El maestro de los 'paras'

La periodista Olga Behar y su hija Carolina Ardila entrevistaron al mercenario israelí.

Sebastián Jiménez Herrera
17 de marzo de 2012 - 04:00 p. m.

Sin saber español y con armas de juguete Yair Klein le enseñó a una generación de paramilitares a hacer la guerra. Ganaderos de Puerto Boyacá (Boyacá) lo contrataron, según ellos, para que adiestrara a campesinos de la región que sufrían de extorsiones, robos y asesinatos por parte de la guerrilla y querían defenderse. Lo cierto es que algunos de sus 270 alumnos, como Carlos Castaño y Henry Pérez, eran algo más que labriegos victimizados y años después fueron el rostro de una organización delincuencial que aterrorizó al país, asesinó indígenas, sindicalistas, profesores, periodistas, funcionarios judiciales y miles de personas de a pie.

Hace dos décadas, Klein pasó por aquí y dejó una huella indeleble, una que sus estudiantes llenarían con sangre. De aquí salió para Honduras, Panamá, Antigua, Estados Unidos, Liberia, Sierra Leona –donde fue condenado por proporcionarle armas a los rebeldes de ese país– y Rusia hasta regresar a su natal Israel donde reside ahora a sus 69 años. Allí recibió a la periodista Olga Behar y su hija Carolina Ardila quienes, como pudieron, desentrañaron la historia detrás de este hombre amante del Pollo Campero, mal bailarín, soldado orgulloso del Ejército israelí y quien pagó la cuota inicial de una finca aquí en Colombia donde esperaba radicarse.

Como resultado de su encuentro surgió el libro: El Caso Klein de 222 páginas y editado por Ícono. El texto explora al mercenario desde muchos puntos de vista: el propio, el de uno de sus compañeros de labor durante su estadía en Colombia –Amatzia Shuali–, el de Juan Manuel Galán, hijo del candidato presidencial Luis Carlos Galán, presuntamente asesinado por órdenes de algunos de los hombres a los que Klein les enseñó a combatir y el de su abogado Flavio Amador Cortés Delgado. Además, describe los viajes de Klein por Colombia, Honduras, Estados Unidos, Antigua, Liberia, Sierra Leona –donde fue condenado por proporcionarle armas a los rebeldes de ese país– y Rusia, donde fue capturado y de allí extraditado a su natal Israel, a pesar del sinnúmero de veces que la justicia colombiano solicitó que fuera enviado a Colombia para que pagara la condena a 10 años de prisión que le impuso un juez de Caldas.

El Klein con el que las Behar se encontraron les generó simpatía y repitió una y otra vez la que ha sido su defensa después de haber sido señalado de ser el profesor de paramilitares del Magdalena Medio y sicarios del narcotráfico: que a él lo contrataron para instruir campesinos que querían defenderse de la subversión y que eso hizo, que de haber sabido que sus alumnos eran criminales no habría trabajado con ellos y que fue engañado por quienes lo contrataron. Dice que cuando llegó a Puerto Boyacá le dijeron que allí no había ladrones ni homosexuales, que esa la Colombia que ellos querían. Esto lo marcó. Y al ver el esmero con el que sus estudiantes aprendían cada una de las lecciones que les daban creyó que estaba haciendo bien.

Klein no reconoció a ningún Carlos Castaño a pesar de que este fue uno de sus alumnos más aventajados. Aseguró que ya se olvidó de sus estudiantes. Aunque confesó que le encantó entrenar a colombianos porque seguían al pie de la letra lo que se les ordenaba. Recordó que una vez, uno de sus subordinados les estaba enseñando como disparar a los paramilitares y se tropezó con una piedra y cayó al barro, entonces todos imitaron ese movimiento y cada que repetían la lección chocaban contra la misma piedra y se dejaban caer. A pesar de estos recuerdos, Klein aseguró que ni loco volvería a Colombia porque según el este país sigue siendo un desorden total.

Eso sí, sin amilanarse, el mercenario, a través de las periodistas, le pidió perdón a los colombianos que sufrieron y sufren las consecuencias de las clases de muerte que dictó por U$D 75. 000 que se volvieron U$D 36.000. “Por una suma ridícula como esa perdí mi vida”. Klein sigue obsesionado con las empresas de seguridad privada. Los colombianos aún lo recuerdan con miedo porque, como él mismo lo dijo: “Yo fui a entrenar personas para defenderse en contra de los que quitan vidas. Y esa misma gente que yo entrené, terminó quitando vidas, muchas de ellas inocentes”. Haya sido su objetivo o no, Klein fue el profesor estrella de criminales que aterrorizaron al país.

'El profeta de la muerte'

El periodista bogotano, Jairo Tarazona, ya había escrito un libro sobre el mercenario israelí, Yair Klein, que se tituló El profeta de la muerte, fue editado por Planeta y vio la luz el año 2008. El comunicador viajó a Israel y durante un mes de estadía allí sólo pudo hablar con Klein una vez que, sin embargo, fue lo suficientementr provechosa. Durante ese encuentro, Klein, que se hizo conocido después de que la televisión colombiana publicara un video donde se le veía enseñándole a disparara paramilitares del Magdalena Medio, le confirmó a Tarazona que a finales de 1987 el Ministerio de Agricultura y ganaderos de Puerto Boyacá (Boyacá) -el municipio que llegó a ser conocida como la capital antisubversiva de Colombia- lo contrataron para enseñarle a campesinos a defenderse de la guerrilla y que nunca supo de nada ilegal durante la realización de su trabajo. Y agregó que volvería a Colombia a entrenar combatientes para acabar con la guerrilla y responder a la justicia.

Por Sebastián Jiménez Herrera

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