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El primer colombiano en ser repatriado desde China al fin conocerá a su nieto

Esta es la historia de Harold Carrillo, quien se convertirá en el primer colombiano condenado en China en ser repatriado.

Jaime Flórez Suárez
21 de agosto de 2015 - 04:09 p. m.
El primer colombiano en ser repatriado desde China al fin conocerá a su nieto

A mediados de 2011, tras un año de estar en China, preso y condenado a muerte por narcotráfico, Harold Carrillo pudo al fin comunicarse con los suyos. Su hija y su esposa acababan de dar una entrevista a un canal de televisión internacional; después de meses de espera, impotentes, habían decidido hacer pública la situación de su padre y esposo. Iban de regreso a casa cuando entró la llamada. La emoción fue inmensa ese día, y por partida doble: en la mañana había nacido el primer nieto de Carrillo.

Al niño lo bautizaron con el nombre del abuelo ausente. Su papá, Michael, le habla constantemente de él, le pregunta al pequeño que si quiere conocerlo. Él dice que sí. En su cumpleaños número cuatro, el abuelo le mandó un regalo: le hizo un dibujo de un pastel y un oso de peluche que le llegó escaneado. Probablemente, el año que viene, podrá entregarle el obsequio a su nieto en carne y hueso, después de que la canciller María Ángela Holguín anunció este jueves que Carrillo se convertirá en el primer condenado colombiano en ser repatriado desde China.

El 18 de marzo de 2010, Harold Carrillo viajó a China, se fue casi sin despedirse. Apenas se bajaba del avión cuando lo capturaron: llevaba 1.700 gramos de cocaína. Su hija, Diana Carrillo, cree que quienes contrataron a su padre para el delito, lo usaron como carnada, para que alguien con un cargamento de droga mayor pudiera entrar a ese país sin problema. La justicia china decidió que por el crimen debía pagar con su vida, pero mientras el día llegaba Carrillo estuvo recluido en una cárcel de la ciudad de Cantón.

El paso por la cárcel no fue fácil. Estaba solo, aislado por el desconocimiento del idioma y sometido a largas jornadas de trabajo en las que ensamblaba audífonos para aerolíneas. Le pagaban 32 yuanes al mes (algo así como $15.000), trabajaba doble turno para ganar un poco más. Con eso compraba utensilios de aseo y pagaba la llamada mensual que le permitían hacer a su familia. Eran cinco minutos al teléfono; rápidamente se contaban cómo estaban, cómo iba el caso, no había tiempo para detalles, a veces ni siquiera alcanzaban a despedirse.

Carrillo intentaba hacerse la vida más amable, cuando se comunicaba con su familia se mostraba esperanzado en que todo podra mejorar. Dibujaba para pasar el tiempo, se ganó algún concurso con sus trazos que eran premiados con comida. También fue reconocido en la cárcel por su trabajo fuerte y su buen comportamiento. Incluso, después de que funcionarios de la cancillería le llevaron diccionarios de mandarín – inglés e inglés – español, se decidió a aprender los idiomas. Estaba motivado con eso, pero un mes después de comenzar sus estudios enfermó de gravedad.

Una mañana, en enero de 2014, amaneció inconsciente. Le diagnosticaron cáncer de garganta y pocas opciones de supervivencia. Desde ese día no volvió a su celda, se mantiene entre la enfermería de la cárcel y la clínica. Le hacen quimioterapia, le aplican morfina para el dolor. A veces no puede comer. Su hija cree que la soledad y la tristeza empeoraron su salud.

Paradójicamente, su enfermedad de convirtió en su salvavidas, su tiquete de regreso a Colombia. Inicialmente, las autoridades chinas cambiaron su condena a muerte por cadena perpetua y luego por una pena de 20 años de cárcel. Esto fue definitivo para que se autorizara su repatriación, pues para tal fin, es necesario que la condena impuesta en el país asiático sea homologable en Colombia, lo que era imposible con las dos primeras penas –pena de muerte y cadena perpetua- que no existen aquí.

Así, Harold Carrillo se convertirá en el primer colombiano condenado en ser repatriado desde China, en donde hay otros 139 compatriotas detenidos. Si todo sale según lo previsto por la Cancillería, es decir, que regrese al país en dos meses para pagar aquí su pena, Harold Carrillo al fin podrá conocer a su nieto.
 

Por Jaime Flórez Suárez

 

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