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¿Quién mató a Gamboa?

Por orden de una jueza, Fiscalía tendrá que reorientar investigación del homicidio de un oficial de la Policía. Se pidió indagar si fue asesinado por uno de sus propios compañeros.

Pablo César Guevara
01 de abril de 2013 - 10:00 p. m.
En septiembre de 2011 perdió la vida en extrañas circunstancias el teniente Vianey Gamboa, en Bogotá.  / El Tiempo
En septiembre de 2011 perdió la vida en extrañas circunstancias el teniente Vianey Gamboa, en Bogotá. / El Tiempo
Foto: CEET - Archivo particular Diario MÍO

Hasta hace un par de semanas, los únicos sospechosos del homicidio del condecorado teniente de la Policía Vianey Gamboa Murcia, ocurrido el 1° de septiembre de 2011, eran los miembros de una banda de ladrones con la que se enfrentó hasta resultar herido mortalmente con un arma de fuego. Pero ahora la Fiscalía, por decisión de la jueza novena especializada de Bogotá, tiene la tarea de recomponer este expediente. De acuerdo con la sentencia de la jueza Ximena Vidal Perdomo, las pruebas indicaron que no habrían podido ser los ladrones que llevaban fusiles quienes segaron la vida del oficial, sino alguien más y con otro tipo de arma. ¿Quién fue entonces?

Cuentan algunos de los policías que acompañaron al teniente Gamboa Murcia el día que fue asesinado, que él los citó horas antes de su muerte a una reunión. Ese encuentro se realizó, dijeron los uniformados, el 31 de agosto de 2011 entre las 8:00 y 9:00 de la noche. El objetivo: comunicarles que, según una fuente, en la mañana siguiente un grupo de delincuentes se movilizarían en camionetas y taxis para efectuar un robo a una residencia en el barrio Ciudad Montes, en el sur de Bogotá.

Dijeron que Gamboa, del grupo de contraatracos a residencias de la Sijín, no dio dirección exacta, sino que señaló que el asalto se registraría cerca de una iglesia y un caño, y que los citó para las 4:30 de la madrugada del día siguiente. El 1° de septiembre, a la hora señalada, Gamboa los organizó en patrullas, los policías tomaron sus elementos de dotación y se dirigieron hacia el lugar donde, se suponía, se iba a cometer el asalto. Finalmente, un operativo conformado por unos 25 uniformados salieron de la sede de la Sijín a las 6:30 a.m. de ese día.

Hacia las 7:45 de la mañana, un grupo de delincuentes llegó hasta una residencia ubicada en la carrera 37 con calle 10A Sur. En ese lugar y a esa hora una abuela preparaba a su nieto para enviarlo al jardín infantil, cuando escuchó que timbraron en la puerta. Eran, según ella, tres o cuatro hombres, con metralleta, revólver y pistola, y uno de ellos le pegó en la boca con el arma que traía para evitar que saliera de la casa. La anciana relató que los sujetos preguntaban dónde estaba la plata, y ella respondía que era de una familia muy humilde y que sólo ese día su esposo iba a cobrar el sueldo.

Pasados unos minutos, los obligaron a ella y a su cónyuge a subir al segundo piso de la casa, donde se encerraron en un cuarto aprovechando un descuido de los ladrones. Luego, narró la mujer, se desató una balacera. En medio de ese tiroteo recibió un disparo en la cabeza el teniente Gamboa, quien había llegado hasta el lugar conduciendo un taxi Hyundai Atos, acompañado en el vehículo por uno de sus compañeros, quien iba en la parte de atrás del vehículo. El impacto le causó la muerte horas después, cuando ya había sido trasladado a un hospital.

La abuela y su esposo dijeron que sólo se atrevieron a salir cuando ya habían pasado los disparos. Encontraron la puerta de la calle abierta y una maleta grande que estaba cerrada con un candado, que contenía ropa de otra nieta suya. Al parecer ese era el botín que habían tratado de robar los delincuentes.

La mujer aseguró que vio mucha gente en la calle y que un hombre que estaba llorando y que se identificó como policía le pidió permiso para ingresar a la vivienda porque necesitaba lavarse las manos, que estaban ensangrentadas, porque habían herido a un compañero. La Policía ese día capturó a cuatro delincuentes, a quienes responsabilizó de la muerte de Gamboa con un disparo de fusil. Pero luego de cerca de año y medio de investigación, la jueza Ximena Vidal Perdomo los absolvió por el asesinato del teniente, aunque los condenó a 47 años de prisión por delitos como secuestro simple, concierto para delinquir, porte de armas y tentativa de homicidio.

Durante el juicio varios policías que acompañaban al fallecido manifestaron que vieron salir a dos o tres sujetos de la casa asaltada, uno de los cuales cargaba un fusil y una maleta “que no le permitía movilizarse bien”. Testificaron que ese individuo se acercó al taxi y accionó el fusil contra el teniente, a una distancia de entre 40 y 50 centímetros. Entre tanto, el uniformado que iba en la parte de atrás del taxi que conducía Gamboa, afirmó que una vez comenzaron los disparos se escondió debajo de la silla, vio al atacante pasar cerca del automotor, hizo cuatro disparos y luego notó que el teniente estaba herido.

Sin embargo, Medicina Legal determinó que el teniente murió por un disparo recibido de atrás hacia adelante, de derecha a izquierda y de abajo hacia arriba, y que el disparo se produjo a menos de un metro de distancia. Con base en esa prueba y en el análisis del lugar de los hechos, el médico forense Máximo Alberto Duque —exdirector de Medicina Legal y pieza clave en la investigación por la muerte de Luis Andrés Colmenares— afirmó que el proyectil que penetró en la cabeza de Gamboa podría haber venido desde el interior del taxi.

“Lo que indican los análisis de balística es que en el vehículo se encontraron cinco orificios, básicamente en los vidrios, que eran de salida”, indicó Duque. Agregó, además, que tanto el orificio de entrada del disparo, como el de salida, correspondían a un proyectil de baja velocidad (como los que producen pistolas o revólveres), porque a la distancia descrita, un fusil (de alta velocidad) “le habría destruido la cabeza” y ocasionado la muerte de manera instantánea. Con todos estos elementos de juicio, la jueza Vidal ordenó que se reorientara la investigación para esclarecer la muerte del oficial. La Fiscalía, sin embargo, apeló el fallo, que tendrá que ser estudiado por el Tribunal Superior de Bogotá.

Por Pablo César Guevara

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