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Los documentos inéditos del Eln

En ellos establecen directrices para fortalecer sus bases de apoyo, regular sus finanzas e infiltrar las organizaciones sociales.

Juan David Laverde Palma
11 de enero de 2015 - 02:00 a. m.
Miembros del Comando Central del Eln en su cuarto congreso, en 2006. / Archivo particular
Miembros del Comando Central del Eln en su cuarto congreso, en 2006. / Archivo particular

Después de medio siglo en armas, desde la toma de Simacota (Santander) el 7 de enero de 1965, la guerrilla del Eln, en una tímida y ambigua declaración de su máximo comandante Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, despejó el camino de un posible aterrizaje de ese grupo ilegal a una mesa de diálogo con el gobierno Santos. “Asistimos a este diálogo para examinar la voluntad real del gobierno y del Estado colombiano; si en este examen concluimos que no son necesarias las armas, tendríamos la disposición de considerar si dejamos de usarlas”, fue el anuncio de Gabino.

Una nueva posibilidad de paz esperanzó a analistas al tiempo que polarizó a los contradictores de una salida negociada al conflicto. El Eln es una organización armada que aún tiene 1.495 combatientes, que ha sobrevivido a 12 presidentes con sus distintas políticas de paz o de guerra, que por poco fue extinguida en 1973 en desarrollo de la Operación Anorí —en la que cayeron sus fundadores Manuel y Antonio Vásquez Castaño— y que en las bases de datos de la Fiscalía tiene denuncias por más de 14.600 delitos perpetrados en 50 años, entre los que se destacan cerca de 8.000 homicidios, más de 1.000 casos de desaparición forzada y un poco menos de un centenar de expedientes por violencia sexual.

Durante décadas los organismos de seguridad han estudiado la violencia del Eln en sus retaguardias históricas en Santander, el Catatumbo, Bolívar, Antioquia, Arauca, Cesar, Cauca y Nariño. Milimétricamente han documentado el crecimiento exponencial de sus hombres. A finales de la década de los 60 no contaban con más de un centenar, a principios de los 80 apenas tenían en sus filas unos 900 guerrilleros, durante el gobierno de César Gaviria llegaron a 3.000 y en los tiempos del Caguán y Andrés Pastrana alcanzaron su techo con 4.130 combatientes. En los últimos 12 años perdieron casi 3.000 hombres. Un retroceso en su estrategia de guerra popular prolongada.

El Espectador conoció abundantes documentos internos del Eln, así como análisis y perspectivas de organismos de inteligencia que durante años le han seguido la pista a esa guerrilla. Una información que resulta clave para entender qué están pensando en ese grupo subversivo. El primer documento se titula “Táctica de masas 2012 - 2014” y fue presentado a la Comisión Nacional de Masas de esa guerrilla. Allí se consignó que la explotación de las materias primas minero-energéticas en Colombia generó despojo y expulsión de pobladores rurales. Y que, sin embargo, ese escenario no ha logrado articular unas condiciones políticas favorables que puedan ser aprovechadas por la insurgencia.

En este documento de cinco páginas se señala que la guerrilla ha sido golpeada en el terreno militar y político, “perdiendo parte de su conducción estratégica, generándose a su vez una opinión desfavorable que amenaza su existencia como alternativa social y política, especialmente en las ciudades. El actual gobierno a su vez no sólo ataca militarmente a la izquierda legal e insurgente, sino que coopta parte de sus bases sociales y al centro social demócrata”. Por eso, se advierte que “la correlación de fuerzas sigue siendo desfavorable al campo popular”, aunque destacan las fisuras entre uribismo y santismo.

El Eln planteó en esta táctica de masas la construcción de un movimiento político, la recuperación de la legitimidad insurgente y la confrontación de iniciativas neoliberales. Sobre el campo político determinaron proyectarse a través de organizaciones religiosas, sindicales y campesinas. En lo que se refiere a recuperar su “legitimidad”, advirtieron la necesidad de construir “nuevos liderazgos sociales y políticos” innovando en sus discursos y estilos de comunicación a través de “acciones de propaganda armada”. Asimismo propusieron empantanar “las locomotoras del despojo”, en referencia a grandes proyectos mineros y agroindustriales.

Para desarrollar este plan propusieron construir un movimiento político “como expresión de un gran consenso democrático y popular” que articule organizaciones sociales. Para lograrlo debían movilizar “todas las expresiones donde tengamos incidencia”, consolidar “una columna de cuadros nacionales” para fomentar “su identidad revolucionaria”, recuperar “la relación con los intelectuales y las universidades”, iniciar “la reconstrucción de los proyectos cooperativos regionales”, ampliar “los instrumentos de solidaridad y diplomacia internacional” y extender “la formación militar de masas a todos los colectivos y procesos”.

