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'El crimen por el que fui acusado sigue impune'

Este martes, un juez consideró que este profesor era inocente y ordenó su libertad inmediata. Vera permaneció dos años en prisión.

María Camila Rincón Ortega
04 de octubre de 2014 - 03:23 a. m.
Wílmar Vera dejó la cárcel de Pereira el pasado 1º de octubre. / Cortesía Eliécer Santanila
Wílmar Vera dejó la cárcel de Pereira el pasado 1º de octubre. / Cortesía Eliécer Santanila

Este martes, el profesor universitario Wílmar Vera y su familia volvieron a creer en la justicia: fue absuelto del asesinato de su amigo, el también candidato al Concejo de Pereira Alexánder Morales Ortiz, un crimen en el que Vera terminó enredado porque Carlos Andrés Velásquez, el hombre que confesó ser el autor material, lo acusó de haberlo planeado. El profesor fue capturado el 8 de junio de 2012. Sin embargo, tras permanecer dos años y tres meses preso, un juez confirmó su inocencia. El Espectador conversó con Wílmar sobre este trasegar por la cárcel, las inconsistencias en su proceso penal y los sueños que tiene para el futuro ahora que abraza, de nuevo, la libertad.

En 2012, usted y su abogado decidieron renunciar a pedir la libertad por vencimiento de términos. ¿Por qué?

Puede ser arriesgado si uno no tiene la certeza de que va a ganar y es inocente. Que yo quedara libre por vencimiento de términos era dejar la duda de si tuve algo que ver y la sensación de que la ley en Colombia es así y que por eso salí de la cárcel. Al renunciar a esa oportunidad mandé un mensaje: entré inocente y salí inocente.

Pero ese tiempo en la cárcel debió ser muy duro...

No voy a negarlo, lloré varias veces. Ver a mi madre salir del patio llorando y yo sonriéndole pero destrozado por dentro. Los dos sabíamos que era mi manera de tranquilizarla. Estar sin mi hija, no tenerla cerca. Recuerdo que el primer diciembre en prisión ella se ganó unos patines y no los quiso aceptar porque no quería nada que le recordara este lugar. Las navidades eran muy complicadas y parecían una obra de teatro.

¿Por qué?

Yo sólo pasé dos navidades en la cárcel y es una puesta en escena: los presos fingimos que somos felices y el patio se alumbra. Pero por dentro los muros recuerdan que no se tiene libertad. Y esa dura realidad le carcome a uno el corazón. Que lleguen las 12 de la noche de un 24 o un 31 es una cosa dolorosa.

¿Cómo hizo para no derrumbarse?

Como no quería quebrar más a mi familia, entonces no podía demostrar dolor ni tristeza. Traté de distraerme todo lo que pude. Enseñé inglés, escribí cuentos, reportajes y crónicas que publicaron en el portal Tras la Cola de la Rata, y devoré todos los libros que me llevaban. De hecho, mi gran amigo Luis Aldana llegó el primer día de visita y fue el único personaje de toda la cárcel que no traía comida. Se vino cargado de cuatro libros. Y yo feliz. Pues claro, uno extraña la comida de la casa y es supremamente necesario, pero la lectura es fundamental. Siempre digo lo mismo: leí como si fuera condenado siendo sindicado. También logré que un compañero de celda al que no le gustaba leer descubriera su amor por la poesía.

¿Qué aprendió de esta experiencia?

A ser más cuidadoso. Yo miro en perspectiva y lamento el día en que por confiado terminé metido en un negocio que cambió mi vida. Invertí $50 millones en una propuesta que me hizo Alexánder y eso fracasó. Después le escribí un correo preguntándole qué había pasado con la plata, que me dijera, porque la necesitaba. Y de ahí se pegó la Fiscalía para decir que por eso yo lo había mandado a matar. Mostraban ese correo y hacían énfasis en que una palabra tenía mayúsculas sostenidas. Tal vez si hubiera sido más cuidadoso la historia sería otra.

¿Tiene alguna preocupación ahora que está en libertad?

Me afana mucho tener una serie de enemigos que no sé quiénes son y que pretenden condenar a un inocente para esclarecer un crimen que, además, sigue impune y quedó en las mismas que hace dos años. En la última audiencia, la Fiscalía arrancó diciendo que este era el juicio de las promesas incumplidas porque la defensa no logró demostrar mi inocencia. Pues yo puedo decir lo mismo de ellos: no lograron demostrar mi culpabilidad.

¿Cuál cree que era entonces el interés de incriminarlo?

Investigar eso no me corresponde ni me interesa. Está demostrado que yo no tuve nada que ver. Sólo digo lo que me repitió en diciembre de 2012 Velásquez, el sicario que utilizó la Fiscalía para acusarme, sobre que Alexánder y su familia tenían unos negocios con él y por no haberle cumplido lo mató. Además, hay triquiñuelas sobre que cuando lo cogieron él de una vez me señaló. Pero eso no es así. A él lo capturaron el 18 de marzo de 2011, el mismo día que mataron a Alexánder, pero me señaló el 14 de febrero de 2012, cuando milagrosamente se acordó de todo.

¿Cuáles son sus planes ahora que está libre?

Retomar mi vida, ya sea como profesor o periodista. Soy un desempleado más en Colombia, así que me toca ponerme a buscar trabajo, a tocar puertas. Tengo que reconstruir todo lo que quedó suspendido. Hacer lo mío: volver a la docencia o al periodismo una vez pase este tren de emociones y apabullamiento de dicha que aún estoy disfrutando.

 

mrincon@elespectador.com

@macamilarincon

Por María Camila Rincón Ortega

 

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