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Alcalde de Alto Baudó cuenta detalles del 'juicio político' que le hizo el ELN

Tras dos meses de secuestro, Freddys Palacios refiere los cuestionamientos que le hizo la guerrilla y pide mayores recursos para su departamento, agobiado por la pobreza y el conflicto.

María Flórez
03 de marzo de 2015 - 01:28 p. m.

En las elecciones regionales de 2011, Fredys Palacios Ramírez ganó la alcaldía de Alto Baudó (Chocó), con el 45% de la votación y el aval del Partido Verde. Nacido en el corregimiento de Puerto Córdoba, decidió gobernar un municipio que afronta un dramático 78% de necesidades básicas insatisfechas. Incrustado en el corazón de la selva, Alto Baudó está separado de Quibdó, la capital del departamento, por un largo camino de doce horas compuesto por fragmentos de trochas y río. Fue, justamente, en un intento por llegar a Quibdó, cuando el Eln secuestró al alcalde, que se movilizaba custodiado por la penosa escolta que le asignó el Estado: un policía. Consciente de su paupérrimo esquema de seguridad, había comprado un arma con salvoconducto. Pero el 16 de diciembre pasado, la guerrilla les robó las pistolas a él y a su escolta, y se lo llevó monte adentro.

Durante semanas, los guerrilleros lo introdujeron en los vericuetos de la selva, para llevar a cabo la absurda idea de enjuiciarlo por supuestos manejos irregulares del presupuesto municipal. Le reclamaron la construcción de infraestructura y la prestación de servicios básicos, con el argumento de que estaban “velando por los intereses del pueblo”. Toda una paradoja, teniendo en cuenta que las guerrillas y los paramilitares han sumergido a los chocoanos en sendas crisis humanitarias. El 28 de febrero, después de una larga caminata esquivando al Ejército, los guerrilleros lo liberaron en la vereda Puerto Luis. Pese a la angustia que experimentó y a la indefensión en la que vive, el alcalde asegura que no abandonará el municipio. Además, le pide al gobierno nacional que le inyecte recursos para dinamizar el comercio y reducir la pobreza. En entrevista con El Espectador, contó los pormenores de su secuestro.

¿Cómo recuerda el día en que lo plagiaron?

Me dirigía a Puerto Meluk, por lancha, para coger un carro en ese punto y trasladarme a Quibdó. En un lugar al que le dicen La Playa, fui abordado por el frente Cimarrón del Eln, que hizo disparos al aire. Los guerrilleros nos hicieron bajar y me dijeron que yo me quedaba con ellos. Luego me amarraron y me vendaron; me tuvieron así hasta que estuvimos camino adentro. Andamos seis días para llegar a un punto que no puedo señalar, porque uno en la selva no tiene cómo identificar sitios. A los dos o tres días me empezaron a hablar. Sin embargo, no puedo decir cómo eran los guerrilleros, porque todos estaban encapuchados, aunque sí pude identificar que eran paisas y costeños.

¿En qué condiciones estuvo secuestrado?

No me ultrajaron ni verbal, ni físicamente. Me dieron desayuno, almuerzo y comida. Servían lentejas, fríjoles, carnes; todo variaba dependiendo del lugar en el que estuviéramos y de lo que ellos pudieran conseguir. Mientras estuve en cautiverio no me tuvieron amarrado, sino en un cambuche o caleta, como la llaman ellos. Me dieron una cobija, un toldillo y útiles de aseo personal. También me facilitaron un radio para escuchar las noticias. Siempre me trataron bien y me dijeron que me iban a proteger la vida.

¿Lo mantuvieron siempre en el mismo punto de la selva?

No, nos movíamos constantemente, debido a la presión de la Fuerza Pública. Cada vez que escuchábamos un helicóptero, la orden era movernos, ponernos “a marchar”, como expresaban ellos. Era muy estresante para mí tener que desplazarme constantemente en un contexto que no era el mío. En medio de todo, pensaba que todavía tenía ganas de seguir viviendo, de escuchar un mensaje de las personas que quería. Pero me llenaba de tristeza, porque sabía que mis familiares desconocían si estaba vivo o muerto. Eso me agobiaba mucho. De todos modos, poco a poco me fui acostumbrando al cansancio y me fui adaptando al medio, a las circunstancias. Si no lo hacía, me iba a morir del estrés.

¿Qué le dijeron los guerrilleros?

Que me iban a respetar la vida, que no me iban a fusilar. Cuando ellos mencionaron que el objetivo de mi secuestro era hacerme un juicio político, lo primero que pensé era que me iban a matar. Les dije que todo lo que había hecho como alcalde era para el beneficio de las comunidades, con transparencia, respetando la constitución y la ley; para eso me eligió el pueblo. Sin embargo, aseguraron que tenían información de la malversación de recursos que supuestamente había en el municipio.

¿Qué les contestó?

Que una cosa era conocer los ingresos y otra los egresos. Que si en Alto Baudó ha habido corrupción, no la había creado yo. Durante los tres años que llevo en la Alcaldía he tenido la intención de hacer bien las cosas, pero no he contado con los recursos necesarios para resolver las necesidades insatisfechas que tiene el municipio. Es que aquí no hay empresas; los únicos recursos que recibimos son las transferencias del Estado. Por eso, automáticamente, no hay desarrollo.

¿Cómo se llevó a cabo el juicio?

