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"Estamos devastados con la noticia"

Habla el exministro y exgobernador caucano Guillermo Alberto González, tío de la oncóloga investigadora Ana María González que fue declarada culpable de intento de asesinato en Houston, Texas, en un caso que conmociona a los medios periodísticos y científicos de Estados Unidos y de Colombia por el nivel profesional y social de los implicados.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
28 de septiembre de 2014 - 02:00 a. m.
“Puede que, formalmente, Ana (aquí durante el juicio en Houston) tuviera todas las garantías, pero es innegable que también había factores que conspiraban contra ella”, dice su tío. / AP
“Puede que, formalmente, Ana (aquí durante el juicio en Houston) tuviera todas las garantías, pero es innegable que también había factores que conspiraban contra ella”, dice su tío. / AP

¿Cuál es su vínculo familiar con la doctora Ana María González, declarada culpable por una jueza de Houston, Estados Unidos, de intento de asesinato de un médico con el que sostenía una relación amorosa?

Soy  tío de Ana María, hermano de su padre.

¿Quiénes son los padres de Ana María?

Mi hermano se llama Alfredo González Mosquera, ingeniero agrónomo dedicado a las labores del campo y enfrentado a muchos sufrimientos en la vida: uno de sus hijos mellizos, hermano de Ana,  murió en un accidente de tránsito en Cali (Nicolás González Angulo, fallecido en 1994). Fue algo muy doloroso para todos porque era un joven con grandes perspectivas.  La esposa de mi hermano y madre de Ana María, Eugenia Angulo Doria, está padeciendo una enfermedad que reduce su visión. Acaba de pasar por una cirugía de trasplante de córnea que, junto con lo sucedido a mi sobrina, la tiene muy afectada.  La familia de mi cuñada es una de las de mayor tradición en Cauca y Popayán. Por su parte, Alfredo superó, con gran presencia de ánimo, un cáncer de próstata.

¿Cuántos hermanos tiene su sobrina?

Únicamente el otro mellizo que sobrevive: Alejandro González Angulo. Vive en Popayán, tiene dos hijos y uno en camino.

¿Cuánto hace que su familia está vinculada a la vida pública colombiana y caucana?

Yo he tenido actividad política y pública durante varios años pero la gran mayoría de mis familiares se ha dedicado a la empresa privada. Nuestro padre, Alejandro González Palacio, era un antioqueño emprendedor que llegó al Cauca en 1937 y se dedicó al manejo de minas. Desde entonces, vivió en este departamento hasta cuando murió. Él descubrió el Valle del Patía y, siendo explorador, fue abriendo monte cuando esa actividad era permitida, legítima y necesaria para el desarrollo del país. Tras él vinieron al Cauca gran cantidad de antioqueños que se quedaron a trabajar aquí y sus familias se arraigaron en esta región. Mi padre, que también se dedicaba al campo, fue quien introdujo la raza de ganado cebú Brahman a esta zona.  Mi madre era Rafaela Mosquera.

¿Su madre era de la familia de Tomás Cipriano de Mosquera (presidente de la Nueva Granada 1845 – 1849;  presidente de la Confederación Granadina 1861 -1863; presidente de los Estados Unidos de Colombia 1866 – 1867)?

 Sí, pero hay que decir que era una pariente lejana.

Usted, como su hermano, también ha sufrido pérdidas familiares.

Sí. Mi esposa, María Teresa Ayerbe murió de cáncer hace cuatro años. Era hija del general Gerardo Ayerbe Chaux quien tuvo importantes cargos públicos, entre otros,  comandante de las Fuerzas Militares y ministro de Defensa del presidente Carlos Lleras Restrepo (1966 – 1970).

Según supe,  su sobrina, la oncóloga Ana María González, vino desde Houston a examinar a su esposa y a revisar su situación médica.

Así fue. Ana María vino específicamente a examinar sus exámenes. Después nos reunió y nos dijo que el tipo de cáncer que tenía mi esposa era muy agresivo y que le iba a dar tratamientos paliativos para que sobrellevara la enfermedad con algún grado de tranquilidad.  Le agradecí mucho porque suspendió su intenso trabajo en el Centro Anderson (Houston) y viajó a Colombia. Fue muy solidaria con nosotros. Pero quisiera añadir que no lo era solo con sus familiares. También con muchas otras personas que recibieron su apoyo durante la enfermedad y, además, suministrándoles  los medicamentos que requerían y que ella compraba por su cuenta cuando encontraba que los pacientes no tenían recursos económicos.  Inclusive ayudó a salvar vidas mandando a traer de Estados Unidos las drogas que se necesitaban. Otros colombianos también la recuerdan con cariño porque los ayudaba incondicionalmente cuando llegaban a Houston a recibir tratamiento de cáncer (ver parte superior de la pág.)

