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Educación con alma verde

Pensando en la sustentabilidad, colegios como el Rochester, el Gimnasio Moderno y la EPE han creado proyectos para usar de manera sostenible los recursos.

María Mónica Monsalve S.
29 de marzo de 2015 - 02:00 a. m.
Educación con alma verde

Ubicado en el municipio de Chía, el colegio Rochester es el único con certificación LEED Gold en Latinoamérica. Es decir, todos los materiales con los que se construyeron sus bloques, así como el proceso operativo con el que funciona, son amigables con el medio ambiente. Los jabones son biodegradables, los elementos electromecánicos de bajo consumo y los adoquines elegidos evitan que se dé el efecto isla y se libere calor afectando el microclima.

Un bosque nativo en medio de la ciudad

Este colegio es uno de los ejemplos de cómo las instituciones educativas han desarrollado modelos sustentables para disminuir su huella ambiental. Al igual que el Gimnasio Moderno y la Escuela Pedagógica Experimental (EPE), se ha puesto la capa verde para promover iniciativas de reutilización, innovación y ahorro de los recursos.

En el caso del Rochester los edificios, que llaman hubs, sólo ocupan el 23% del predio, lo que permite hacer un uso efectivo de la zona verde: tienen una huerta, un invernadero y han plantado 400 especies nativas tanto en el colegio como en Chía. Sin embargo, lo que más sorprende son las distintas alternativas que utilizan para disminuir su consumo de agua y energía.

En los últimos cinco años han dejado de enviar cinco toneladas de residuos al relleno sanitario, tratan los restos orgánicos para generar abono y están ahorrando 35% de agua y 66% de energía eléctrica.

Para aprovechar la energía solar, el colegio tiene tres sistemas distintos. Las duchas de los vestuarios del centro acuático se calientan con paneles térmicos de placa plana, mientras la piscina se climatiza con paneles solares de polipropileno. Además, sobre unos de sus hubs se encuentra un sistema de energía solar fotovoltaica que produce el 12% de la demanda eléctrica del campus.

Con el fin de reducir el consumo de agua, el colegio tiene una planta de tratamiento (PTAR) para las aguas negras y grises que vienen de la institución. En otras palabras, el agua de los baños y la cafetería es tratada en cinco etapas para que pueda ser reutilizada en la descarga de inodoros y riego.

Para Jorge Quintero, director ambiental del Rochester, lo más importante de este proyecto es que todo sea visible para los estudiantes. “El colegio es un libro abierto que les permite vivenciar todo el proceso”, dice.

Por esto han recreado uno de los espacios designados para las aulas como el hábitat del oso de anteojos. A través de la siembra de especies pertenecientes a los páramos, los estudiantes pueden aprender cómo vive este animal en peligro de extinción.

Como parte de los 100 años de su fundación, el Gimnasio Moderno se impuso el reto de educar para la sustentabilidad, lo que, según el profesor Mauricio Álvarez, implica formar ciudadanos conscientes independientemente del camino que escojan. Por esto, el colegio ha desarrollado una serie de proyectos que buscan hacer más verde el espacio que tienen en la ciudad.

Desde hace cinco años, tanto alumnos como profesores han trabajado en la siembra de árboles nativos en el colegio, una reforestación masiva que les ha permitido tener alrededor de 2.800 plantas de 30 especies nativas. Cauchos, robles y nogales reemplazaron los pinos que rodeaban el colegio, convirtiéndolos, según estiman Álvarez y la profesora de biología Catalina Saavedra, en el espacio con mayor biodiversidad por unidad de área en la zona.

Aproximadamente 210 metros del perímetro de la cancha de fútbol han sido reforestados, formando una barrera contra el ruido de la calle y atrayendo nueva fauna para que los alumnos puedan hacerle seguimiento.

Otra de las áreas en las que el trabajo de la institución se ha enfocado es convertir las “zonas verdes inútiles” en lugares llenos de vegetación. En esos pequeños prados que separan construcciones o zonas de parqueo, el colegio también ha plantado árboles que les ayuden captar más CO2. “Tener espacios podados, sin que nadie los use implican un gasto en trabajo y gasolina, y lo que se quiere es reducir el gasto de energía”, afirma Álvarez.

De hecho, el parque de los Fundadores, que está dentro de los límites del colegio y que en un principio era sólo pastizal, ha sido transformado en un arboreto de especies andinas, y los profesores lo quieren declarar reserva forestal.

Detrás de todo proyecto de la Escuela Pedagógica Experimental (EPE), hay una política de reutilización y recuperación del conocimiento ancestral. Por esto, el colegio ubicado en la vía a La Calera ha desarrollado varios planes que bautizaron con el nombre de Economía Azul.

La iniciativa, que toma su nombre del libro de Gunter Pauli donde se recopilan distintas propuestas ambientales, busca demostrar que se pueden desarrollar procesos de producción amigables con el medio ambiente a bajos costos. “La economía verde tiene un problema, y es que sólo es funcional para el estrato siete”, afirma Dino Segura, profesor de física de la EPE. Por esto, con los trabajos que han desarrollado buscan demostrar lo contrario.

En el proyecto con los juguetes e instrumentos azules, por ejemplo, los alumnos de los grados más altos han creado maracas y zampoñas reutilizando distintos materiales, sin gastar dinero. Y en vez de comprar abono para la huerta, la EPE utiliza los residuos de la cocina y hacen compostaje.

Bajo la iniciativa Plantas Mágicas, además de cultivar flores ornamentales y vegetales, la escuela tiene asignado un espacio para las matas medicinales. De ese modo no sólo buscan recuperar la tradición ancestral, sino también producen jabones, cremas y vinagres de cocina. La idea es que los alumnos puedan ver que no todo se compra en el supermercado y se den cuenta de que la mayoría de los productos los suministra la tierra.

Para Nicolasa Díaz, encargada de las plantas medicinales, la magia de la escuela está en que todo se relaciona con la naturaleza. Si los alumnos necesitan aprender matemáticas, van al arboreto del colegio para aprender fórmulas con los 60 árboles de 30 especies de los cerros orientales. Y si necesitan aprender a narrar, ella les enseña cuentos con las historias de las plantas que crecen en su huerta.

Por María Mónica Monsalve S.

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