses de revueltas árabes, en los que ha quedado claro que los ciudadanos de estos países no se conforman con ser gobernados por dictadores ladrones y corruptos, aliados de Washington e Israel, que aseguraban la estabilidad y la seguridad de la zona y utilizaban el conflicto palestino como válvula de escape. Si hasta ahora se pudo hacer la paz con los autócratas, ahora hay que hacerla con las sociedades, algo más difícil y exigente en capacidad de convicción.

Barak advirtió sobre el peligro del tsunami porque creía que todavía podía evitarse. La fórmula no sería muy distinta de la que estuvo a punto de alumbrar con Arafat y Clinton en 2000, cuando era primer ministro. Los dos Estados, las fronteras de 1967 y Jerusalén como doble capital israelí y palestina. No lo ve así Netanyahu, que quiere seguir ganando tiempo, aun a costa de un mayor aislamiento e incluso de un nuevo conflicto, sin paralizar la construcción de colonias sobre territorio palestino. El eslogan que quiere imponer ante la votación en la ONU es que la petición de Palestina es unilateral y deslegitima a Israel. La Autoridad Palestina asegura, en cambio, que es el nuevo camino para sentarse a negociar seriamente, ya de igual a igual, la fórmula de los dos Estados en paz.

El tsunami va a debilitar a Obama, obligado a utilizar el derecho de veto, y a los europeos, que se dividirán ante el voto en Naciones Unidas. Antes del tsunami, Israel ya ha perdido aliados y amigos por todos lados, incluyendo el bando palestino, donde es imposible que encuentre un socio mejor que Mahmud Abbas. Lo único que puede evitarlo es regresar a la negociación. Y lo único que puede reparar sus efectos también es el regreso a las conversaciones de paz. Pero ambas cosas son imposibles con este primer ministro al frente de Israel. Bibi Netanyahu es el nombre que tiene este tsunami.

Solicitan que Colombia vote a favor

En una carta enviada ayer al presidente Juan Manuel Santos, un grupo de 15 internacionalistas y académicos pidieron que Colombia votara a favor de la creación de un Estado palestino. En la misiva aseguran que votar a favor sería consecuente con la tradición de la política exterior colombiana, que desde 1947-1948, cuando se debatió en la ONU la partición de la antigua Palestina para dar cabida al Estado de Israel, Colombia intentó balancear intereses de ambas partes. “El representante colombiano ante la ONU, el expresidente Alfonso López Pumarejo promovió un “arreglo transaccional” para así “encontrar más aceptación de los judíos y de los árabes”, y lograr “una decisión madura y responsable”. Además, cuando se votó la partición, Colombia se abstuvo y manifestó la necesidad de encontrar una solución a los deseos y requerimientos de los palestinos “propuso, con audacia para la época, la internacionalización de Jerusalén”.

Por Lluis Bassets

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