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“Popeye”, el sicario y la memoria histórica

El exjefe de sicarios del cartel de Medellín, ya libre tras pagar las condenas en su contra, dice ser la “memoria histórica” de esa estructura ilegal. Además, reveló durante una diligencia que ahora es “documentalista”. Se trata del hombre que asesinó a unas 3.000 personas en Colombia.

Redacción Judicial
11 de junio de 2015 - 02:18 a. m.
John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, reapareció este miércoles en Bogotá. / Gustavo Torrijos - El Espectador
John Jairo Velásquez Vásquez, alias “Popeye”, reapareció este miércoles en Bogotá. / Gustavo Torrijos - El Espectador

John Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, el hombre que segó la vida de más de 3.000 personas –según sus propias cuentas–, el locuaz gatillero de Pablo Escobar que décadas después recuperó la memoria para saltar al estrado de los testigos, el mismo sicario que en los más feroces tiempos del cartel de Medellín protagonizó una cruzada de barbarie y violencia para presionar la no extradición de la mafia colombiana, ese mismo hombre que se autodenomina como “una rata”, se considera hoy por hoy “la memoria histórica del cartel de Medellín”.

Así lo dijo durante una audiencia de Justicia y Paz realizada este miércoles en Bogotá, en un litigio por un apartamento que involucra al extraditado narcotraficante Félix Antonio Chitiva Carrasquilla, alias la Mica, a su medio hermano, Jorge González Carrasquilla y a Miguel Ángel Mejía Múnera, uno de los Mellizos. Alias Popeye –libre desde agosto de 2014 tras cumplir una pena de 23 años de prisión– reapareció después de 10 meses para desandar sus años como jefe de sicarios de esa estructura criminal. Lo hizo durante una hora.

Empezó diciendo, eso sí, que ya nada puede relacionarlo, distinto de su pasado, con ese mundo criminal de sicarios y carteles. “Ahora soy documentalista”, dijo sin ruborizarse, “y me dedicó a actividades literarias”. Popeye, pelo blanco todo, de jean y saco amarillo, sostuvo durante la diligencia que está realizando un documental sobre sus años con Escobar en Medellín. No dio más detalles, salvo reafirmar que nadie como él conoce los secretos del capo. Aunque muchos secretos suyos jamás se destaparon.

Popeye dijo que asistió a esta audiencia porque al salir de la cárcel se comprometió a comparecer ante “cada juez o fiscal que me buscara”, pero que puso en riesgo su vida porque “el Estado no me protege y no me deja tener armas por mis antecedentes”. En esa línea se quejó de su falta de seguridad, recordó las denuncias que ha ventilado contra el clan Ochoa y de nuevo –tal como con su memoria– volvió su locuacidad de siempre.

Paradójico sí, no dejó de murmurarse en la Sala de Justicia y Paz, que el hombre que hace tres décadas atentó contra casi todas las instituciones del Estado, aquel que dejó una estela de sangre en las familias del procurador Carlos Mauro Hoyos, la periodista Diana Turbay, el ministro Rodrigo Lara, el candidato Luis Carlos Galán, el coronel Valdemar Franklin Quintero, entre miles de víctimas más, hoy se muestre como una víctima desprotegida. Pero, además, una víctima que ahora hace documentales.

En su declaración Popeye se refirió a alias la Mica, condenado en Estados Unidos a seis años de prisión por narcotráfico. De él dijo que fue financiador del cartel de Medellín y de los hermanos Carlos y Fidel Castaño, que les entregaba, por lo menos, US$50 mil al mes, que la Mica era amigo suyo y de Escobar, y que incluso en su momento le ayudó a escapar cuando las autoridades llegaron a la hacienda Nápoles.

También dijo que en 1992 –tras la muerte de Fernando Galeano y Kiko Moncada– la Mica traicionó al cartel de Medellín al delatar a sus antiguos socios con el fin de obtener beneficios jurídicos por parte del gobierno de César Gaviria al punto de terminar unido con el grupo de los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar). Fue Chitiva, añadió John Jairo Velásquez, quien llevó a los Pepes a la finca La Manuela, de propiedad de Escobar, para que la volaran.

En su relato, Popeye contó que una vez muerto Escobar en un tejado de Medellín en diciembre de 1993, Chitiva se unió a los Mellizos Víctor y Miguel Ángel Mejía Múnera al punto de convertirse en su contador, hasta que fue capturado y extraditado a Estados Unidos. En ese país ya pagó su condena, pero se desconoce su paradero. Chitiva parece tener muchas claves del laberinto de crímenes, aún sin resolver, del cartel de Medellín, entre los cuales se cuenta el del director de El Espectador Guillermo Cano Isaza, perpetrado en 1986.

De vuelta a la diligencia, Popeye narró en detalle cómo hizo su organización para burlar el cerco de las autoridades al tiempo que ensanchaban su patrimonio exponencialmente: una especie de manual de testaferrato jamás indagado con suficiencia. Dijo que la regla era poner los bienes a nombre de familiares, porque dejarlos en manos de amigos no era negocio. “Cuando uno está en el hueco los amigos se acaban”. Les pasó, para nombrar apenas tres ejemplos, a Carlos Mario Alzate Urquijo, alias el Arete, Mario Alberto Castaño, alias Chopo, y Brancey Muñoz, alias Tyson.

Cerca de las 9:45 de la mañana Popeye salió de las instalaciones de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal de Bogotá. Se fue apurado. Fue su primera aparición luego de 10 meses en los que nada volvió a saberse de él, salvo que las autoridades investigaban si había vuelto a sus andanzas. El exjefe de sicarios ha dicho que está bastante seguro de que será asesinado, que las cuentas entre las mafias no se olvidan y que él mismo fue una “rata” que abandonó a su patrón antes de que cayera en un tejado de Medellín. Todos dieron por descontado que iba a esconderse. Que así acabaría su vida. ¿Pero, documentalista? “Estoy enfocado en mis actividades literarias”, dijo y se fue el nuevo “historiador” de Colombia.

Por Redacción Judicial

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