Como explicó Sandra Vilardy, profesora de la Universidad del Magdalena y doctora en ecología, esta mortandad de peces obedece a una reducción del oxígeno en el agua y no es nueva en la región.
Hace cuatro años la sequía impidió que el agua dulce ingresara a estas pequeñas ciénagas que componen el complejo y que son más pandas, de unos 30 centímetros. Al no recibir agua dulce suficiente se empezaron a salinizar y esto provocó la mortandad del manglar y sus especies.
Ahora que empezó a llover, el agua dulce volvió a entrar en el sistema. El problema es que arrastra materia orgánica muerta y podrida, que sale a las ciénagas, consume el oxígeno del ecosistema y acumula fósforo, que se vuelve tóxico.
De acuerdo con Vilardy, para dimensionar la magnitud del problema es necesario hacer sobrevuelos, porque las lanchas no pueden ingresar a los humedales debido a la baja profundidad.
Los pescadores del sector dicen que esta disminución de la pesca repercute en sus ingresos económicos y su seguridad alimentaria. Además, la contaminación orgánica termina siendo riesgosa para la salud pública de los lugareños. “Si no se recoge este pescado, termina siendo materia disponible para bacterias, que son gravísimas”, sostuvo Vilardy.
Ya van dos grandes mortandades en menos de mes y medio. “Desconocemos mucho lo que pasa allá adentro por falta de acceso y necesitamos una acción urgente, no sólo para recoger los peces, sino para dimensionar la carga de materia orgánica hacia el interior de las ciénagas”, afirmó Vilardy. Hizo un llamado para que las autoridades encargadas densifiquen el monitoreo de calidad de agua y suministren alivios sociales, “porque los pescadores se van a quedar sin qué comer o trabajar”, concluyó.