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Así descubrieron el ‘pájaro oruga’

El biólogo colombiano Gustavo Londoño habla de su más reciente hallazgo en el Amazonas: un ave que imita a una oruga venenosa para protegerse.

Fabio Posada
05 de marzo de 2015 - 02:41 a. m.
La plañidera cenicienta, cuyas crías imitan la forma y el comportamiento de una oruga muy tóxica de la familia Megalopygidae, mejor conocida como oruga peluche por su aspecto plumoso. / Fabio Posada
La plañidera cenicienta, cuyas crías imitan la forma y el comportamiento de una oruga muy tóxica de la familia Megalopygidae, mejor conocida como oruga peluche por su aspecto plumoso. / Fabio Posada
Foto: William Orlando Niampira Gamba

La vida suele ser muy dura para los animales salvajes. Por eso la selección natural prueba distintas estrategias, unas más eficaces que otras, para aumentar las probabilidades de supervivencia de las distintas especies. El caso de las aves en las selvas profundas del Amazonas es dramático: de cada 100 nidos, 80 son víctima de ataques por parte de sus depredadores.

Esto explica por qué gran parte de ellas desarrolla extraordinarias capacidades para no ser devoradas por los más fuertes. Aunque en otras ocasiones también lo hagan para cazar a sus presas, como ocurre con la mantis orquídea (Hymenopus coronatus), un pequeño pájaro de color rosa y blanco que se camufla entre las flores y ataca a sus víctimas por sorpresa.

Pero entre los pájaros que se disfrazan tratando de desviar la atención de sus depredadores o para acechar a sus propias presas, existe sólo una especie en todo el mundo: la plañidera cenicienta (Laniocera hypopyrra), cuyas crías imitan la forma y el comportamiento de una oruga muy tóxica de la familia Megalopygidae, mejor conocida como oruga peluche por su aspecto plumoso.

Y aunque las plumas de color naranja brillante con puntos negros con que se “visten” estas criaturas indefensas durante sus primeras semanas de vida en apariencia no las dejan pasar desapercibidas, e incluso podrían parecer una mala estrategia evolutiva, son precisamente esas características las que les permiten ser confundidas con un temido bicho, situación que les facilita la supervivencia.

“Las plumas suaves de las crías de esta especie tenían barbas largas naranja con puntas blancas que semejan las de una oruga peluda de las más venenosas que existen en la Amazonia”, comenta Gustavo Londoño, biólogo y profesor de la Universidad Icesi de Cali, quien fue el primero en identificar esta particular adaptación evolutiva, conocida como mimetismo batesiano, que rara vez ocurre en los animales vertebrados y mucho menos en las aves.

Si bien Londoño y su equipo de investigadores estudian dicha especie desde 2012, apenas en diciembre pasado, cuando ya tenían suficiente evidencia, describieron esta “maña” de la naturaleza en la prestigiosa revista de la Sociedad Americana de Naturalistas.

El impacto ha sido enorme en la comunidad científica. Desde que publicó su artículo hasta la fecha se han escrito por lo menos una docena de reseñas en portales especializados como Discovery Channel, Science News y National Geographic, entre otros. Además, el reconocido columnista del New York Times Carl Zimmer dedicó uno de sus artículos a comentar el hallazgo.

“Lo que pudimos documentar es que cuando su nido se encuentra en peligro, las crías no emiten sonidos de auxilio, como la mayoría de los polluelos, sino que adoptan una forma similar a la de la oruga, esconden la cabeza y la mueven de lado a lado, tal como lo hace el insecto venenoso”, explicó Londoño a El Espectador.

El biólogo se sorprendió al descubrir que adoptan el mismo comportamiento incluso cuando sus padres regresan al nido y sólo cuando estos emiten un código secreto se sienten seguros para abandonar su actuación y pedir comida.

“Este trabajo apenas comienza. Ahora debemos recoger información sobre cómo se dio esta adaptación, entre otras preguntas que debemos resolver para entender a fondo sus complejidades”, concluye Londoño, quien sin embargo reconoce que el futuro de ese trabajo es incierto, toda vez que de los 4.000 nidos encontrados durante los ocho años que lleva investigando el comportamiento de las aves en la zona amazónica entre Perú y Colombia, “sólo hemos visto dos de esta especie”.

 

Por Fabio Posada

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