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“América Latina es la región más violenta del mundo”

Aquí se produce un tercio de los asesinatos del planeta.

Juan Sebastián Jiménez Herrera
07 de septiembre de 2015 - 02:00 a. m.
Abramovay viene por una iniciativa del Minjusticia, la Fiscalía y Open Society Foundations, con apoyo de la Cámara de Comercio de Bogotá. / EBC Agência Brasil.
Abramovay viene por una iniciativa del Minjusticia, la Fiscalía y Open Society Foundations, con apoyo de la Cámara de Comercio de Bogotá. / EBC Agência Brasil.

El exconsejero especial del Ministerio de Justicia de Brasil Pedro Abramovay fue uno de los artífices de la reducción de la violencia durante el gobierno de Lula da Silva. Hoy es director de la Open Society Foundations para América Latina y el Caribe y llega a Bogotá para participar en la Conferencia Regional sobre Calidad de Datos de Homicidio en Latinoamérica y el Caribe. El propósito final de este evento es que representantes estatales y de la sociedad civil de doce países (Colombia, Brasil, México, Perú, Chile, Argentina, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Honduras, El Salvador y Jamaica) pacten un protocolo que facilite la producción de estadísticas de calidad sobre la violencia.

En entrevista con este diario, Abramovay explicó la urgencia de que el continente desarrolle medidas conjuntas para enfrentar a su mayor enemigo: las muertes violentas.

¿Cuál es la importancia del evento al que viene?

Lo fundamental es tratar la reducción de homicidios como política pública, no como un tema de guerra exclusivamente. Y para saber qué hacer se necesita información precisa: dónde se producen los homicidios, quiénes son las víctimas y los victimarios, cuáles son las causas, como se hace en salud. A veces simplemente ponemos policías en las calles, pero así no se resuelve el problema. Son respuestas políticas, no soluciones. América Latina es la región más violenta del mundo: casi un tercio de los homicidios se producen en esta región y eso que contamos, apenas, con el 8% de la población mundial. Y no tenemos datos de calidad para poder combatir esa violencia.

O sea, ¿se necesita un enfoque epidemiológico?

Esa metáfora es fundamental, sobre todo si entendemos que para el tema de salud tenemos que tener políticas públicas. Lo mismo ocurre con la violencia. Es un tema donde tenemos un problema y hay que solucionarlo dentro de un marco democrático.

¿Por qué cree que la violencia en América Latina se ha abordado como producto exclusivo de los conflictos armados?

La guerra contra las drogas nos contaminó a todos los países de América Latina; a veces los latinoamericanos esperamos que la violencia sea combatida con medidas coercitivas y mano dura. Es un tema que genera mucho miedo. Los políticos, por ejemplo, muchas veces van a las elecciones y dicen lo que la gente quiere escuchar, como que van a sacar el Ejército a las calles. Dialogan con el miedo de la gente. Miedo por votos. Pero la gente ya se dio cuenta. El enfoque en el mundo está cambiando, lo que genera una oportunidad para la región.

En Colombia se cree que la violencia es resultado del conflicto y que con un acuerdo de paz va a cesar…

Exactamente. Las tasas de homicidio en Colombia se redujeron, pero siguen siendo muy altas, peores que las de México, y los homicidios no se producen, exclusivamente, en zonas de conflicto ni son siempre producto de la acción de las guerrillas. Sin embargo, la existencia del conflicto genera el discurso del combate.

Pero es que muchas veces se manipulan las cifras para esconder el problema…

Por eso es tan importante tener protocolos de datos. Que se dé un debate objetivo y no simbólico, con datos verificables, es fundamental para la toma de decisiones. En septiembre se van a aprobar unos nuevos objetivos de desarrollo por parte de la ONU y hay uno que, seguramente, será aprobado y se refiere a la transparencia, la democracia y las muertes violentas. El pueblo muchas veces tiene miedo y exige medidas más duras. Pero entonces es fundamental abrir el debate con datos confiables y que se generen diagnósticos que puedan ser presentados a la ciudadanía, que ésta sepa a ciencia cierta lo que está ocurriendo. Es un momento global importante para trabajar en eso: generar criterios para evaluar los homicidios, las tasas. Y tomar medidas.

¿Qué hacer con los desaparecidos?

Ese es un tema fundamental para debatir. La verdad es que trabajamos el tema de forma muy distinta. Muchas veces no se hace el cruce entre las listas de desaparecidos, de muertos y de cuerpos no identificados; es un tema muy triste para sus familias. Por eso hay que trabajar en un protocolo que incluya hacer cruces de listas. En este momento, no tenemos muchas herramientas y a veces el tema se invisibiliza porque los desaparecidos provienen de familias pobres que no denuncian su caso de la mejor manera.

¿Qué hacer con las armas blancas?

Latinoamérica no sólo es el continente donde más se mata, sino que es, además, donde se mata más con armas pequeñas, pistolas, cuchillos, revólveres. Es necesario hacer un control de armas, saber quién compró, cuándo compró. La correlación entre el número de armas y el de homicidios es muy clara. La gente imagina que la violencia se ejerce con rifles y armamento pesado, justamente porque la lógica de los homicidios está asociada a los narcotraficantes, pero así no es como se están cometiendo los homicidios y en el continente no hay medidas conjuntas para controlar el tráfico y el porte de armas. Se necesitan.

¿Se requieren también medidas contra la desigualdad social?

La solución pasa también por ahí. Pero hay políticas públicas de seguridad que no necesitan esperar a que se resuelva el problema de la brecha social. En el nordeste de Brasil, por ejemplo, vivimos una reducción de la pobreza y crecimiento económico pero, a la vez, un aumento de la inseguridad. No se puede creer que la pobreza es la única causa de la violencia. También hay, por ejemplo, dinámicas propias de los mercados ilegales. Políticas públicas de violencia, de desarme, tienen efectos más rápidos que creer que tenemos que esperar hasta que se solucione el problema de la desigualdad social para actuar ¿Qué hacer con la corrupción que puede afectar a los cuerpos de Policía?

Mecanismos de combate contra la corrupción, tanto externos como internos, son una prioridad. Pero, de nuevo, tener datos precisos que nos permita tener una imagen clara del panorama va a servir contra la corrupción que a veces se genera. Ya el oficial corrupto no va a poder ser complaciente con la violencia porque eso se va a hacer público. La transparencia es fundamental para combatir la corrupción.

¿Cómo evitar que los diagnósticos sobre la violencia se queden en meros diagnósticos?

La población es fundamental. Que la población sepa lo que está sucediendo. Es esencial que se pueda hacer un debate barrio a barrio, con cifras concretas;que la ciudadanía sepa lo que está ocurriendo en su barrio, en su población. Medidas que, al final, son de mayor peso que gastar mucho dinero en helicópteros. Es cambiar el debate hacia uno social sobre cómo combatir la violencia en los barrios. Se ha demostrado que es provechoso que haya una estrecha relación entre la ciudadanía y la Policía.

¿Qué políticas públicas han sido exitosas, de acuerdo con su experiencia?

Políticas de desarme y de control de armas, de poner a la Policía a trabajar con datos, saber qué está pasando en cada manzana y a partir de ahí generar política pública a nivel local. Necesitamos una nueva conciencia. Y, además, hay que desnaturalizar el homicidio en la región. La gente está acostumbrada, cree que es muy normal que asesinen a alguien, y esa naturalización de la muerte es perversa. Que una madre vea a su hijo muerto y piense que murió porque estaba en algo malo, eso no es normal: en Latinoamérica no hay pena de muerte.

 

Por Juan Sebastián Jiménez Herrera

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