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Venezuela, dos años después

Tras la Cumbre de las Américas, el heredero de Hugo Chávez anunció que en los próximos días se podría abrir el diálogo con Washington.

Redacción Internacional
14 de abril de 2015 - 01:52 a. m.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, no ha logrado consolidar su gobierno dos años después de ganar las elecciones por un estrecho margen. / EFE
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, no ha logrado consolidar su gobierno dos años después de ganar las elecciones por un estrecho margen. / EFE

Al parecer las confrontaciones con Estados Unidos ya no dan réditos políticos en Venezuela. En tiempos de Hugo Chávez, mandar “al gringo pal carajo” resultaba ser una acción audaz que le daba oxígeno al Gobierno y disparaba el respaldo popular. Pero luego de su muerte, el 5 de marzo de 2013, Venezuela es otra. Desde que el entonces vicepresidente y luego presidente encargado, Nicolás Maduro, ganó las elecciones hace dos años, el país ha sufrido un cambio. Hoy lidia con una mezcla de crisis económica, desabastecimiento y polarización política.

Datos de la prensa venezolana señalan que el 48% de los ciudadanos se identifican hoy como opositores, mientras que sólo el 39% sigue siendo chavista. El número de indecisos crece: se ubican en 13%, la mayoría son chavistas decepcionados que después de la tristeza por la muerte de su líder pasaron a la inconformidad con su sucesor.

Maduro ganó la Presidencia el 14 de abril de 2013, con el 50,66% de los votos, según lo anunció el Consejo Nacional Electoral, apenas unos puntos por encima de su rival, el líder opositor Henrique Capriles, y hasta ahora no ha logrado consolidar su propia legitimidad. Una encuesta revelada en enero de este año por la consultora Datanálisis revela que el presidente apenas tiene el 22% del respaldo popular en momentos en que su gobierno enfrenta una recesión, alta inflación y precios del petróleo en niveles mínimos.

Los venezolanos están preocupados porque difícilmente encuentran productos básicos, por los altos precios, por la inseguridad y por la crispación social. Quizás fue eso lo que echó por tierra el intento de Maduro de capitalizar el decreto emitido por Barack Obama en el que declara a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos e impone sanciones a siete funcionarios. Aunque Maduro asegura haber recogido más de diez millones de firmas para exigirle al gobierno estadounidense que derogue el decreto, lo cierto es que en la Cumbre de las Américas el tono de Maduro fue otro.

“Corría el riesgo de quedar aislado en su reclamo, pues aunque muchos países latinoamericanos critican el decreto, todos le apuestan al diálogo y por eso no respaldaron la inclusión de este reclamo en la declaración final de la cita en Panamá”, explicó Orlando Medina, analista venezolano.

Con estas cifras a cuestas (pobreza de 32,1%, 7 puntos más en dos años, según la Cepal; el precio del crudo, que 24 meses atrás alcanzaba los US$102, rondando los US$50, y PIB de -4%, cuando en épocas de Chávez era de 5,6%) y un rechazo creciente a nivel internacional por la encarcelación de su rivales políticos, Maduro no tuvo otra opción que moderar su retórica incendiaria e incluso invitó al diálogo a su par estadounidense. “Le tiendo mi mano”, le dijo el venezolano a Obama durante la VII Cumbre de las Américas en Panamá.

Maduro ya había reconocido los difíciles momentos por los que atraviesa el país. Lo hizo a finales del año pasado, cuando admitió en un discurso público que Venezuela vivió un 2014 “difícil” en el campo económico, principalmente por la abrupta caída del precio del petróleo y otros factores, y por esa razón anunció un plan de recuperación financiera que comprendía un nuevo sistema de control bancario, mayor inversión social y recortes del gasto público. Entonces, el Banco Central de Venezuela informaba que la economía entraba en recesión y que la inflación era de 63,3%. Asimismo reportó que el PIB había caído por tres trimestres consecutivos: 4,8% el primero, 4,9% el segundo y 2,3% el tercero.

Semanas después el presidente denunciaba una guerra económica y un golpe de Estado, según él gestado desde Bogotá, Miami y Madrid. El 19 de febrero, casi un año después de detener a otra figura de la oposición, Leopoldo López, detuvo al alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, por supuestamente hacer parte del plan.

Hoy el presidente celebrará su triunfo de hace dos años en medio de anuncios de un posible diálogo con el principal enemigo del norte, al que, dice Maduro, le impuso cuatro condiciones para iniciar conversaciones: que “se corrija y rectifique el error de origen del decreto en contra de Venezuela, derogar el decreto por la vía democrática y política, desmontar la maquinaria de guerra de la Embajada de EE.UU. en Venezuela y tomar medidas legales en contra de la conspiración que se ejecuta en Miami”. La Casa Blanca no ha respondido todavía.

Henrique Capriles aseguró que el proyecto del ya fallecido presidente Hugo Chávez, continuado por Maduro, “se vendió como una alternativa de cambio, pero sólo ha dejado miseria y frustración”, y pidió a los electores no apoyar al oficialismo en las elecciones que a fines de este año renovarán la unicameral Asamblea Nacional.

Por Redacción Internacional

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