Una familia secuestrada

Un día antes de que iniciara el cese al fuego de las Farc, ese grupo armado ilegal asesinó a cinco soldados y secuestró a otro. Este diario habló con los familiares del uniformado plagiado.

Valentina Obando Jaramillo
24 de diciembre de 2014 - 01:14 a. m.
El soldado profesional Carlos Becerra Ojeda tiene 25 años, un niño de cuatro y otro más en camino. Su familia pide su inmediata liberación.  / Ejército
El soldado profesional Carlos Becerra Ojeda tiene 25 años, un niño de cuatro y otro más en camino. Su familia pide su inmediata liberación. / Ejército

El conflicto colombiano produce paradojas, tales como que una madre se alivie al saber que su hijo está secuestrado y no desaparecido, que no le hayan quitado esa esperanza de volverlo a ver y que no tendrá que pasar su vida recorriendo cementerios y morgues buscándolo, como tantas mamás en este país. Es el caso de Marleny Becerra, cuyo hijo, Carlos Becerra, fue plagiado por las Farc el viernes 19 de diciembre tras un cruento combate en el Cauca, en el que cinco uniformados perdieron la vida y otros siete resultaron heridos.

Un registro violento que tiene a los detractores del proceso de paz pidiendo que éste se suspenda y a las Farc aclarando que el mismo se produjo antes del anunciado cese al fuego unilateral y que, por ello, no han incumplido su palabra. Sea como sea, el soldado profesional Carlos Becerra Ojeda —quien tuvo que desplazarse de Jamundí a Dagua (Valle) por cuenta del conflicto cuando era muy joven—, lleva ya cinco días en poder de la guerrilla, que no ha dicho nada sobre su liberación.

Tiene apenas 25 años, cuatro de ellos al servicio de las Fuerzas Militares como soldado profesional. Según su mamá, su vocación no estaba en el Ejército. Cuando terminó el servicio militar obligatorio en Tolemaida, regresó a su casa y aunque repartió hojas de vida por montones, no consiguió trabajo. Volvió a la vida militar porque le resultaba una oportunidad de oro para ayudarle a su familia.

Marleny Becerra recuerda cómo tuvieron que romper el marrano de los ahorros para pagar los exámenes de su hijo en la Escuela Militar de Cali. Durante esos cuatro años de carrera militar ha pasado por los batallones de Pichincha, Suárez, Jamundí y Tumaco. Becerra tiene un niño de cuatro años y otro más en camino. Su novia, Geraldine Flórez, tiene cinco meses de embarazo.

Hoy se sabe, según información del Ejército, que está en manos de la columna móvil Jacobo Arenas de las Farc. El día anterior al combate ella y el uniformado habían hablado, como lo hacían todos los días. Él, que le colgó porque quería dormir un rato antes de la guardia, había quedado pendiente de contarle un mal sueño que había tenido la noche anterior. Su historia quedó en suspenso.

Al siguiente día Geraldine —quien lleva siete meses de noviazgo con el soldado profesional— pensó que él no la llamaba porque necesitaba descanso tras una guardia extenuante. Pero su suegra le quitó esa idea súbitamente cuando la llamó para contarle que lo tenían secuestrado. Poco tiempo después llegó la confirmación a través de los medios de comunicación.

Roberto Acosta no es su papá biológico, pero desde que cumplió los cinco años es más que su padrastro: es su confidente. Tanto, que conoce todas sus historias en el Ejército. Según Acosta, Carlos “nunca ha tenido miedo en el monte”. La última vez que esta familia vallacaucana vio a su hijo mayor fue en octubre, durante sus vacaciones, tiempo en el cual Becerra le hizo un collar al perro del batallón. No le gustaba el que tenía. “Carlos quiere mucho a ese perro, todo el tiempo está pensando si comió y si está bien”.

De acuerdo con su familia, el apoyo de Carlos Becerra es fundamental en el sustento del hogar, conformado por siete miembros, entre los cuales está su abuela de 94 años, un hijo especial y un niño de dos años que su mamá adoptó porque los papás no podían cuidarlo. Marleny Becerra y Roberto Acosta son muy creyentes. Esa fe es lo único que les devuelve algo de esperanza en estos tiempos difíciles.

Un secuestro que ocurre en un momento trascendental de los diálogos de paz entre las Farc y el gobierno Santos. Y que sirve para que se vuelva a poner en duda la voluntad de la guerrilla para avanzar en un acuerdo para terminar el conflicto en La Habana, Cuba. Hace apenas un mes el proceso tambaleó tras el secuestro del general Rubén Darío Alzate y de dos soldados de Arauca. Su liberación reactivó las conversaciones y, para muchos, demostró un compromiso de la subversión por continuar en la mesa. En la otra orilla los detractores de las negociaciones arreciaron sus críticas.

Al margen de ese episodio, este nuevo secuestro pone el escenario de la paz en una situación apremiante. Desde todos los frentes la exigencia es la misma: que lo liberen cuanto antes y sin condición alguna. Las Farc, además, se comprometieron a un cese unilateral que está siendo examinado con lupa desde múltiples escenarios. La familia de Becerra quiere que el uniformado regrese cuanto antes para cerrar este capítulo de zozobra que ajusta cinco días con sus largas noches. Según País Libre, con corte a septiembre de 2014, unas 22 personas habrían sido plagiadas por las Farc.

 

vobando@elespectador.com

@valentinaoj

Por Valentina Obando Jaramillo

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