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El hombre que quiso ser Yayita

Se estima que en los últimos meses han fallecido 20 personas en todo el país por consecuencias derivadas de la aplicación de biopolímeros, una sustancia que permite aumentar el volumen en zonas como senos, cara, glúteos y pectorales principalmente. La última víctima, un hombre.

Norbey Quevedo H.
09 de abril de 2015 - 02:16 p. m.
El hombre que quiso ser Yayita

Se consigue en muchas droguerías del país y solo cuesta $30.000 cada frasco. Se pide como gel hidratante para masaje corporal. Tiene registro sanitario del Invima y es fabricado por varios laboratorios. Se trata de los biopolímeros, el producto, que pese a las advertencias de los médicos, se sigue consolidando como una aparente solución económica para mejorar la apariencia y resaltar el volumen de zonas del cuerpo que generan sensualidad pero que están llevando a la muerte a muchos colombianos.

La tragedia más reciente fue la de Ricardo Andrés Plazas Lara, un joven de 24 años que falleció en la madrugada del domingo de Resurrección en el hospital San Juan de Dios de Armenia por fallas cardiorespiratorias. El paciente había ingresado la noche del lunes santo en grave estado de salud por una aparente complicación generada por un procedimiento estético.

Plazas Lara era un inconforme con su aspecto. No estaba satisfecho con el tamaño de algunas partes de su cuerpo. Era altamente influenciable a los consejos de sus amigos. Por eso, inicialmente, aceptó las sugerencias de algunos conocidos para que, aparentemente, de forma económica y eficiente, moldeara su figura. Primero lo hizo con sus senos, el procedimiento lo había efectuado varias veces. Casi se había vuelto una especie de empírico cirujano. Su referente visual, era Yayita, personaje de la tira cómica Condorito de voluptuosa apariencia.

Pensaba que el procedimiento era sencillo, pero doloroso. Dicen algunos conocidos que a veces se aplicaba la sustancia o buscaba alguien que le colaborara. Él y sus amigos ya parecían expertos y confiaban en su habilidad. La mecánica parecía que funciona bien. Revisar su cuerpo, identificar que parte necesitaba más volumen, adquirir los biopolímeros en una farmacia cercana, como tantas en donde no hay ninguna restricción y aplicar la sustancia con una jeringa en la parte deseada.

Esta vez Ricardo Andrés Plazas Lara estaba inconforme con el tamaño de sus glúteos. Siempre aceptó los consejos de algunos compañeros de trabajo y últimamente de un grupo de travestis con el que compartía experiencias. A Ricardo Andrés le decían “la linda”, relató su madre Judy Plazas. Por eso, atendiendo las sugerencias de sus amigos, la dosis en esta ocasión fue generosa.

El procedimiento fue el de siempre. Sin embargo, a los pocos días se empezó a sentir mal. El sábado en la tarde se comunicó con su madre y le manifestó que se iba para el Hospital San Juan de Dios de Armenia porque creía que los biopolímeros habían migrado hacia sus pulmones y por eso tenía dificultad para respirar. A las pocas horas y ante su grave estado de salud los facultativos del centro asistencial lo remitieron a la unidad de cuidados intensivos en donde luego de dos días y medio falleció.

Ricardo Andrés Plazas Lara había nacido en Mosquera (Cundinamarca). Casi desde niño salió de ese municipio porque no soportó el bullyng (acoso) de algunos familiares, conocidos o simples habitantes de la localidad que siempre se resistieron a aceptar su condición de homosexual.

Por eso cumplió su mayoría de edad en el municipio de Cartago (Valle) en donde encontró un entorno más amigable. No obstante, algunas malas compañías y su frágil carácter lo llevaron por el camino equivocado.

Un día sin mucho dinero en el bolsillo y con necesidades apremiantes decidió delinquir. En pleno centro de Cartago y casi a plena luz del día asaltó a un transeúnte. Según reportes de la Policía local hurtó algunas pertenencias de su víctima, entre ellas su teléfono celular. Fue capturado en flagrancia y enviado a prisión.

