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La incertidumbre del “Viejo” Isaza por su salida de La Picota

El excomandante paramilitar fue fundador de las Autodefensas del Magdalena Medio, socio de Carlos Castaño y enemigo de Pablo Escobar. Su libertad viene postergándose desde hace un año.

Jaime Flórez Suárez
30 de diciembre de 2015 - 04:52 a. m.

Después de un año de puja por su libertad, el Tribunal Superior de Bogotá dio luz verde para que Ramón María Isaza, conocido como el Viejo saliera de la cárcel La Picota, luego de haber purgado una pena de ocho años impuesta en el marco de la Ley de Justicia y Paz. Sin embargo, una llamada de la Fiscalía 64 Especializada de Antioquia le aguó la fiesta a última hora. Isaza tiene cuentas pendientes en ese departamento por la muerte de Pedro Antonio Orozco y Arnulfo de Jesús Gómez, ocurridas en 2002.

Esta no es la primera vez que se frustra la libertad del excomandante y fundador de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio. En diciembre de 2014, tras cumplir su pena, y aduciendo quebrantos de salud, Isaza solicitó su salida de prisión, y un mes después lo volvió a hacer. En ambas oportunidades se le negó, pues, de acuerdo con el Tribunal Superior de Bogotá, Isaza no había cumplido todos los requerimientos para quedar libre, particularmente en cuanto a la entrega de bienes en su poder que debían destinarse a la reparación de víctimas.

Ahora, justo cuando el Tribunal cambió de parecer y autorizó la libertad de Isaza, aparecen los nuevos reparos, que incluyen una orden de captura vigente por esos dos asesinatos ocurridos en Sonsón (Antioquia). Por el momento se espera que lleguen ante el Tribunal los documentos de ese proceso judicial, para que se decida el futuro de Isaza, quien, entretanto, seguirá tras las rejas.

Pese a haber sido uno de los primeros en solicitar su libertad, Isaza ha visto cómo a lo largo de este año han vuelto a las calles los exjefes paramilitares Freddy Rendón, alias Alemán; Rodrigo Pérez, alias Julián Bolívar; Arnubio Triana, alias Botalón, y Úber Bánquez, alias Juancho Dique, mientras su salida de prisión sigue en veremos.

Aunque al prontuario que carga cada uno de esos nombres en su espalda es considerable, el de Ramón Isaza es particular. El Viejo, como también se le conoce, fue uno de los precursores de las autodefensas. Desde que se desmovilizó en 2006, con 990 hombres bajo su mando, ha participado en más de 200 diligencias de versión libre en las que, hasta mediados de este año, había confesado su autoría en 46 crímenes que dejaron 118 víctimas. Sin embargo, sus culpas podrían ser muchas más. La Fiscalía le ha imputado 1.246 hechos delictivos y se calcula que las víctimas de su pasado criminal podrían superar las 5.000.

Esos números muestran que la verdad y la justicia sobre su actuar paramilitar siguen a medio camino, más aún si se tiene en cuenta que la sentencia que hay en su contra, proferida en mayo de 2014, reúne sólo 100 hechos, por 17 tipos de conductas criminales, entre las que se incluyen homicidio, secuestro, desaparición forzada, tortura y abuso sexual. Por eso, incluso en libertad, Isaza tendría que seguir compareciendo ante los estrados judiciales.

En efecto, es mucho lo que aún tiene por contar. Además de perpetrar centenares de crímenes, Isaza fue el amo y señor del Magdalena Medio durante tres décadas, el paramilitar que se enfrentó a Pablo Escobar y el hombre que tuvo la osadía de desligarse de Carlos Castaño. Ramón Isaza, el más veterano de los excomandantes vivos, estuvo en el centro del nacimiento, la expansión y la desmovilización de las autodefensas. Su historia de vida parece un recuento del ciclo criminal de esas estructuras.

En 1977, Isaza reunió a ocho hombres en Puerto Triunfo (Antioquia) y los dotó de escopetas calibre 12, que, según ha dicho en sus confesiones, le suministró la IV Brigada del Ejército. “Fui a batallones, brigadas, hablé con oficiales, incluso con el entonces coronel (Faruk) Yanine Díaz. Le dije: ‘Mi coronel, he hecho cinco viajes a Puerto Boyacá pa que el Ejército me ayude a organizar un pelotón contra las guerrillas’. Él dijo: ‘No tenemos soldados, pero les vamos a vender escopetas, revólveres, metras, carabinas. A partir de hoy todos peleamos contra la guerrilla’”, le contó Ramón Isaza a El Espectador en enero de este año sobre los momentos previos a que tomara las armas.

El objetivo del grupo inicial era defenderse de las extorsiones de las Farc. Pero Isaza, que tenía experiencia militar, pues había estado en el Ejército, terminó extendiendo una empresa criminal por el Magdalena Medio e incluso llegó a Medellín, donde a comienzos de este siglo, a través del frente José Luis Zuluaga, incursionó en la Comuna 13.

Al llegar a la capital antioqueña ya había recorrido un largo camino. En los 80 había estado bajo las órdenes de Henry Pérez, otro de los fundadores de las autodefensas, y había protagonizado una disputa con Pablo Escobar en los primeros años de la década de los 90. El jefe del cartel de Medellín quería expandir sus cultivos ilícitos hasta Puerto Triunfo y Puerto Nare, la retaguardia histórica de Isaza. La confrontación entre los dos jefes criminales le costó a Isaza el asesinato de uno de sus hijos, según reseñó el portal Verdad Abierta.

Hacia finales de los 90, cuando Carlos Castaño Gil se propuso unificar las estructuras paramilitares en las Autodefensas Unidas de Colombia, Isaza se unió al proyecto criminal junto con sus hombres. Sin embargo, con el tiempo prefirió distanciarse de Castaño y seguir por su cuenta, contó Isaza. Aun así, en 2004 se sentó en la mesa de Santa Fe de Ralito (Córdoba), donde el Gobierno y las autodefensas negociaron la desmovilización, que para él se concretó en 2006.

Desde entonces está preso y desde finales del año pasado espera su libertad. Aunque salga de prisión, el excomandante paramilitar tendrá que seguir presentando sus testimonios ante la justicia para esclarecer el sangriento capítulo de la historia reciente de este país que protagonizaron los paramilitares y que pocos como él conocen tan de cerca.

 

Con colaboración de Rafael Pérez Becerra.

Por Jaime Flórez Suárez

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