Construir paz y cambiar la cara del Urabá antioqueño, combatiendo lo que parece inevitable: el cambio climático. Ese es el propósito del plan Clima y Paz 2040, que busca frenar los efectos de este fenómeno al tiempo que mejora la calidad de vida de sus habitantes, impulsando distintas iniciativas realizadas por ellos enfocadas en la reconstrucción del tejido social.
Una de las motivaciones que llevaron a que Corpurabá, Cordupaz y la ONG E3-Economía, Ecología y Ética formularan el plan fue la historia de la región. Ubicada en la zona costera de Antioquia, a finales de los noventa se convirtió en escenario de confrontación entre distintos grupos armados ilegales, paramilitares y guerrilleros. Su entrada al mar Caribe resultó clave para el tránsito del narcotráfico, convirtiendo una ventaja territorial en un problema. La guerra fue tan devastadora que dejó masacres como la de La Chinita en 1994, en la que murieron 35 personas.
Además del estigma y los daños sociales que marcaron al Urabá, esa violencia también golpeó duramente al medioambiente. Desde principios de los noventa se perdieron, en todo el territorio colombiano, más de seis millones de hectáreas. Precisamente el plan Clima y Paz 2040 quiere invertir ese escenario para beneficiar y reconstruir la zona. Así como el conflicto armado ha tenido un grave impacto en el ambiente, cuidarlo puede ayudar a la construcción de paz y al mejoramiento de la calidad de vida de las personas.
Arbey Molina, subdirector de Planeación y Ordenamiento Territorial de Corpurabá, explica que para atender los principales desafíos que trae consigo el cambio climático (el riesgo de que el nivel del mar aumente 30 centímetros para 2030 o que para 2100 la temperatura suba 3°C y las precipitaciones tengan una variación aproximada del 10%), es necesario el apoyo no solo de las autoridades sino de toda la sociedad.
Por eso, para formular el plan se crearon nueve comités temáticos que analizaron las necesidades generales de la región y específicas de cada municipio. Estas comisiones encontraron que es necesario que en el Urabá Antioqueño se trabaje desde seis ejes estratégicos básicos para el desarrollo: agricultura, ganadería y seguridad alimentaria, ecosistemas y biodiversidad, gestión del agua, infraestructura compatible con el clima, entornos resilientes y nuevas economías incluyentes.
Todos estarían cobijados por tres ejes transversales: regeneración del tejido social y cultural, educación y comunicación y ordenamiento territorial. Las líneas de trabajo en este proyecto van dirigidas, como lo expone Mariana Rojas Laserna, directora de la Dirección de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, a resolver “dos grandes desafíos: hacerle frente al cambio climático y consolidar la paz a través del fortalecimiento de las estructuras de gobernanza y el tejido social en pro del mejoramiento de la calidad de vida”.
Para lograrlo se eligieron 60 iniciativas entre las que se encuentran, explica Molina, proyectos de ahorro de agua, incentivo de la bicicleta, programas de adaptación de barrios costeros, un proyecto de cacao compatible con el clima, programas turísticos y alternativas para la producción pesquera.
Un plan tan ambicioso, sin embargo, no solo necesita de buena voluntad sino de suficiente financiación para que pueda prosperar. Y ese es, sin duda alguna, otro de los grandes retos de esta iniciativa. Para hacerse a una idea basta con mencionar que para funcionar los primeros siete años se requieren $90 mil millones, es decir, más de $12 mil millones anuales.
Aunque Corpurabá y las alcaldías invierten en asuntos ambientales, no es suficiente. Por ello se ha tenido que buscar el apoyo del Gobierno Nacional y de la comunidad internacional. La Unión Europea “entregará 11,5 millones de euros -más de $37.500 millones- para el programa de Fortalecimiento y consolidación de capacidades locales y regionales para la planificación, el ordenamiento territorial y la construcción de la Paz (Forpaz)", que beneficiará al plan.
Pero más allá de la financiación y ante los desafíos que supone este ambicioso proyecto, Molina afirma, con cierto tono de esperanza en su voz, que para cumplir el objetivo proyectado a 27 años lo principal es la educación: “Si no convencemos a la gente de que esta es la mejor alternativa para un futuro mejor, este plan podría convertirse en un documento más archivado en una biblioteca”.