Más allá del agradecimiento de familiares, amigos y pacientes, ¿es cierto que también contaba con reconocimiento de sectores médicos y científicos?

Es cierto. Grandes revistas del mundo de la medicina publicaron artículos sobre sus investigaciones en cáncer de mama. Ana María era invitada permanente a dictar conferencias en universidades y ante audiencias médicas en Londres, París, Roma y hasta en países árabes. Recuerdo que una de las grandes distinciones de las muchas que recibió, fue la beca Bush (fundación de George Bush, padre) para investigación en oncología.

¿Usted la visitó en Estados Unidos?

Sí. Acompañé a mi hermano a visitarla cuando ya ella estaba trabajando en el MD Anderson Cancer Center. Cuando viajó a continuar sus estudios en Estados Unidos no nos imaginamos que fuera a lograr una trayectoria tan brillante ni que iba a llegar a ser la directora de uno de los laboratorios de investigación más serios de ese país. Vivía completamente dedicada a la clínica y a la investigación. Con Alfredo recibimos los más cálidos elogios sobre ella, de sus compañeros y de afamados médicos de esa institución.

Se sabe que ella estuvo casada con un payanés ¿Cuánto tiempo duró el matrimonio y cómo es actualmente la relación entre los exesposos? Disculpe la pregunta: no quiero entrometerme en la intimidad familiar sino tener una idea de la estabilidad emocional de su sobrina, declarada culpable de “intento de asalto agravado”, como se llama técnicamente el intento de asesinato de su novio.

Ana estuvo casada durante más de una década con Manuel Caicedo. Era un matrimonio  estable y estuvieron juntos durante casi todos sus estudios de especialización en Estados Unidos. En cuanto a su relación actual, es tan cercana y amistosa que él está acompañándola en Houston en estos momentos tan duros.  

Con un presente y futuro tan prometedor ¿cómo puede explicarse que su sobrina haya terminado envuelta en semejante lío y que esté a las puertas de una larga condena?  

Jamás me imaginé que ella pudiera llegar a estar involucrada en una investigación por algún delito ni menos que terminara condenada porque la conozco desde su nacimiento y sé cuáles son su carácter y  sus condiciones personales. Teniendo en cuenta su personalidad y su temperamento, le digo que es imposible que hubiera llegado a tener alguna “perturbación obsesiva”, como dijeron los fiscales en el juicio contra ella. Al contrario, con el orgullo que siento por mi sobrina y por lo que ella es, puedo afirmar que la considero un ser humano extraordinario, capaz, respetable y compasivo.  

¿Cabe en su mente contemplar la posibilidad de que ella hubiera sufrido un sentimiento – aunque fuera pasajero – de venganza?

Para mí eso es imposible. En cambio, me genera toda clase de dudas la conducta del médico que era la pareja de Ana María ¿Cómo así que en una relación consensuada entre adultos, uno de los dos termina grabando las conversaciones del otro? ¿Cómo hace uno de ellos preparativos para arruinar la carrera de quien fuera su compañera? Creo que la investigación se quedó corta porque uno no tiene ese comportamiento sino por motivos muy precisos y distintos a los sentimentales.  

¿Cree que ella pudo defenderse con el pleno de las garantías del sistema judicial estadounidense?

El sistema judicial de Estados Unidos es curioso y no se puede asimilar a los de otros países. Puede que, formalmente, Ana tuviera todas las garantías pero es innegable que también había factores que conspiraban contra ella. Su condición de latinoamericana, exitosa pero con cargos y triunfos por encima de muchos otros profesionales norteamericanos, y de investigadora independiente que no respondía a las necesidades del mercado de algunos laboratorios privados,  eran algunas de las características que no la ponían en la mejor situación.

Algunas personas que siguieron el juicio en Houston aseguraron que los fiscales que acusaron a  su sobrina, insistían en vincularla con Colombia como un factor negativo: el café con el que habría envenenado al médico, era “colombiano”. La procesada, era “colombiana”. Un investigador privado que ella habría contratado, era sospechoso y “oriundo de Colombia” ¿Cree que ese factor pesó contra ella en la decisión de los jurados?

