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Crímenes contra periodistas, bajo la sombra de la impunidad

Homicidios, torturas, amenazas y exilios han obstruido la profesión, mientras la impunidad es el común denominador en estos ataques contra los periodistas. El Centro Nacional de Memoria Histórica presenta informe de violencia contra comunicadores.

Jaime Flórez Suárez
02 de diciembre de 2015 - 11:15 p. m.

Todos los actores de la violencia colombiana han apuntado sus armas contra los periodistas. Ante el trabajo incómodo de los comunicadores que han expuesto a los violentos y a los corruptos ha habido una reacción común: imponer el silencio. Desde 1977, son 152 los periodistas que han sido asesinados en Colombia por ejercer su labor, y de esos casos, la mitad prescribieron sin que se señalaran a los culpables. Asimismo, solo en tres casos la justicia ha operado cabalmente. Silencio e impunidad, así se ha amedrentado al periodismo colombiano, y eso queda claro en el informe “La palabra y el silencio: la violencia contra periodistas en Colombia (1977 – 2015)”, presentado este 2 de diciembre por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Una hemorragia interna, causada por una paliza que dos policías le propinaron el 11 de septiembre de 1977, fue la causa de la muerte de Carlos Ramírez París, director de Radio Guaymaral en Cúcuta, el primer periodista asesinado en Colombia por su oficio, según los registros de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip). Sus presuntos asesinos fueron absueltos después de un juicio de guerra. El primer homicidio de un periodista quedó en la impunidad, como la mayoría de los que vendrían después.

El asesinato de Ramírez condensó un grupo de características que definirían la violencia contra los periodistas, que empezaba a dejar registros trágicos en esos años. No solo por la impunidad que rodeó el caso, sino también por el perfil de Ramírez, que comparte rasgos con el de muchos de los comunicadores asesinados posteriormente. El director de radio Gauymaral era un líder en su comunidad y ejercía control sobre autoridades locales desde los micrófonos. Además, el homicidio sucedió en cercanías de la comisaría local, lo cual, según el informe del CNMH, “comprueba el vaivén entre visibilidad e invisibilidad, cinismo y oscuridad, en el que desde entonces ha transcurrido buena parte de los asesinatos de periodistas en Colombia”.

Otro rasgo esencial de este caso es que Ramírez era un periodista de región y trabajaba en un medio pequeño, como la mayoría de los comunicadores contra los que se ha ejercido la violencia en Colombia. Aunque no se desconocen casos emblemáticos de asesinatos de periodistas de grandes medios y de reconocimiento nacional, como Guillermo Cano, director de El Espectador asesinado en 1986, o Jaime Garzón, asesinado en 1999, cuyos crímenes buscaban “impacto en los centros del poder, silenciamiento de voces importantes e incómodas y un efecto de amedrentamiento con repercusiones en otros medios y en general en toda la sociedad en que figuras del periodismo eran valoradas y apreciadas”.

El informe del CNMH establece que la cercanía con el conflicto, más palpable en las regiones, hizo que los violentos se ensañaran con los periodistas de zonas periféricas del país. “Se buscaba incidir directamente en la información de proximidad, pero también se ocupaban de periodistas con liderazgo local que se convertían en contradictoras y en obstáculos para el ejercicio omnímodo de su poder”. Esto explica que del total de asesinados, 112 periodistas trabajaran en pequeños medios de comunicación, generalmente de radio o prensa, y en las regiones. Según las cuentas del CNMH, el Valle del Cauca (32 homicidios) encabeza la lista de departamentos donde más periodistas han sido asesiandos, seguido de Antioquia (21) y Santander (12).

Al fijarse en los victimarios, queda en evidencia que desde todos los actores del conflicto han atentado contra periodistas, pero sobresale que lo que el informe denominó como “corrupción política” sea el mayor homicida (30 casos), seguido del narcotráfico (27), las guerrillas Farc, Eln y Epl (23), paramilitares (22), bandas criminales (6), la Fuerza Pública (3), además de otros victimarios que no han sido identificados.

Pero los periodistas también han sido víctimas de torturas, persecuciones y otras formas de violencia. Incluso desde el 2002 disminuyeron los homicidios: de 10 asesinatos perpetrados ese año contra comunicadores, se pasó a dos en 2013 y a uno en 2014. El incremento puede obedecer, entre otras causas, a que la sociedad colombiana repudia ahora con mayor vehemencia este tipo de ataques, señala el informe. Pero a la par de esta disminución, los violentos empezaron a hacer uso de otros instrumentos de violencia; las amenazas y los casos de intimidaciones con sufragios o coronas mortuorias, por ejemplo, han aumentado, hasta tal punto que actualmente son más de cien los periodistas a quienes el Estado les ha asignado medidas de protección.

El pasado 22 de noviembre, por ejemplo, Edinson Bolaños, corresponsal de El Espectador en Cauca, recibió una llamada intimidante, luego de publicar un trabajo sobre la minería ilegal en ese departamento. El interlocutor anónimo intentó amedrentarlo: “A veces en la vida uno lleva sorpresas, y que esas sorpresas no te las vayas a llevar por estar publicando cosas que no son”. La violencia contra periodistas no es un asunto superado pese al descenso de los homicidios. Sin ir muy lejos, el pasado 10 de septiembre, en Pitalito (Huila) fue asesinada Flor Alba Núñez Vargas, periodista de varios medios del municipio. A partir de este crimen, varios medios se unieron a la Flip y a Andiarios para crear el proyecto “Pitalito sin Censura”, que busca mantener viva la memoria de Flor Alba Núñez e impedir que su crimen caiga en la impunidad.

“Esa impunidad ha sido un aliciente para quienes buscan silenciar a la prensa, pues saben que con casi absoluta probabilidad, lo que hagan no será castigado”, dice el informe del CNMH, que señala que el 47% de los 152 homicidios de las últimas tres décadas prescribieron sin que llegara la justicia. Asimismo, solo en tres asesinatos se ha establecido el autor intelectual del homicidio, entre estos, en el del subdirector del diario La Patria, Orlando Sierra, cuyo autor intelectual, el exdiputado de Caldas, Ferney Tapasco, fue condenado a 36 años de prisión y capturado el pasado 1 de noviembre. “Tratar de silenciar o callar los medios de comunicación es un acto doblemente terrorista, porque es, al miedo, infundirle el silencio”, dijo el mismo Orlando Sierra, en una declaración premonitoria durante la última entrevista que concedió, horas antes de su asesinato.

 

Por Jaime Flórez Suárez

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