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La lucha de mujer trans contra la muerte después de inyectarse aceite de cocina

A pesar de que Alejandra Villa acaba de ganar una tutela para que la EPS Capital Salud le extraiga el aceite de cocina que ella se inyectó buscando reafirmar su identidad de género, la entidad de salud hace caso omiso al fallo judicial.

María Paula Rubiano
22 de agosto de 2016 - 10:38 a. m.
Alejandra Villa nació en Pereira y comenzó su tránsito para convertirse en mujer en 1999, cuando tenía 18 años. / Gustavo Torrijos
Alejandra Villa nació en Pereira y comenzó su tránsito para convertirse en mujer en 1999, cuando tenía 18 años. / Gustavo Torrijos

Alejandra Villa tiene dos sueños. Uno, que comenzó a incubar a los 18 años, es tener senos. Por eso en 1999 se inyectó el aceite de cocina que, de no extraerse pronto de su cuerpo, podría filtrarse a sus pulmones y acabar con su vida. El aceite ya comenzó su tránsito hacia sus axilas, su abdomen y costillas. Los moretones le cubren el pecho, “duro como una piedra”, dice.

Su segundo sueño es no morirse antes de verse convertida en una mujer que puede lucir sus senos como cualquier otra. Para eso es necesario que la EPS Capital Salud cumpla con lo que ordenó el juez 26 penal municipal de Bogotá en un fallo de tutela: no solo que saquen el aceite del cuerpo de Alejandra, sino que reconstruyan su pecho con una mamoplastia, para así garantizarle sus derechos a la vida, la salud y al libre desarrollo de la personalidad a través de la expresión de la identidad de género.

La pelea jurídica de Alejandra Villa comenzó hace cuatro años. Para ese entonces, la mujer transexual ya llevaba diez soportando en silencio el dolor en el pecho y la asfixia que aparecieron después de una segunda inyección de aceite vegetal. La primera se la había puesto en 1999, cuando comenzó su transformación de hombre a mujer.

Pero fue en 2012 cuando las cosas se complicaron. Le salieron moretones en los senos, que además se pusieron “duros como piedras”. Un día, el aire dejó de llegarle. Fue al hospital y le diagnosticaron nódulo pulmonar calcificado. El riesgo de muerte era inminente, dijeron los médicos de la junta médica del Hospital Simón Bolívar. Era el 16 de julio de 2014. Su operación se tornó urgente.

Desde entonces, relata ella, “la EPS Capital Salud no ha dejado de poner trabas”. Por eso en 2015 interpuso una tutela contra la entidad, buscando que un tribunal de Bogotá le ordenara a la entidad autorizarle la cirugía. No obstante, la respuesta de Capital Salud fue que al tratarse de un procedimiento estético que no está incluido en el Plan Obligatorio de Salud (POS), no tenían la obligación de realizarlo.

El primer juez que falló la tutela le dio la razón a la EPS y en segunda instancia el Juzgado 40 Penal con función de control de garantías de Bogotá también estimó lo mismo. No obstante, incluyó una advertencia a Capital Salud para que brindara, “de manera oportuna y sin dilaciones”, los servicios médicos y administrativos a Alejandra Villa.

No lo hicieron. A pesar de que el fallo salió el 27 de abril de 2015, en junio de este año la situación de Alejandra Villa seguía empeorando y todavía no había sido atendida. “Cada vez estoy más delgada, yo mido un metro sesenta y cinco y estoy pesando 38 kilos. Siento dolores en los senos, como unas picadas. Me cuesta caminar rápido o subir unas escaleras. Es más, en mi trabajo en la peluquería, para hacer un cepillado me toca hacerlo sentada, no aguanto parada”, cuenta.

Al ver cómo su cuerpo se debilitaba, decidió rendirse. “Yo pensaba, que sea lo que Dios quiera”. Y fue entonces cuando por intermedio de una amiga conoció a una abogada de la organización Colombia Diversa, quien le dijo que aún se podía hacer algo. Fue por esa época que El Espectador documentó el drama en el que Alejandra Villa vivía desde hacía cuatro años. Ella dice que a raíz de la publicación, varios médicos cirujanos la contactaron y ofrecieron operarla de forma gratuita, pero que no lo ha hecho precisamente por el grave estado de salud en que se encuentra.

Uno de los abogados cercanos a su proceso le contó a este periódico que “en esta segunda tutela se argumentó por qué esto no implicó un uso abusivo de la tutela. Expusimos temas en torno al derecho a la vida, a la salud, al libre desarrollo de la personalidad en sus dimensiones de identidad y expresión de género”. La tutela hizo énfasis en el riesgo inminente de muerte y la afectación real contra la identidad sexual de Alejandra Villa.

En el fallo de tutela conocido por este diario, el juez 26 penal municipal con función de conocimiento de Bogotá le dio 48 horas a la EPS para que hiciera la valoración respectiva para la cirugía y diez días para hacer los procedimientos de extracción de biopolímeros con técnicas láser y mamoplastia reconstructiva. Además, dice el documento, “la EPS deberá garantizar todo el tratamiento multidisciplinario que requiere la paciente” hasta que su estado de salud mejore.

La decisión fue tomada el pasado 9 de agosto y notificada tres días después. Pero una vez más, a pesar de que ya se cumplieron los plazos ordenados, Capital Salud EPS sigue sin emitir una nueva orden de cirugía para Alejandra Villa. “Yo me pregunto por qué no me responde la EPS, si fue una orden del juez, eso es lo que más me martiriza. A veces siento que hay una discriminación en mi caso, porque no solo soy travesti, sino porque además soy negra”, dice Villa.

Por esta razón, el pasado viernes 19 de agosto los abogados que acompañan el caso hicieron una denuncia ante la Superintendencia Nacional de Salud en la que le solicitan sancionar a Capital Salud EPS y vincular a la Fiscalía y a la Secretaría de Salud para que investiguen y sancionen las acciones arbitrarias de la entidad prestadora de servicios de salud. Además, solicitan que la EPS le pida perdón a Alejandra Villa.

Este lunes, los abogados interpondrán un incidente de desacato ante el juez que falló la tutela, pues se habrán cumplido los plazos establecidos por él mismo para operar a Alejandra Villa, sin que esto haya sucedido. Con cada día que pasa, dice ella, la esperanza que sintió cuando supo que habían fallado a su favor, se apaga. La resignación y el miedo a morirse siguen dentro de su cuerpo.

“Nadie sabe por lo que yo estoy pasando -dice Alejandra Villa-. Yo puedo reírme y ‘recochar’ en el trabajo. Pero nadie sabe lo que me pasa cuando llego a enfrentarme con esas cuatro paredes de mi casa. Yo llego y me refugio en mi cama. Llego a pensar cosas. A veces hasta sueño. Una vez tuve un sueño en el que personas que yo conocí y que fallecieron por inyectase lo que yo me puse, me dicen que me están esperando. Me dicen que me estoy demorando en llegar. Con la mano me dicen “ven, ven”. A mí me da miedo morirme en cualquier momento”.

 

Por María Paula Rubiano

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