Un segundo documento, denominado “Plan 11-16”, que organismos de inteligencia presumen como una estrategia entre 2011 y 2016, plantea que para ganar adeptos deberá haber un esfuerzo por “concientizar, organizar y movilizar” a la población. Además, se pidió “cogobernar instituciones estatales a partir del control social generado con la democracia participativa” en sus zonas de influencia y estrechar lazos con sus amigos, socios y aliados, a los que define así: “Amigos son aquellos a quienes se influye, socios son quienes comparten esfuerzos y recursos en empresas conjuntas, y los aliados pueden ser tácticos o estratégicos. Son aliados estratégicos las Farc, la izquierda, los sectores burgueses-demócratas-patrióticos y la iglesia popular”.

El Eln determinó que había que desarrollar procesos para que el concepto de “revolución” volviera a tener la simpatía que tuvo en los años 60, que había que elaborar un plan de formación para la militancia interna y de base a través de guías metodológicas e instructivos “con escuela presencial y a distancia”. En cuanto a las finanzas se estableció que debía realizarse un inventario de los recursos que se tienen en cada subregión “colocándole precio contable para de esta manera saber cuál es nuestro patrimonio”. Se definió reforzar las comisiones de economía para hacer un seguimiento “de la ejecución del presupuesto con informes contables trimestrales”. Se enfatizó en que procesos que involucren retroexcavadoras son patrocinados por una “inversión narcoparamilitar” en donde no se hace ningún tipo de concesión o acuerdo.

Sobre las fuentes de ingresos se definió: “impuestos, 35%; producción propia, 30%; recuperaciones, 15%; retenciones, 15%, y palma, 5%. Las expropiaciones y retenciones deben legitimarnos y tener un monto mínimo. Un porcentaje de nuestros ingresos debe ser para un fondo estratégico de reserva”. En cuanto a la organización militar se señaló que había que reforzar los comandos locales de acuerdo con los militantes de base, “no repetir el relajo presentado con las milicias”, desarrollar un aparato de inteligencia eficaz para construir redes de agentes, retomar artillería con morteros, contrarrestar ataques aéreos, mantener la construcción de explosivos y minados, y fortalecer sus corredores estratégicos.

Aquel comandante que decida secuestrar sin autorización de la dirección nacional quedará suspendido del mando por un año, sostiene este documento. Por último, se habla de “colectivizar la militancia de base según el crecimiento; estructurarla en zonales clandestinos en los que se construyan dos estructuras separadas. Las estructuras se hacen con base en triadas. Una debe especializarse en actividades sociales, políticas, diplomáticas, económicas e ideológicas, y la otra en la operatividad militar”. Aún más, se determina el nombramiento de un responsable en la zona para efectuar procesos de “moralización” con quienes ellos consideran “presos políticos”, es decir, guerrilleros detenidos.

En un tercer documento, denominado “Paremos la guerra para construir la paz”, elaborado en 2003, el Eln perfila escenarios de diálogo en donde afirma que “la política sólo toma vida cuando las masas la hacen suya y esa es la primera expresión de que la lucha ideológica se está ganando, sin este componente toda lucha es estéril y se queda como discurso de consumo para los revolucionarios”. En ese documento señalaron que la degradación de la guerra en Colombia “ha logrado desfigurar la lucha armada revolucionaria”, por lo que propusieron “tomar distancia del ejercicio de la violencia por la violencia para legitimar el proyecto revolucionario”. Y agregaron: “Se requiere una actitud profundamente autocrítica frente a las acciones militares que afectan a las masas”.

Unas conclusiones que llegaron después de actos tan salvajes como la muerte de 70 personas en Machuca (Antioquia) en 1998 o los secuestros masivos de 1999 perpetrados contra los pasajeros y la tripulación de un Fokker de Avianca, los feligreses de la iglesia La María en Cali y los nueve excursionistas de Ciénaga del Torno (Atlántico). La historia de violencia del Eln ha pasado por distintas fases en 50 años. En sus inicios se trató de una organización de estudiantes y campesinos que incubó la protesta social en Santander tras el viaje de 27 universitarios a Cuba en 1962. En octubre de 1965 el cura Camilo Torres ingresó a sus filas y su muerte en febrero de 1966 lo convirtió, según las mismas palabras de esa guerrilla, en su primer mártir oficial.

