“El crimen de mi hermano es de Estado”: Marisol Garzón

A 20 años del homicidio del crítico periodista, su hermana lo recuerda como una persona que se la jugó por decirle la verdad al país, a pesar de las dificultades que ello le fue generando. En entrevista con El Espectador, Marisol Garzón reclama del Estado justicia, para que las investigaciones apunten a quiénes serían los verdaderos responsables del crimen: altos mandos militares.

Redacción Judicial
12 de agosto de 2019 - 02:00 a. m.
Ilustración de Alfredo Garzón sobre los 20 años del asesinato de su hermano, hecha especialmente para esta conmemoración. / Los Cartones de Garzón
Ilustración de Alfredo Garzón sobre los 20 años del asesinato de su hermano, hecha especialmente para esta conmemoración. / Los Cartones de Garzón

Dentro de los personajes que Jaime hizo —como Néstor Elí, Dioselina Tibaná, Heriberto de la Calle, el compañero John Lenin—, todos me parecían especiales, pero siempre me encantó Dioselina Tibaná. Por identidad de género, porque me parecía muy pila e inteligente. El que no me gustaba era Godofredo porque, aunque tenía posiciones muy concretas, siempre me pareció un viejito que hacía mucho daño.

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Antes de ser asesinado, ¿qué malos ratos vivió Jaime por ser esa conciencia colectiva del país?

Lo que Jaime hizo durante su vida pública lo fue comprometiendo poco a poco y tuvo atentados. Los abogados del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, que nos han acompañado estos veinte años, fueron identificando atentados anteriores a su asesinato. Por ejemplo, cuando fue en algún momento a la cárcel para mediar y que no lo mataran, quisieron envenenarlo. Y cuando iba a recoger a un secuestrado —trabajando para la Gobernación— volaron un puente para que pareciera que iba muy rápido. Dios es tan grande que se le atravesó un bus y se estrelló, pero no se mató. Lo que uno descubre, en lo que cuentan las personas que estuvieron muy cerca en su diario vivir, es que él sentía que su vida peligraba.

¿Que dificultades enfrentó Jaime para llegar a ser lo que fue?

Las dificultades se fueron dando en la medida en que fue desnudando la verdad de los poderosos y él fue capoteándolo. Aunque creo que hubo miedo, había más valor que miedo. Yo siento que Jaime conocía muchas cosas, tenía mucha información, se metía con los poderosos, con todo el mundo y, en la medida que fue encontrando esa información, se le fue volviendo un problema, especialmente toda esa información de los militares.

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¿Sus padres vivían cuando Garzón fue asesinado?

Mi papá murió en el año 68, le dio cáncer en la cabeza, éramos muy chiquitos. Mi mamacita sí estaba viva y no quiso volver a salir a la calle después de que mataron a Jaime, nunca. Entonces me tocaba traer al señor de la pensión, me tocaba traer al médico, me tocaba traer al del laboratorio, me tocaba todo, se murió acá en esta casa, así quiso ella, morirse en su casa. Y con la tristeza de nunca entender porqué lo mataron. Ella veía la vida por la televisión y cuando veía noticias me decía: “Mijita, ¿y ese señor (cuando veía a Castaño o a todos los que se involucraron en el crimen) por qué me lo mató?”. Mi mamá se fue sin entender, como nosotros no entendemos. No debería ser así, a nadie tendrían que matarlo por nada. A él le encantó cuando acompañó como abogado a la comunidad wayuu a hacer la traducción de la Constitución, el artículo 12 quedó así: “Nadie podrá pasar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente”. Yo creo que el comprometerse en este país vale la pena, tiene sentido y es lo único que nos tiene que continuar sacando. Ustedes, que tienen hijos, hay que darles un país mejor.

¿Cuál es el legado que dejó Jaime Garzón a Colombia?

