La crónica roja del “Ciego Evaristo” en la masacre de Pozzetto

El reconocido periodista judicial fue la primera persona a quien Campo Elías Delgado le disparó en el restaurante italiano, en diciembre de 1986 en Bogotá. Sus textos llenaron varias páginas de El Espectador.

David Escobar Moreno
04 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
La crónica roja del “Ciego  Evaristo” en la masacre de Pozzetto

La primera bala que salió del revólver de Campo Elías Delgado en el restaurante Pozzetto, el 4 de diciembre de 1986, terminó con la vida de Jairo Gómez Remolina: un reconocido periodista judicial, quien de no haber estado en el lugar de los hechos hubiese narrado el baño de sangre que se desató en aquel restaurante italiano, al norte de Bogotá.

Incluso, Gómez Remolina —conocido como el Ciego Evaristo, a raíz de los gruesos lentes que portaba—, gracias a sus contactos en el mundo judicial durante sus años como reportero, ya sabía que un asesino serial andaba suelto por la ciudad. Sin saber la identidad del excombatiente colombiano en Vietnam con desequilibrios mentales, Gómez conocía de los crímenes que ese mismo día perpetró el asesino.

Aunque existen discrepancias sobre cómo fueron las últimas 48 horas de Campo Elías Delgado, una de las versiones con más consenso es que el asesino salió de su casa (avenida séptima con calle 52) alrededor de las 2:00 p.m con destino al barrio la Alhambra, al norte de Bogotá. Allí residía Nora Becerra Rincón, una persona cercana a Delgado. Cuando llegó a su hogar, el hombre la asesinó y también le quitó la vida a su hija de 15 años. A ambas las apuñaló.

Esa misma historia sobre la masacre de Pozzetto cuenta que Delgado retornó a su casa y, luego de tener una airada discusión con su madre, la mató con un tiro en la cabeza. El grado de sevicia fue tal, que Campo Elías la envolvió en papel periódico, la roció con gasolina y le prendió fuego, que después terminó consumiendo el propio apartamento. Sin embargo, 20 años después, las pruebas demostraron que aquel fatídico día los peritajes señalaron que la madre de Delgado murió la noche anterior de la masacre producto de un severo golpe en la cabeza propinado por su hijo.

Los vecinos, alertados por las balas y el fuego que provenían de la vivienda, salieron a averiguar lo que sucedía. Delgado, revólver en mano, empezó a descender por el edificio para dispararle a todo el que se atravesara. Cuando el asesino salió del edificio, seis cadáveres, todas mujeres, yacían dentro del inmueble. Blanca Agudelo de González, vecina del asesino y familiar de una de las asesinadas, declaró que vio a Delgado a unos cuantos metros del edificio, minutos antes de haber asesinado a las mujeres, casi que hipnotizado observando un cartel que promocionaba el estreno de la obra de Federico García Lorca, “Bodas de sangre”.

Entrada la noche de aquel 4 de diciembre los informativos radiales y televisivos ya informaban que un “loco armado” andaba por las calles. El Ciego Evaristo, así como otras 60 personas, se encontraban en el restaurante elegido por el asesino. De hecho, terminó sentado en la mesa contigua donde Campo Elías Delgado se ubicó hacia las 7:30 p.m a ingerir espagueti y vodka. Minutos antes, Gómez había salido de la redacción de la revista Vea, donde fungía hace pocos meses como director.

Las primeras versiones aseguraron que Campo Elías Delgado, luego de solicitar que los comensales se despojaran de sus objetos de valor y de asesinar a 29 de ellos, se suicidó inexplicablemente. Sin embargo, las pruebas forenses determinaron que la Policía fue quien acabó con la vida del asesino. El excombatiente en Vietnam de origen nortesantandereano fácilmente habría podido ser uno de los personajes de sus incontables historias judiciales.

Como la que dejó escrita en su libro más célebre, El estrangulador de los Andes, en la que narró en 223 páginas la historia de pedro Alonso López, un asesino serial colombiano que después de ser capturado por las autoridades confesó el asesinato de 300 niñas y jóvenes en Ecuador, Perú y Colombia.

Gómez Remolina trabajó en El Espectador entre 1968 a 1972, cubriendo los hechos relacionados con la agenda judicial y, en ocasiones, la deportiva. Ojo de águila fue apodado. En los asuntos judiciales trabajó de la mano del histórico editor judicial Luis de Castro. Con él dejó, por ejemplo, plasmado el trabajo del escándalo que se desató en 1970 en Bogotá, cuando el capitán de la selección inglesa –campeona del mundo en 1966- Bobby Moore, fue acusado del robo de una pulsera de oro en una joyería del hotel Tequendama.

También se hizo célebre relatando los primeros despuntes de la fiebre de las esmeraldas en Boyacá, que fue la última crónica que escribió en El Espectador, o decenas de historias judiciales parecidas en su dilatada carrera periodística en otros medios como El Espacio, Caracol Radio, Todelar o Cromos.

En la revista Vea, que dirigió en los últimos meses de su vida, dedicó las últimas tecleadas de su Olivetti para homenajear a su amigo y compañero de intrigas policiacas, el coronel Jaime Ramírez Gómez, quien desde su labor en la Policía le plantó cara a los carteles de la droga durante los años 80 y fue asesinado el 17 de noviembre de 1986 en Bogotá.

Sus compañeros de redacción rememoraron que hasta el último momento, incluso después de haber perdido a su amigo y de que su hermano falleciera días después, el ánimo de Gómez Remolina siguió impoluto. Sus colegas se imaginaron al Ciego Evaristo sonriendo antes de que Campo Elías Delgado lo ultimara con su revólver calibre 32.

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