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Un museo para honrar a las víctimas del conflicto armado

El Centro de Memoria Histórica empezó a trabajar en la misión de establecer un museo de la memoria, como lo ordena la Ley de Víctimas.

Ángela Rojas VargasDiana Carolina Durán Núñez
16 de julio de 2012 - 09:45 p. m.

Si hay un punto en el que todas las orillas del conflicto colombiano parecen estar irrefutablemente unidas es que éste es un país desmemoriado. Quienes elaboraron la Ley de Víctimas lo sabían también y, por eso, a través de esta norma se estableció el gran reto de enfrentar ese “alzhéimer” colectivo creando un museo de la memoria “acerca de los hechos desarrollados en la historia reciente de la violencia en Colombia”. Este mes empezó en el Centro de Memoria Histórica (CMH) la discusión sobre qué deberá incluirse en él, pero la negociación para resolver este interrogante será compleja y polémica.

¿Se deberían exhibir las motosierras que protagonizaron las masacres de las autodefensas? ¿Los fusiles con que los guerrilleros han sembrado tanto dolor? ¿De qué manera se retratará la violencia estatal? “Sí deberían mostrarse objetos que hagan alusión a la crueldad, pero explicando también que detrás hay una estructura criminal motivada por ciertas causas —señala Juan Carlos Palou, de la Fundación Ideas para la Paz—. Eso sí: ninguna verdad es tan incluyente como para satisfacer a todos los involucrados. Es una controversia inevitable”.

Palou cree que, más allá de los objetos, el museo debe cumplir con dos propósitos: no dejar de lado a los autores, “para recordar que los responsables son seres humanos”, y ampliar la noción geográfica, ubicando, por ejemplo, fincas donde se cometieron actos de barbarie o fosas comunes. En otras palabras, señalar la violencia en donde ocurrió, como se hace hoy en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia). “Yo haría más una lectura desde las víctimas que desde los instrumentos de muerte. Hay que tener mucho cuidado con la mitificación”, advierte Camilo González Posso, director de Indepaz.

Juliana Vergara, coordinadora de proyectos del centro político Fescol, sugiere que los elementos que se incluyan en este museo de la memoria deben buscar que el público entienda el dolor de las víctimas: “Me gustaría que pusieran zapatos, porque invita a la gente a ponerse en los zapatos de los demás; son objetos sentimentalmente muy poderosos. También quisiera ver diarios como el de la holandesa que está en las Farc, porque permiten saber qué está pensando esa persona capaz de hacer el mal”.

Según el presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las FF.MM. (Acore), general (r) Jaime Ruiz, “ese museo debería ser una gran labor de reconocimiento para nosotros; no sólo por los muertos, sino también los que purgan penas humillantes por proteger este país. Que se vean las bombas, las minas antipersona y fotografías de los mutilados, e implementos terroristas como el caballo bomba. Pero no emblemas guerrilleros como la toalla de Tirofijo. ¡Qué tal! Sería reivindicar los símbolos de estos bandidos”.

Rodrigo Obregón, presidente de Colombia Herida, ONG que trabaja con viudas y huérfanos de uniformados, sostiene que el museo debería honrar “a los miles de hombres y mujeres que han luchado por la institucionalidad”. El defensor del Pueblo, Vólmar Pérez, cree que este lugar debe “dignificar a todas las víctimas del conflicto, pero con un manejo cuidadoso, evitando acciones que produzcan revictimizaciones y/o riesgos”.

Son tantos los estragos que ha dejado la violencia a su paso en este país que la discusión será una tarea titánica. Tarea en la cual, apoyado en experiencias regionales e internacionales existentes, el CMH ya se puso manos a la obra.

Por Ángela Rojas VargasDiana Carolina Durán Núñez

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