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El primer halcón pechirrojo en una selva de cemento

Se trata de una especie poco común en el país que se registra por primera vez en Bogotá.

María Paulina Baena
24 de enero de 2014 - 11:54 a. m.


Aterrizó en el Jardín Botánico el pasado domingo 19 de enero por la noche. Se cree que se estrelló contra un cable de alta tensión o que, posiblemente, chocó contra un vidrio, y cayó, como un vagabundo, o mejor, como una vagabunda – así les llaman a las especies que se pierden o se comportan de manera atípica a la manada–, porque los investigadores sospechan que es una hembra por su peso y porque generalmente se desplazan acompañados de otro individuo de su misma especie.

El halcón es un ave rapaz, es decir caza presas para alimentarse. El BirdLife International, institución especializada en el estudio y recopilación de datos de aves de todo el mundo, confirma que el pechirrojo se alimenta de aves pequeñas, murciélagos y roedores. Así mismo, habita los bosques de tierras bajas y bordes de sabana. Actualmente, está clasificada en Centroamérica como especie en vía de extinción, debido a la fragmentación de su hábitat por procesos de deforestación.

Por eso, una de las posibles explicaciones que justifica la presencia del halcón pechirrojo en Bogotá es que el Jardín Botánico cuenta con una abundancia de presas como torcazas y palomas domésticas, que son muy seductoras para esta especie. “Las torcazas generan un atractivo para esta especie de halcón. Cuando no encuentra estas condiciones, va migrando o vagando”, explicó el director del Jardín Botánico, Luisz Olmedo Martínez.

De acuerdo con César Márquez, ornitólogo e investigador especialista en aves rapaces, esta ave sólo se ha visto en seis oportunidades en el país, en lugares como el Valle del Magdalena, el Valle del Cauca y la vertiente oriental de la Cordillera Oriental. El primer avistamiento tuvo lugar en El Espinal, Tolima. Además, las investigaciones apuntan a que este halcón frecuenta los lugares con transiciones climáticas. El experto argumenta que, “la presencia de esta especie en el Jardín Botánico de Bogotá constituye una verdadera novedad científica”.

De igual manera, la presencia de esta ave en el Jardín Botánico da cuenta de la importancia de este escenario en la ciudad para la concentración de aves que están en busca de refugio y alimento. Germán Andrade, Subdirector Científico del Instituto de Investigación en Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y asesor del Jardín Botánico, aseguró que el hallazgo “es buena noticia para el Jardín Botánico, dado que el halcón no es residente y encontró una buena oferta de alimento”.

Así ha pasado con otras especies que han llegado de visita a este centro verde de la capital. En el Jardín se ha registrado la presencia de aves ocasionales como el Martín-pescador-grande (Megaceryle torquata) y el Avesol (Heliornis fulica). Sus visitas son raras en la Sabana de Bogotá, pues, por lo general, se les encuentra en las orillas de ríos y caños de las tierras bajas selváticas.

Lo anterior implica un fenómeno general. Andrade explica que en los espacios urbanos es posible encontrar jardines con una flora y fauna suficiente para que las especies ocasionales o vagabundas se asienten. Claro que dichas aves se mueven en espacios muy amplios y, por lo tanto, no son permanentes ni residentes del jardín y hay que liberarlas.

Para Martínez, director del Jardín Botánico, el descubrimiento es histórico por varias razones. Primero, porque el ave encontró un espacio importante para establecer su hogar, lo que habla muy bien de la cobertura vegetal que tiene el jardín. Y, segundo, porque se ha aumentado el número de palomas y golondrinas, y esto ratifica que el ave encontró un entorno saludable para hacer su casa. Una de tantas casas que tendrá, una casa de paso, pero al fin y al cabo, su casa. De modo que el descubrimiento: “habla bien de la ciudad, habla bien del jardín y es un llamado al ciudadano para que se dirija a las autoridades cuando presencie algo así”, concluyó el director.

Evidentemente, el halcón contó con una dosis de suerte. Su paradero hubiera podido ser el parabrisas de algún carro, una calle concurrida o el techo de algún edificio, pero cayó donde lo necesitaban, donde la estaban buscando y donde le podían dar el cuidado para liberarlo.

De hecho, después de que el ave fue sometida a una revisión veterinaria del equipo especializado del Jardín Botánico se decidió que iba a ser liberada. El riesgo de dejarla ir es inminente, pues puede caer en algún sitio inesperado en el que no recibirá la atención requerida. No obstante, el Jardín Botánico no es un zoológico y promueve la observación y la preservación, no el cautiverio. Así lo aseguró su director Luisz Olmedo Martínez y concluyó que, “nos interesa que haya mejoramiento de las especies en su condición natural, que sigan libres y que encuentren condiciones favorables para su reproducción natural.”

El halcón pechirrojo fue liberado y dejado a su libre albedrío para volar esta selva de cemento o conocer otros destinos más amigables. En últimas, es un vagabundo, que no sabe para dónde va, ni de dónde viene.
 

Por María Paulina Baena

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