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La marihuana medicinal toma vuelo

A las puertas de que quede reglamentado el decreto del cannabis medicinal y se apruebe una ley, los lobistas extranjeros y colombianos ya están listos para el negocio. 86 empresas y personas ya preguntan en el Minsalud.

Norbey Quevedo Hernández
17 de abril de 2016 - 02:00 a. m.

El pasado viernes 8 de abril, a instancias del Consejo Nacional de Estupefacientes, quedaron listas las tres primeras resoluciones para reglamentar el sistema de posesión de semillas, cultivo, fabricación y producción de derivados de cannabis para uso medicinal. Esta semana fue aprobada en tercer debate el proyecto de ley que busca fines similares respecto a la marihuana. Una y otra iniciativa, de origen gubernamental y parlamentario, demuestran como Colombia está a las puertas de emprender una nueva historia para esta planta prohibida.

Las tres resoluciones serán oficializadas esta semana y definen los protocolos de seguridad, las diferencias entre grandes y pequeños productores y cultivadores, las exigencias de responsabilidad social y los requisitos que deben cumplir quienes quieran entrar a la industria de la marihuana medicinal. El objetivo es que en la primera semana de mayo quede concluida la reglamentación y que, antes de concluir el primer semestre de 2016, si no hay dificultades jurídicas u operativas, se puedan otorgar las primeras licencias.

A su vez, en el trámite del proyecto de ley de autoría del senador Juan Manuel Galán se aspira a que en dos semanas entre a su último debate en plenaria de la Cámara y que pase a sanción presidencial por la misma época en que estén listas las primeras licencias. En ese momento, el ejecutivo deberá tener en cuenta algunos aspectos no contemplados en el decreto pero sí desarrollados en la ley. Entre ellos, el cobro por los servicios de evaluación y seguimiento a los titulares de las licencias para el uso de la marihuana medicinal.

De igual modo, la ley busca establecer un sistema de tasas y contribuciones que no pueden crearse por decreto, así como un método de cálculo de tarifas en aspectos puntuales de esta nueva industria. Al margen de otros aspectos como la reglamentación en el caso de que los pacientes sean menores de edad o los avances hacia un programa nacional de prevención, una faceta de la ley promete debate: mientras la ley plantea una reingeniería institucional, el decreto otorga las principales funciones al Consejo Nacional de Estupefacientes.

Más allá de las diferencias entre los alcances del decreto y la ley, lo cierto es que ya están encendidas las alarmas entre laboratorios, casas productoras, organizaciones campesinas e indígenas o inversionistas nacionales y extranjeros para quedarse con el atractivo negocio. Por el lado del Ministerio de Salud, se sabe que han llegado 86 derechos de petición de distintas personas y empresas preguntando por la forma de sacar licencia o porque quieren conocer los detalles de la reglamentación para sumarse al lucrativo negocio.

En los círculos del Congreso no han faltado los habituales lobistas que ayudan a pedalear los proyectos del ley. Una fuente le comentó a El Espectador que en los pasillos se ha visto a ciudadanos canadienses, a voceros de las empresas New Colombian Resources o Live Well Pharmaceuticals y, por supuesto, a colombianos que están a la expectativa de que la marihuana medicinal sea una realidad. Una empresa israelí formalmente ya les dio poder a varios abogados para que la representen, se formalice la compañía y se acuerden los porcentajes de participación en el negocio.

Y es que ahí está la nuez del dilema que se acerca. ¿Quien va a quedarse con la industria de la marihuana medicinal? La duda está centrada en establecer si será un negocio colombiano o van a entrar los grandes laboratorios al mercado. Lo único claro es que por ahora, al menos la reglamentación apunta en ese sentido, será expresamente prohibida la exportación de las cosechas. Sin embargo, será inevitable el capital extranjero o la asesoría en temas como apoyo tecnológico o agroindustrial. Es una industria en ciernes que requiere expertos.