Cuando inició, me dijeron que si necesitaba que me designaran un “abogado”. Me negué, porque yo a ellos no los conocía. Les dije que iba a defender las decisiones que había tomado y que les iba a responder las preguntas que quisieran, ciñéndome a las funciones del cargo que desempeñaba. El juicio estuvo presidido por tres guerrilleros, cuyo rango desconozco.

Me preguntaron que por qué no había construido un acueducto; les contesté que los recursos de saneamiento básico quedaron comprometidos desde la administración anterior y que yo no podía utilizar la plata de la educación para hacer un acueducto o la de saneamiento básico para hacer una escuela, porque estaría cometiendo un peculado.

¿Qué más le preguntaron?

Que por qué las obras no se veían. Respondí que las construcciones estaban ahí, pero no en cantidades, porque desde el inicio planteé que prefería hacerlas en concreto y no en madera, con el fin de generar estructuras duraderas. Lo contrario sería, desde mi punto de vista, un detrimento patrimonial. La idea era que el próximo alcalde no se dedicara a reconstruir obras, sino a hacer otras nuevas. Posteriormente los tres guerrilleros se marcharon y dijeron que iban a buscar más información sobre los ingresos y egresos del municipio. Me dejaron en la selva, en manos de la persona que siempre me estuvo custodiando.

¿Cómo interpretó esa pretensión de la guerrilla de enjuiciarlo?

Ellos no son Procuraduría, Contraloría, ni Fiscalía, para que vengan a hacerme un juicio. Yo no tenía por qué darles explicaciones referentes al ente territorial, porque yo me debo es a la comunidad y a las autoridades competentes. Sin embargo, ellos decían que defendían al pueblo y que debían velar por sus intereses. De todas formas, no tenía por qué someterme a unas decisiones o a unos pensamientos propios de un grupo armado al margen de la ley.

¿Pensó en un eventual rescate del Ejército?

No, jamás. Le aseguro que las posibilidades de volver con vida se hubieran reducido a un 25%. Uno como secuestrado lo único que pide es que Dios lo proteja. Porque si la Fuerza Pública lo va a rescatar, los guerrilleros pueden hacer cualquier cosa para evitar que eso suceda. Yo me angustiaba mucho cuando escuchaba los helicópteros, pensaba: “Qué tal se den cuenta de dónde estamos y empiecen a disparar de un lado para otro”. Solo le pedía al Señor que saliera bien librado, a sabiendas de que si uno está en manos de un grupo armado al margen de la ley cualquier cosa puede suceder.

¿Cómo se enteró de que lo iban a liberar?

Creo que mi liberación se debió a que hubo mucha presión por parte de la comunidad. Los guerrilleros mismos me decían: “A vos te quieren mucho, han hecho una cantidad de marchas, se ve que te quieren”. En un momento aseguraron que habían “concluido las investigaciones” y que me iban a dar la libertad, que tuviera la seguridad de que no me iba a pasar nada. Ellos me garantizaron eso y yo me senté a esperar a que hicieran lo pertinente.

Luego caminamos unos seis o siete días más, me decían que había que dar muchas vueltas porque había mucho control de la Fuerza Pública. Finalmente, el 28 de febrero a las 9 de la mañana llegamos a la vereda San Luis. Como la Cruz Roja nunca llegó, ellos se cansaron de esperar y al finalizar la tarde me entregaron a la comunidad.

¿De qué manera lo recibieron?

El primero de marzo salimos en canoa con el gobernador, que muy gentilmente llegó a la vereda para ayudarme con el traslado. Diferentes comunidades bajaron conmigo a la cabecera municipal y el pueblo estaba reunido en la orilla del puerto, esperándome. Siempre pensé, y seguiré pensando, que la gente me quiere y que sintió mi ausencia como alcalde. Siempre y cuando el pueblo me siga apoyando como me ha apoyado, hasta el último día de gobierno estaré en Alto Baudó y seguiré visitando a las comunidades.

¿Qué opina del conflicto armado que vive la región?

Del 2013 para acá, el orden público ha estado bastante alterado. Ha habido muchos enfrentamientos entre el frente Cimarrón del Eln y las autodefensas; eso ha afectado la estabilidad emocional y la permanencia del campesinado en la zona. Producto de los combates, la gente se ha desplazado hacia otros municipios a pasar necesidades. Esto lo que va generando es más miseria y desempleo. ¿Qué puede hacer un campesino en Quibdó? Si esto no se mira con más detalle, el campo se va a quedar solo.

¿Cómo ve el papel que ha jugado el gobierno central en el Chocó?

Mire, quiero decirle al gobierno nacional que el Chocó también es Colombia, que todos merecemos el mismo trato. Nuestros campesinos de Alto Baudó necesitan mayor inversión social para poder sostenerse. Igualmente, pido que consideren frenar las fumigaciones áreas en todo el departamento. Nosotros no estamos defendiendo los cultivos ilícitos, pero sí tengo que decirle que la fumigación está afectando el plátano, el arroz y el maíz, y eso ha llevado a que la gente pierda la esperanza. Igualmente, necesitamos mejores vías, para que nuestros campesinos tengan cómo sacar sus productos al mercado y obtener ingresos. Considero que esa es la manera de conseguir la paz, porque la inversión social es la mejor seguridad que existe.
 

Por María Flórez

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