Según estudios del académico Mario Aguilera, en un principio el Eln privilegió la parte militar sobre el desarrollo de trabajos políticos y sociales, pues consideraba que las condiciones para hacer la revolución ya estaban dadas y sólo había que acelerar su proceso de consolidación armada. No obstante, a pesar de que en los años 80 sus filas se engrosaron considerablemente, tuvo crisis internas tras las muertes de los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño en 1973 y la expulsión en 1974 de Fabio Vásquez. La guerrilla se reestructuró y con el paso de los años creó un estado mayor, un frente internacional y siete compañías de guerra. Para 1986 desarrolló su primer congreso nacional. Tres años después su segundo, y en 1996 y 2006 los siguientes. La última declaración de Gabino, en la que abre una puerta para la paz, salió de su quinto congreso.

De acuerdo con Aguilera, este grupo subversivo ha sido bastante reticente con el narcotráfico, muy al contrario de las Farc. Y ello probablemente explique su bajo número de hombres y recursos. No obstante, en medio siglo de tomas guerrilleras, ataques a la infraestructura energética, desplazamientos forzados, violencia sexual, reclutamiento ilícito, extorsiones, hurtos, secuestros y homicidios, esta organización le debe muchas verdades al país, si es que las negociaciones con el Gobierno se cristalizan. En la Fiscalía hay muchos expedientes a la espera de ser resueltos y miles de víctimas registradas que aguardan su momento para encarar a los máximos comandantes de ese grupo. En los vaivenes de la guerra y la paz nuevamente el Eln tiene la oportunidad de saldar sus cuentas a través de la salida negociada. ¿Lo hará?

Algunas fechas históricas del Eln en 50 años de guerra

1962

Veintisiete estudiantes de la Universidad Industrial de Santander viajaron becados a Cuba. Siete de ellos completaron ocho meses de instrucción militar en la isla y conformaron la Brigada Pro Liberación José Antonio Galán, que se constituyó en el germen del Eln.

1965

El 7 de enero el Eln se tomó el municipio de Simacota (Santander) con el fin de dar a conocer su manifiesto y su programa político. Tres policías y dos militares murieron. La Caja Agraria, la agencia de Bavaria y algunas casas de la población civil fueron saqueadas.

1966

Tras cuatro meses en la guerrilla el sacerdote Camilo Torres murió en combates contra la V Brigada del Ejército en Patio Cemento, Santander. Se convirtió en mártir y referente del Eln. La localización exacta de su cuerpo se desconoce.

1973

Entre agosto y octubre la IV Brigada del Ejército ejecutó la Operación Anorí, en Antioquia. Como resultado de la ofensiva militar murieron los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, fundadores del Eln. Decenas de guerrilleros resultaron muertos o capturados.

1983

Se realizó la reunión nacional “Héroes y mártires de Anorí”, a la que asistieron los comandantes de los frentes José Antonio Galán, Camilo Torres y Domingo Laín. Se nombró una nueva dirección nacional conformada por nueve miembros y encabezada por el sacerdote español Manuel Pérez.

1987

El Eln participó en la creación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), un espacio de articulación de varias organizaciones insurgentes que realizaron acciones militares conjuntas y negociaron en bloque con el Gobierno Nacional. Ese mismo año el Eln se fusionó con la organización guerrillera Movimiento de Integración Revolucionaria–Patria Libre y se denominó Unión Camilista–Ejército de Liberación Nacional, nombre que mantiene hasta hoy.

1991

En mayo la CGSB se reunió con el gobierno de César Gaviria en Cravo Norte (Arauca), donde acordó iniciar diálogos formales en junio en Caracas (Venezuela). En 1992 la mesa se trasladó a Tlaxcala (México), donde fue levantada tras la muerte en cautiverio del exministro Angelino Durán, que había sido secuestrado en enero por el Epl.

1998

Cinco años después de la disolución de la CGSB, el Eln se reunió con industriales, empresarios, líderes de la Iglesia católica y otros miembros de la sociedad civil en Maguncia (Alemania), con el fin de “humanizar” la guerra y abrir caminos para un eventual diálogo con el Gobierno.

1999

Tras seis meses de la masacre de Machuca, ocurrida en octubre de 1998, el Eln secuestró un avión de Avianca que cubría la ruta Bucaramanga-Bogotá y secuestró a los 35 pasajeros y cinco tripulantes que iban a bordo. Un mes después, esa guerrilla raptó a 285 feligreses que se encontraban en la iglesia La María, en Cali.

* jlaverde@elespectador.com / @jdlaverde9

Por Juan David Laverde Palma

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