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“Un país nunca está listo para la revolución de los derechos”: Mónica Roa

Mónica Roa, la abogada que demandó la penalización del aborto en Colombia, se retira de la organización con la cual ganó esa batalla en la Corte Constitucional.

Diana Durán Núñez
14 de abril de 2016 - 04:03 a. m.

 

En Colombia, hasta el 10 de mayo de 2006 fue ilegal interrumpir el embarazo sin importar si, por ejemplo, era producto de un abuso sexual. Fue la abogada Mónica Roa, junto con la organización Women’s Link Worldwide (WLWW), quien abrió las puertas para que las mujeres pudieran abortar sin ser penalizadas, al menos en ciertos casos. El próximo 3 de junio, Roa se retirará de WLWW. El Espectador habló con ella, a propósito de su salida y de los diez años que pronto cumplirá uno de los fallos más importantes para las mujeres que se han producido en las últimas décadas.

Esta semana anunció que se va de WLWW. ¿Por qué el cambio?

En realidad, más que irme, espero que mi relación con WLWW cambie. Cuando empecé a trabajar solo era Viviana Waisman dirigiéndose a sí misma, como ella dice. Hoy somos una organización de 24 personas con proyectos en América Latina y el Caribe, Europa y África. Lo de irme lo pensé mucho, es muy difícil después de tener el trabajo ideal. Lo que más me gusta es el pensamiento estratégico desde el derecho, la política y las comunicaciones para generar cambio social. Quiero dedicarme a la consultoría, para trabajar en otros campos más allá de los derechos de las mujeres –que siguen siendo vitales–, como sostenibilidad ambiental o con comunidades afros e indígenas.

¿Con qué se sostiene la organización?

Con donaciones que vienen principalmente de fundaciones. En los últimos años hemos hecho un esfuerzo grande para fortalecer las donaciones de individuos, especialmente donde tenemos oficina: Bogotá y Madrid, donde no hay una cultura fuerte de filantropía. Las donaciones individuales representan un respaldo de la sociedad.

¿Qué concluye después de diez años de la despenalización parcial del aborto?

Los avances son impresionantes. Hoy, por ejemplo, vemos que ya fue aprobado el matrimonio gay. Cuando yo presenté la demanda, ya había un trabajo de muchas organizaciones; no empecé de ceros y es fundamental reconocer ese trabajo. Lo que sí generó la sentencia de la Corte fue un punto de inflexión para empezar a discutir de manera diferente. El tema del aborto lleva diez años en la agenda pública. Veo que dejamos de estar a la defensiva y empezamos una nueva etapa para lograr más de lo que ya se ha logrado.

¿Qué es más?

Hay varios ejemplos. El exfiscal Eduardo Montealegre no es el único, pero uno es su proyecto de ley. El otro es el que anunció Angélica Lozano y entiendo que hay otro par de congresistas interesados en presentar propuestas.

¿Le ve futuro a la propuesta del exfiscal Montealegre?

No lo sé, porque mi especialidad no es el trabajo con el Congreso, pero lo leo más en términos de cambio social. Incluso si el proyecto no es exitoso en sí mismo, lo es porque el debate apunta a otra dirección.

¿Colombia estará lista algún día para terminar de dar los cambios que este tema exige?

Un país nunca está listo para la revolución de los derechos. Hay que lucharlos y se ganan a pulso. No son por generación espontánea. No se debe pensar en si el país está listo, sino si hay gente lista para dar la pelea.

¿Cuál, exactamente, fue la pelea que escogieron dar ustedes?

Pensar en cómo generar impacto a través de la relación con jueces y con el litigio. Es que cada vez se hace más evidente: la revolución tiene que ser frente a la Rama Judicial, no la Legislativa. Ya tenemos suficientes normas, pero si no trabajamos con los hombres y mujeres que están encargados de aplicarlas, si se siguen aplicando a través de ese tamiz machista con el que muchos fuimos educados, no vamos a avanzar.

¿En qué consiste trabajar con los jueces?

Lo primero es entender muy bien cuál es la dinámica judicial, es decir, los criterios de un juez para ejercer su función. Hay para quienes administrar justicia es aplicar los procedimientos. Para otros, que sea acorde con los principios constitucionales y de derechos humanos. Hay que entender con qué juez se está interlocutando. Hacerlo tiene mucho potencial para generar cambios profundos, pero no es fácil y toma tiempo.

¿Por qué trabajar con los jueces?

Con los jueces no hay una línea directa en el marco de la democracia como la hay en las otras ramas: presidente y Congreso se eligen por voto popular. Está bien que no haya ese incentivo, pero eso hace que la sociedad civil pierda la sensación de que es importante hacer responsables a los jueces por sus decisiones. La justicia a veces tiene efectos políticos, que no es lo mismo que politiqueros.

Usted encabezó el debate más importante de la última década en cuanto a derechos de las mujeres, ¿quedó con alguna frustración al respecto?

Hay algo que todavía se puede explotar más y mejor: comunicar que cuando uno debate el tema del aborto, tiene que debatir al mismo tiempo la maternidad segura y la asistida, la adopción, el uso de anticonceptivos, la educación sexual y la prohibición del aborto forzado. Todos esos temas son un mismo debate. Si la gente lo entendiera así, habría mayor apertura a este tipo de temas. Tenemos que conectar los puntos, no podemos hablar de los problemas de implementación del aborto cuando al tiempo hay mujeres en La Guajira que quieren tener hijos pero se mueren de hambre.

WLWW creció con usted. ¿Qué se viene ahora para la organización?

El reto de mostrar que es fuerte, sólida. Va a ser sano para la organización tener gente con ideas nuevas, y para mí también. Tenemos un equipo fabuloso, si de algo me siento orgullosa es de haber sido testigo de cómo se ha formado una nueva generación de profesionales que eligen el camino del derecho de interés público.

 

Por Diana Durán Núñez

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