También hay aspectos del mercado y hasta del medio ambiente que van a ser cruciales cuando la marihuana medicinal sea una realidad. Por ejemplo, por las condiciones geográficas de Colombia, ubicada en la franja ecuatorial, se pueden producir hasta cuatro cosechas al año, privilegio que no tienen otras naciones. Por ahora, por lo menos en doce países ya existe, aunque precariamente, esta industria. En Estados Unidos, aunque en 23 de sus 50 estados ya está legalizado el uso medicinal del cannabis, la producción no es todavía un gran negocio.

Y sucede por un aspecto que debe tenerse en cuenta en Colombia, donde los líos jurídicos están a la orden del día. En muchos estados de Estados Unidos existe una legislación que se cruza con las normas federales, lo cual no ha permitido un esquema homogéneo para esta industria. En el país no existe este cruce de sistemas, pero a la vista puede haber criterios encontrados entre los decretos y las leyes que, de no superarse, pueden entrabar una actividad que más allá del negocio puede resultar muy importante para la medicina.

De igual modo, no van a faltar los tropiezos judiciales. De hecho, ya el decreto 2467 de 2015, que el pasado diciembre echó a andar el tema con el respaldo de los ministros de Salud, Alejandro Gaviria; Agricultura, Aurelio Iragorri, y Justicia, Yesid Reyes, fue demandado por nulidad ante el Consejo de Estado. Lo hizo el concejal de Bogotá Marco Fidel Ramírez, argumentando extralimitación de funciones por parte del Gobierno. Con toda seguridad no faltarán las demandas contra la ley ante la Corte Constitucional, una vez sea aprobada.

Al margen de estas peleas de siempre, estudios internacionales y ensayos clínicos publicados en la última década a nivel mundial señalan que muchas enfermedades pueden permitir el uso terapéutico del cannabis. En California (Estados Unidos), el investigador Tod Mikuriya concluyó que pueden ser 270, entre ellas, diabetes, epilepsia, cáncer, párkinson, glaucoma, artritis o hipertensión. En este mismo país se ha demostrado, por ejemplo, que el cannabis puede aliviar las náuseas asociadas a la quimioterapia y estimular el apetito.

Actualmente en Colombia ya circula un producto que contiene dos extractos suaves de la marihuana: el Sativex. Por error se dijo que era producto del decreto de 2015. Pero ya se comercializa en más de 15 países, ha sido comprobada su eficacia para el tratamiento de la esclerosis múltiple y precisamente surgió de la producción de cannabis con fines medicinales y científicos en Inglaterra, donde este desarrollo ha sido posible desde los años 90. El Sativex está permitido en Colombia y ahora tiene registro sanitario y se puede importar.

En síntesis, el uso de la marihuana medicinal es una realidad que terminará superando los prejuicios. Y en Colombia no se quiere que pase lo que hoy sucede en Uruguay, donde la noticia de la aprobación del uso del cannabis para fines medicinales y recreativos le dio la vuelta al mundo, pero llevan más de 450 días sin poder aprobar la primera licencia para objetivos científicos. En el fondo, por ahora, van a ser más difíciles las estigmatizaciones o creencias que las evidencias. Pero nace una nueva industria, con muchos interesados en ser sus artífices.

Los mitos de una hierba polémica

Sobre la marihuana hay muchos mitos, y la mayoría de ellos provienen de la criminalización surgida en Estados Unidos en el siglo XX. Sin embargo, no sólo se trata de una planta conocida hace más de 8.000 años, sino que nunca se ha registrado fatalidad alguna por consumo de cannabis. Es baja su lesividad para la salud humana.

En el Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos, como lo cita el proyecto de ley que cursa en el Congreso, se dice que se realizó una clasificación de dependencia de seis sustancias: cannabis, cafeína, cocaína, alcohol, heroína y nicotina. El cannabis resultó ser la sustancia menos adictiva de las seis citadas.
De igual modo, durante más de cuatro décadas se ha dicho que la marihuana es la puerta de entrada a las drogas duras. Sin embargo, las evidencias demuestran que, por el contrario, es usada como droga de salida en métodos de tratamiento contra adicción. De esa manera, es incapaz de producirle al usuario sobredosis fatales.

Por Norbey Quevedo Hernández

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