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Centinelas del medio ambiente

A través de fotografías colgadas en la web Conserva.co, los colombianos podrán reportar casos de tráfico de fauna y la degradación de ecosistemas.

Angélica María Cuevas G.
26 de diciembre de 2012 - 07:37 p. m.
A través de Conserva.co los usuarios podrán colgar fotografías como la de este oso, que sirvan para denunciar el tráfico de especies silvestres.  / Fundación Conserva
A través de Conserva.co los usuarios podrán colgar fotografías como la de este oso, que sirvan para denunciar el tráfico de especies silvestres. / Fundación Conserva

Por cada una de las 27 pieles de babilla que cargaba en el costal, Agustín Abelino Peralta iba a recibir entre $180.000 y $200.000. Pero el 29 de noviembre, a pocas horas de cerrar el negocio, Peralta cayó en un retén de la policía en Santa Marta. Las pieles fueron decomisadas y el diario local El Informador publicó las fotografías del hombre de 28 años parado junto a dos agentes, cerca de las pieles extendidas en el piso.

En sus múltiples salidas de campo por territorio colombiano, el veterinario Carlos Valderrama se cansó de ver la misma escena de Peralta protagonizada por otro campesino, otros animales y otros policías. Se cansó también de los casos impunes y de los ofrecimientos que a él mismo le hicieron para que comprara animales enjaulados o pieles de felinos. Valderrama, magister en Salud de Animales Silvestres de Royal Veterinary College of London, decidió convocar a un grupo de colegas para actuar frente a la situación.

La certeza de que el tráfico de fauna no podía ser resuelto sólo a través de acciones policiacas llevó al veterinario a idear una plataforma digital donde los ciudadanos pueden reportar posibles daños contra el ambiente.

Así creó Conserva.co, una aplicación web a la que se puede acceder a través de www.conserva.co y también puede ser descargada desde las tiendas virtuales integradas a los teléfonos inteligentes (como Google Play y próximamente App Store).

Conserva permite, en tiempo real y protegiendo la identidad del usuario, reportar, por medio de fotografías con comentarios, acciones como la cacería y el comercio ilegal de especies, la contaminación y la degradación de ecosistemas.

La aplicación, que cuenta con el visto bueno de la Policía Nacional, Parques Regionales, el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y el Ministerio de Ambiente, pretende convertirse en una plataforma que les permitirá a estas instituciones monitorear y atender las denuncias ciudadanas.

Después de que las personas reporten y los biólogos y expertos de Conserva les respondan, según el caso, como pueden actuar frente a la situación, la idea es que ese reporte se le entregue a la Policía y a las autoridades ambientales para que adelanten sus protocolos. De esta manera podría identificarse en qué zonas del país están siendo más recurrentes estas acciones”, dice Valderrama.

Desde el 23 de noviembre, día en que fue presentada la aplicación, el portal ha registrado más de 800 denuncias. “Es una plataforma para quienes queremos hacer algo por estos animales y por lo que ellos significan para nuestros ecosistemas. No basta con que algunos humanos se conformen con reciclar, necesitamos participar de las acciones de conservación”.

El tráfico ilegal de especies silvestres es considerado una de las principales causas de disminución de las poblaciones animales en el mundo y uno de los mercados ilegales más poderosos (después de el tráfico de armas y de drogas). Según la Interpol, mueve anualmente US$17.000 millones.

En Colombia, reptiles como las babillas y las boas, junto a los pájaros y mamíferos, encabezan la lista de los más traficados (ver gráfico). Hasta octubre de este año la Policía Nacional había incautado más de 43.700 animales, entre los que aparecían más de 5.700 aves y 200 mamíferos. En promedio estas especies pudieron haberles representado a sus comercializadores ganancias hasta por $64.000 millones.

Aunque la biodiversidad de Colombia la ha convertido en uno de los principales focos de explotación animal, expertos como Claudia Brieva, de la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS) de la Universidad Nacional, ven con preocupación que ante los ojos de los turistas o los habitantes de las zonas donde se capturan las especies silvestres, su compra y venta pase desapercibida, haga parte de la cotidianidad. “Hace unos años nadie le encontraba problema a llevarse una lora para la casa, era parte de la cultura campesina. Pero cuando vieron que el negocio era rentable, empezaron a jugar de intermediarios. Es que no les cuesta nada. Cuando extraes un animal de su hábitat no inviertes un solo peso. Pero por la lora en Bogotá te pagan $100.000 y por fuera del país más de $1’000.000”, dice Brieva.

Agrega que “la gente desconoce que al entrar en contacto con animales silvestres se expone a muchas enfermedades que ellos portan pero que no se les manifiestan” y explica cómo los comerciantes maltratan y encierran los animales en jaulas pequeñas para generar lástima en los turistas e incentivar su venta: “uno de cada diez sobrevive al proceso de extracción y exhibición. Por cada compra que se haga, así sea por lástima, se está condenando a cientos de ellos a ese mismo destino”.

Por Angélica María Cuevas G.

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