Estar frente a una mina de Drummond y una de Cerrejón, las mayores productoras de carbón del país, no es muy diferente. Las dos comparten el mismo paisaje gris, de material inerte, polvillo y ruido. En las dos se mueven camiones gigantes que pueden medir hasta 14 metros de largo y tener una altura de seis metros; trabajadores protegidos siempre con casco, gafas y tapabocas, y decenas de otras máquinas también enormes que remueven las entrañas de la tierra para extraer trozos del carbón que vale oro.
En un viaje de siete días que Luis Ángel (fotógrafo) y yo hicimos por los pueblos carboneros del Cesar y La Guajira, llegamos también al corazón de dos de las más grandes minas a cielo abierto del país: Pribbenow (Drummond) y Tajo Patilla (Cerrejón). Si hay alguna diferencia evidente entre ambas, es el ritmo al que van. Mientras Pribbenow marcha acelerada, frenética, en Tajo Patilla todo parece ir más lento, más reposado.
Cuando les pregunto a los empleados de Cerrejón por esto, me explican que mientras ellos tienen cinco tajos para extraer 33 millones de toneladas de carbón al año, en Drummond se explotan 24 millones de toneladas de una sola mina (la mayoría del carbón de Drummond proviene de Pribbenow, aunque tiene una segunda, El Descanso, que apenas está empezando a andar).
Pero este es sólo un análisis superficial de lo que vimos, oímos y sentimos al estar allí. Los detalles de cómo funciona cada una por dentro nos los entregaron luego sus empleados, mientras nos guiaban en este recorrido. Esto fue lo que vimos.
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*Lea mañana una crónica sobre Tamaquito, el pueblo wayuu reasentado por Cerrejón