Emperatriz, una 'Rosa' más

A un año exacto de las exequias de Rosa Elvira Cely, empalada en el Parque Nacional, Bogotá vuelve a estremecerse con un caso de extrema violencia contra la mujer.

Redacción Judicial
30 de mayo de 2013 - 05:00 p. m.
Carlos Enrique Capera podría pagar una pena de por lo menos 33 años de prisión.
Carlos Enrique Capera podría pagar una pena de por lo menos 33 años de prisión.

Hace casi un año el país se conmocionó con la muerte de Rosa Elvira Cely, una mujer brutalmente empalada y abusada en Bogotá, cuyo crimen llevó a miles de ciudadanos a marchar contra la violencia contra las mujeres. “¡Ni una Rosa más!” fue la consigna de ese momento. Ahora, un asesinato tan brutal como el de Rosa Elvira vuelve a conmocionar a la ciudadanía: el de Emperatriz Romero, una anciana de 90 años, agredida por su nieto Carlos Enrique Capera Romero, quien ayer reconoció ante una jueza ser el responsable de este atroz crimen.

Según la Fiscalía expuso en el estrado, Carlos Enrique Capera López mató a su abuela Emperatriz Romero porque ella le pidió que le bajara el volumen a la música. Al parecer fue por ello que le propinó golpes por todo el cuerpo y 12 puñaladas con un cuchillo que le dejó incrustado en la boca. Como si esas heridas no hubieran sido suficientes, después la empaló, introduciéndole un palo de escoba por el ano.

Durante la diligencia en la que se le imputaron los cargos de homicidio agravado y acceso carnal violento, Carlos Enrique sonrió varias veces. No pronunció palabra hasta que se allanó a estos cargos. Ninguno de sus familiares se encontraba en el lugar. “Si ese es el trato que le dio a su abuela, ¿qué podríamos esperar con un desconocido?”, dijo la jueza que preside el caso en su contra, quien decidió enviarlo a la cárcel La Picota, en Bogotá, por considerarlo un peligro para la sociedad.

La Fiscalía aseguró al respecto que en el crimen “hubo un ensañamiento y una crueldad excesiva”. Emperatriz no se podía defender. De acuerdo con el ente investigador, a su avanzada edad tenía enfermedades en los huesos y no se podía mover muy bien. Carlos Enrique era su nieto preferido y quien vivía con ella. Sin embargo, de acuerdo con testimonios recopilados por la Fiscalía, desde hace unos días no se hablaban porque el hombre estaba disgustado con ella por un almuerzo que le hizo y que no le gustó. Dos de las nietas de Emperatriz le contaron a la Fiscalía que ese 24 de mayo habían visitado a la mujer y Carlos Enrique se encontraba escuchando música a todo volumen. La anciana estaba haciéndole el almuerzo.

Sus nietas la dejaron sola y cuando la volvieron a ver yacía sobre el piso de la residencia con los senos al aire y sin ropa interior. Una de ellas la cubrió con una manta al verla. Ya la dueña de la pensión —ubicada en el barrio Lucero Alto, en el sur de Bogotá— había sido testigo de la dantesca escena y había alertado a las autoridades. La necropsia indica que la mujer fue asesinada entre el mediodía y las dos de la tarde de ese 24 de mayo.

En un momento entre esas horas, Emperatriz le dijo a Carlos Enrique que saliera de su cuarto y bajara a recoger unos recibos que le habían llegado. El hombre no atendió a su llamado. Entonces Emperatriz le pidió que le bajara el volumen a la música —acostumbraba escuchar música electrónica y música cristiana— y él reaccionó con la crueldad ya consabida. Después de ello asesinó al gato.

Carlos Enrique se presentó en el lugar. Su rostro, su pantalón y su camisa estaban manchadas de sangre. Al verlo, los investigadores le pidieron que les diera esas prendas y él lo hizo voluntariamente. Así lo indicó la directora del CTI de la Fiscalía, Maritza Escobar.Tras un minucioso análisis se comprobó que la sangre en ellas era la de Emperatriz. Por esta razón fue capturado pasada la medianoche de ayer, en plena vía pública, cerca de la calle 10ª con carrera 36. De ser encontrado culpable por las autoridades podría pagar una pena mínima de 33 años de prisión. Por haberse declarado culpable al momento de que se le imputaron los cargos, su pena se reduciría a la mitad.

Antecedentes

De acuerdo con la Fiscalía, no era la primera vez que Carlos Enrique atacaba a un familiar. En 2002 tuvo un altercado con su padre, a quien le cortó el meñique. Por este hecho su madre lo recluyó en un centro psiquiátrico, pues, en su criterio, tenía problemas de rabia. De ese lugar salió en 2006. Su familia creía que ya estaba sano. A los pocos años de haber salido de allí inició una carrera como vigilante. En su trabajo había tenido problemas con algunos compañeros con quienes se había ido a los puños. A pesar de ello, ya cumplía tres años en esta actividad, hasta que fue capturado.

La jueza del caso recordó que este crimen se produce apenas un año después del asesinato de Rosa Elvira Cely, quien fue abusada, torturada y empalada en el Parque Nacional, en Bogotá, entre el 23 y el 24 de mayo del año pasado por un hombre que ya había asesinado antes: Javier Velasco Valenzuela. Cely murió una semana después por culpa de las heridas.

Velasco fue condenado a 48 años de prisión después de que aceptara su participación en el atroz crimen que causó gran conmoción e, incluso, motivó a que en el Congreso de la República se presentara un proyecto de ley, la Ley Rosa Elvira, con el fin de tipificar el feminicidio y establecer penas para la violencia contra la mujer. Esa ley, no obstante, está a punto de hundirse en el Legislativo.

Un año después, una mujer es víctima una vez más de la sevicia y la crueldad, y del empalamiento, una práctica propia de la barbarie. Hace un año se hicieron varias manifestaciones para que no se presentara una Rosa Elvira más. Este nuevo crimen vuelve a prender las alarmas.

 

Por Redacción Judicial

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