A los pocos días la justicia hizo lo suyo. Un juez de la República lo condenó a 48 meses de prisión y lo envío a pagar su pena a la cárcel Las Mercedes del municipio de Cartago. Allí tuvo buen comportamiento, intentó resocializarse y le cumplió a la justicia.

El mes pasado salió de prisión. No tenía mucho que hacer. Su capital era un grupo de amigos de su comunidad, algunos familiares en el Eje Cafetero , dotes para el baile y su ilusión de ser artista. Por eso libre y con ganas de rehacer su vida viajó a Armenia con la ilusión de trabajar en shows artísticos en establecimientos nocturnos de la capital del Quindío. Por eso, tal vez, su necesidad de tener un cuerpo voluptuoso y armónico para su público y la posibilidad de atender las sugerencias de sus amigos que le insistieron en que era necesario aumentar el tamaño de sus glúteos, con el fatal resultado.

Al caso de Ricardo Andrés Plazas Lara se suman otros que hacen considerar que el tema de la aplicación de biopolímeros asociada a muertes directas es un asunto de salud pública. El médico cirujano Julio Alberto Zuleta Mora señaló al diario La Crónica del Quindío que sólo en ese departamento se han registrado en el último tiempo más de 15 casos de muertes directas. “Actualmente los casos de mortalidad con esa sustancia, en vez de disminuir, han aumentado. Puede haber muchos más que no se conocen, porque a la gente le da vergüenza o se siente culpable, entonces no lo dice y llegan a urgencias y el médico se confunde porque no quieren contar lo que pasó.

Sin embargo, el caso de las muertes por la aplicación de biopolímeros también pasa por lo económico. Según cifras de asociaciones médicas mientras que procedimientos para el aumento de glúteos en una cirugía convencional puede tener un costo entre 4 y 8 millones de pesos, o a través de la aplicación de ácido hialurónico puede valer hasta 80 millones de pesos, el procedimiento con biopolímeros, es de venta libre, de aparente fácil aplicación y cuyos costos oscilan entre uno y dos millones de pesos, un hecho que explicaría que su auge no cesa en el país.

Esta vez fue el caso del joven Plazas Lara. Hace varios meses, sin consecuencias mortales, pero con efectos para su rostro lo padeció la reconocida modelo Natalia Paris. La muerte también tocó las puertas de Juan Diego Gaviria Ocampo en Cali, el pasado 19 de febrero de 2014. Lo mismo le pasó a “María” otra mujer de 30 años que murió en el hospital Universitario del Valle. Leandra Martínez de 28 años lo padeció dejando huérfanos a dos hijos de 10 y 7 años, solo para citar unos casos. La modalidad se extiende al Eje Cafetero, Antioquia, Cauca, la Costa Atlántica y Bogotá.

Otro caso mortal de biopolímeros que causó conmoción fue el de la actriz y modelo caleña Sandra Viviana Brand Bedoya, de 30 años. La artista falleció en abril de 2013 a causa de complicaciones ocasionadas por una cirugía estética practicada en una clínica del sur de Bogotá para aumentar el tamaño de sus glúteos. A la actriz le habrían inyectado biopolímeros y esto le pudo generar varias complicaciones por lo que tuvo que ser trasladada al Hospital Simón Bolívar de Bogotá, donde su estado de salud empeoró con el paso de las horas, hasta que falleció. (Lea: Fiscalía investigará muerte de actriz caleña que se practicó cirugía estética)

La “epidemia” de los biopolímeros es internacional, en Venezuela hay el registro de las autoridades sanitarias del vecino país que da cuenta de un largo listado de 27 victimas mortales desde 2009 hasta febrero de 2015. Incluso hay una campaña pública denominada “No a los biopolímeros”.

Las muertes por aplicación de biopolímeros crecen. No hay regulación al respecto. Los productores de la sustancia son anónimos y siguen haciendo su agosto. Supuestos centros de estética lo ofrecen sin restricción. Hombres y mujeres siguen creyendo que son la panacea para tener el cuerpo perfecto mientras que el Ministerio de Salud parece que mira el tema como un asunto menor. 

Por Norbey Quevedo H.

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