Es cierto que durante el juicio la reiteración a su condición de colombiana fue insistente ¿Cuánto pesó en los jurados? No lo puedo decir. 

¿Sabe si la cancillería colombiana, la embajada de nuestro país en Estados Unidos o algún consulado se interesaron por ella, le prestaron alguna asistencia o se hicieron presentes durante el juicio para velar por sus derechos?

Que se sepa, ningún diplomático colombiano se interesó en ella o en su caso. Pero he tenido información de que la comunidad  de nuestro país en Houston, de todos los estratos sociales, ha sido solidaria con ella.

Después de la declaración de culpabilidad de su sobrina, que podría llevarla a estar toda la vida en la cárcel, ¿cómo están los padres de ella, usted y el resto de la familia?

En las imágenes que se transmitieron del juicio, los vi tratando de estar serenos en la adversidad. Me dolió mucho cuando nos contaron que en cuanto la jueza declaró culpable a Ana, se la llevaron de la sala de audiencias a la prisión y ni siquiera le permitieron que se despidiera de mi hermano. Estamos devastados con la noticia pero nuestro sentimiento de admiración por Ana María sigue intacto  y quiero reiterar que ella sigue siendo motivo de orgullo para la familia.

¿Qué hará usted ahora? ¿Viajará a acompañar a su sobrina y hermano?

Creo que debo ir a estar al lado de ellos dos y a decirles que el afecto profundo que tenemos por Ana María no va a disminuir ni un centímetro. Por el contrario, nuestro respeto, cariño y solidaridad crecerá con este grave problema que toda nuestra familia enfrentará.

Testimonio de una paciente y amiga

El caso de Ana María González Angulo, declarada culpable de intento de asesinato en Estados Unidos, ha ocupado grandes espacios en los medios por los personajes que involucra: ella, presunta victimaria, ha sido una reputada oncóloga, investigadora y directora de una laboratorio de estudio de cáncer de seno. Su supuesta víctima es George Blumenschein, otro oncólogo que la acusó de haberlo envenenado. Sin embargo, la fama de la colombiana era bien distinta: una persona dedicada a su profesión y a sus pacientes o a quienes sin serlo, acudían a ella. Así ocurrió, por ejemplo, con Genoveva Nieto Carrasco (recordada por su papel de ‘Prima Donna’ en Dejémonos de Vainas, serie de televisión de los años 90), quien cuando supo que padecía cáncer, viajó a Houston para someterse al tratamiento que requería. Genoveva afirma de ella: “Ana es prima de una amiga. Y cuando ella le pidió que revisara mis exámenes, me llamó sin conocerme para ponerse a mi disposición. Me puso en contacto con los especialistas, me acompañó a todos los trámites y me apoyó durante el proceso médico. Por eso terminamos siendo amigas. La conocí junto a su pareja, que siempre era muy cariñoso con ella. Ahora no puedo creer que la acuse. Ana es segura de sí misma, calmada, serena y fuerte. La que pintan en el juicio no es, ni de lejos, la que yo conocí”.

¿Mala defensa?

Según la opinión de expertos juristas que no hicieron parte de la defensa de la oncóloga Ana María González, pero que estuvieron presentes durante la etapa del juicio contra ella en Houston, los apoderados de la especialista escogieron una estrategia que no resultó efectiva porque se confiaron en la ausencia de pruebas contundentes para demostrar que ella era quien había suministrado la sustancia química tóxica etilenglicol a su pareja, el también médico George Blumenschein, en un “café colombiano”. Como se sabe, el oncólogo llegó al hospital envenenado por esa sustancia y aunque hoy está bien de salud, sufrirá deficiencia renal permanente. Los abogados de González no quisieron llamar testigos para que declararan a su favor a pesar de que estaban dispuestos, y tampoco están convencidos de que una apelación a la decisión adversa a González resulte exitosa, salvo que surja una prueba contundente  que indique que otra persona le dio el veneno a Blumenschein. Para los observadores, la defensa de González se quedó corta, además, porque se abstuvieron de pedir la  revisión de otros aspectos que la habrían favorecido, como por ejemplo, la conducta del mismo médico y de su otra pareja. De acuerdo con tales analistas, la condenada estuvo en desventaja por ser extranjera en un Estado, Texas, en donde la xenofobia es común.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

 

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