Siento que (Jaime) nos despertó a muchos. Creo que los que fuimos contemporáneos con él, en su momento no entendimos qué estaba pasando, qué era lo que decía. A veces yo le señalaba: “Cuidado, usted está diciendo muchas cosas”. Se ganó insultadas. En la medida que él fue arriesgando, en que no se acomodó para no tener dificultades, su vida fue corriendo riesgo. Y nos deja de legado que hay que jugársela también por la vida, por la paz.

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A estas alturas, ¿espera algo del Estado?

Yo sigo esperando, aunque sé que es muy difícil, por toda la gente que está comprometida en el asesinato. No es tan fácil que lleguen a altos militares que tuvieron que ver con su asesinato, que han hecho sus trueques y sus negociaciones. Primero lo dejaron en (el exjefe paramilitar Carlos) Castaño y lo pulverizaron. ¿Dónde están sus cenizas? Estoy totalmente convencida de que a Castaño no lo mataron. A su esposa e hijo se los llevaron al otro día a Estados Unidos y a él por allá debieron hacerle cirugías o quien sabe qué. ¿Dónde está el cadáver de Castaño? Nunca lo vimos. Entonces, tampoco fue él. Él (Castaño) era un mandadero de los militares. Contrató a La Terraza y lo matan (a Jaime). Junto a él está el señor (el exsubdirector del DAS, José Miguel) Narváez, que, de 30 años le rebajaron a 26 la pena. Han querido dejarlo en esos (mandos) medios para que no lleguemos a donde sí hay que llegar. Espero que el Estado algún día funcione. De lo que sí estoy convencida es de la justicia divina y esa llegará en algún momento.

¿Cuál ha sido el papel de la justicia en veinte años?

Nos han tomado del pelo, se han burlado de nosotros. Armaron una versión y al menos hubieran conseguido un buen libretista. Dicen que la señora María Arroyave, desde un tercer piso, a cien metros, vio al supuesto sicario. Primero, el sicario nunca cogió por la avenida (en donde supuestamente fue visto). Segundo, desde ahí, a las 5:45 de la mañana, la señora vio que (el sicario) venía con pasamontañas y más adelante dice hasta el color de sus ojos. Yo nunca le he podido ver a un motociclista andando de qué color tiene los ojos. Por eso me les volví incómoda, por eso también me amenazan, me tienen chuzados mis correos, mis teléfonos y todo lo demás. Porque quieren que uno no siga preguntando.

¿Usted califica el crimen de su hermano como de Estado?

Tan es así, que la demanda que le pusimos al Estado la ganamos porque reconocen que (agentes del Estado) tienen responsabilidad en el asesinato de mi hermano. Es clarísimo, Jaime les incomodaba a los militares, Jaime le incomodaba al Gobierno mismo, Jaime le comenzó a incomodar a los grandes empresarios que son los que, a fin de cuentas, manejan este país, porque nos comenzó a abrir los ojos y a pedirnos que hiciéramos algo por este país.

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¿Qué hace que este crimen sea de lesa humanidad?

Es un crimen de lesa humanidad porque afecta a la sociedad entera y porque no fue un crimen suelto, un caso aislado, una manzana podrida como nos la venden. Sino que fue un ejercicio sistemático con todas las personas que trabajaban por los derechos humanos como mi hermano. Y fue sistemático. Eso hace que después de veinte años el caso pueda continuar.

¿Alguna vez ha pensado tirar la toalla?

Humanamente sí, no es fácil seguir la vida. Sí he querido tirar la toalla en muchos momentos, pero tengo una fe muy grande y probada en medio de esos dolores y tristezas. Yo siento que tengo una tarea, sigo haciendo mis proyectos, tengo una emisora virtual donde hago un ejercicio pedagógico y comunicativo donde Jaime está presente. Todos en la familia han tomado la vida de una manera distinta. Yo siento que mi misión es seguir. Mucho antes de cada 13 de agosto me comienzan a preguntar qué vamos a hacer o del 24 de octubre, el día de su natalicio. Jaime se vuelve hoy un pretexto para seguir hablando y soñando en un mejor país.

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Por Redacción Judicial

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