La resistencia civil de Granada

El último informe del Centro Nacional de Memoria Histórica relata las décadas de dolor y resistencia que vivió el municipio antioqueño en medio de la guerra.

José David Escobar Moreno
07 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.
Marcha de los granadinos el 9 de diciembre de 2000 incentivada por el Comité Interinstitucional en contra de la violencia paramilitar y guerrillera en diciembre del mismo año./ Jesús Abad Colorado
Marcha de los granadinos el 9 de diciembre de 2000 incentivada por el Comité Interinstitucional en contra de la violencia paramilitar y guerrillera en diciembre del mismo año./ Jesús Abad Colorado

A pesar de las 33.000 víctimas de desplazamiento forzado, las cerca de 3.000 personas desaparecidas forzadamente, 10 masacres y la confluencia de todos los actores del conflicto armado colombiano, Granada (Antioquia) nunca se dejó avasallar por la guerra. Por el contrario, supo reinventarse. Esa es la conclusión del último informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), “Granada: Memorias de guerra, resistencia y reconstrucción”.

La investigación del CNMH, que se nutrió de los testimonios de las víctimas, notas periodísticas y documentos oficiales, relata cómo desde los años ochenta las guerrillas del Eln y las Farc llegaron al territorio y se hicieron dueñas de la zona como consecuencia de la escasa presencia del Estado. El dominio subversivo durante las siguientes dos décadas le costó a Granada llevar el inri de ser “zona guerrillera” y la posterior incursión paramilitar en los años noventa.

Con la llegada y asentamiento de los grupos “paras” provenientes del Magdalena Medio y del Urabá antioqueño —comandados por el clan de los hermanos Castaño Gil—, más el inicio de las operaciones militares del Ejército, Granada se convirtió entre 1997 y 2004 en una de las regiones del país más azotadas por el conflicto armado. Incluso, en un extraño caso de la confrontación armada colombiana, los bloques Metro y Cacique Nutibara, ambos de las autodefensas, se enfrentaron a raíz de los desencuentros entre alias Doble Cero y Don Berna, jefes, respectivamente, de los grupos paramilitares en Granada y los municipios aledaños.

Según el informe del CNMH, que Granada fuera uno de los puestos estratégicos para los diferentes actores armados radica en que el municipio, en el oriente antioqueño, estaba ubicado en una zona de hidroeléctricas, en el camino entre el Magdalena Medio y Medellín y cerca de la autopista que comunica a Bogotá con la capital antioqueña. El texto de 380 páginas plantea que, además de los amplios bosques y la extensa oferta de alimentos que poseía la región, la ubicación geográfica del municipio permitía que las guerrillas tuvieran el control sobre los municipios de San Carlos, San Luis y Cocorná.

Jaime Montoya, poeta granadino y fuente de información del CNMH para este informe, declaró ante un medio local que después del año 2000 “se creó una guerra entre psicópatas”. Durante esta época la población de Granada tuvo que verse sometida a desplazamiento forzado, asesinatos, violencia sexual, masacres, amenazas, secuestro, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales, reclutamiento forzado, saqueos, detonación de casas bombas, empleo de personas como “mulas” y el uso de inyecciones letales con la población.

“La confluencia de todas ellas (acciones victimizantes) permite constatar una hipótesis planteada por el CNMH, según la cual la guerra colombiana no es una guerra de combatientes, en tanto afecta principalmente a la población civil, y tampoco es una guerra regulada. Esta afectación y desregulación es captada por la población cuando dicen ‘Esto fue la guerra total’, ‘Aquí nadie se salvó’, o ‘Granada entera se manchó de sangre’ para señalar el nivel de impacto y afectación que esta generó”, plantea la investigación.

Sin embargo, a la investigadora Martha Villa Martínez, quien lideró las investigaciones del informe, le sorprendió la actuación del Ejército en Granada, también registrada por Human Rights Watch en su informe sobre ejecuciones extrajudiciales del año pasado. “El batallón de artillería Coronel Jorge Eduardo Sánchez de la IV Brigada, el cual operaba en Granada, generó que la población también creara la imagen de un Estado violento”, le afirmó la investigadora a El Espectador.

La investigadora le aseguró a este diario que la tradición de los granadinos por conformar asociaciones permitió soportar los horrores de la guerra. La cohesión de las instituciones, canalizada en el Comité Interinstitucional de Granada, permitió entablar diálogos con los actores armados y crear espacios para recordar y homenajear a las víctimas. “Este municipio del oriente antioqueño es un ejemplo para Colombia en reconstrucción del tejido social y memoria histórica del conflicto colombiano”, puntualizó Villa Martínez.

Por José David Escobar Moreno

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