La colombiana detrás de la biodiversidad mundial

Ana María Hernández se convirtió en la primera presidenta de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas. En entrevista con El Espectador habla del panorama de tener un millón de especies amenazadas.

María Mónica Monsalve / Paula Casas Mogollón
10 de mayo de 2019 - 02:00 a. m.
Ana María Hernández es jefa de la  Oficina de Relaciones Internacionales, Política y Cooperación del Instituto Humboldt.  / Cristian Garavito - El Espectador
Ana María Hernández es jefa de la Oficina de Relaciones Internacionales, Política y Cooperación del Instituto Humboldt. / Cristian Garavito - El Espectador

A principios de esta semana, casi a la par de que el mundo se enterara de que alrededor de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción, a Colombia se le estaba dando la “batuta” para liderar la lucha contra la pérdida de biodiversidad. En París y con la aprobación de 129 países, Ana María Hernández, jefa de la Oficina de Relaciones Internacionales, Política y Cooperación del Instituto Humboldt, se convirtió en la primera mujer presidenta de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes). (Lea: “Un millón de especies del mundo están en peligro de extinción”: Ipbes)

Hernández recuerda el momento con emoción. “Fue una elección muy orgánica, casi que ni me la esperaba. El representante de Granada anunció la candidatura del representante de América Latina y el Caribe, que era yo. Y sir Robert Watson, que tenía la presidencia, pregunta: ‘¿Alguien tiene alguna objeción?’. Silencio. ‘Entonces Ana María Hernández queda nombrada como próxima presidenta’, dice. ¡Pum! Da un martillazo y estuvo. Yo quedé impactada”.

Antes de estudiar Relaciones Internacionales en la Universidad Jorge Tadeo, ella creyó que iba a ser bióloga marina; pero, de alguna manera, también cree que lo que ha hecho desde su profesión la ha devuelto a esta misión. Su tesis, laureada, fue sobre recursos marinos y desde hace 22 años se ha movido entre la negociación y la biodiversidad. Ha trabajado en el Instituto Humboldt, en el Ministerio de Ambiente y en la Fundación Natura. Pese a las catastróficas cifras que arrojó el informe del Ipbes sobre la biodiversidad del mundo, Hernández prefiere pararse en la orilla de la esperanza. (Le puede interesar: La colombiana Ana María Hernández es la nueva presidenta de la Plataforma Mundial de Biodiversidad)

Un informe de esta magnitud sobre biodiversidad no se hacía desde el 2005. ¿Qué es lo más interesante?

Este informe es totalmente diferente. Es muy innovador en términos científicos, pero no solamente incluye conocimiento científico, sino diversos sistemas de conocimiento asociados a la biodiversidad, como los conocimientos indígenas y locales. Además, hace un análisis de la gobernanza y la política asociada a todos estos escenarios. Es una evaluación supremamente comprensiva que a la final nos dice, mire, básicamente hay un millón de especies en vía de extinción. Si usted no cambia su comportamiento y sigue haciendo los negocios como se han hecho usualmente, en 2050 nos va muy mal. Pero si usted cambia comportamientos, si usted cambia acciones y si usted cambia pensamientos, puede lograr revertir esos procesos de pérdida de biodiversidad de servicios ecosistémicos. Si no se hace, el problema es que se pierden las especies, que eso es importantísimo, pero también que nosotros nos ponemos en peligro.

¿Y cuáles cambios se le pueden sugerir al individuo y al Gobierno?

Por ejemplo, hay un tema que se le puede sugerir al individuo, pero también tiene que ver con los sectores y con los gobiernos: cambiar el comportamiento de patrones de producción y consumo. Es algo en lo que no estamos siendo sostenibles. Yo hago mercado cada quince días y me saca la chispa que abra la nevera al final de los días y haya cosas pudriéndose, que tenga que botar la comida. En el ámbito individual, hay algo muy poderoso también, que es el movimiento de no utilizar pitillo y bolsas de plástico, que ha generado una revolución buenísima.

Ahora, si cambiamos esos patrones de consumo significa que en la producción y a nivel económico se debe, también, hacer un cambio de pensamiento hacia la sostenibilidad, sin sacrificar rentabilidad, que es algo que el sector privado tiene que ver cómo hace. Hay dilemas, como que si se es más sostenible la rentabilidad se baja, pero no tenemos por qué sacrificar el desarrollo económico. La discusión es de vieja data, pero de todas formas se tiene que aterrizar en acciones concretas.

¿Cree que la discusión en torno a cambio climático ha invisibilizado el tema de la pérdida de biodiversidad?

El cambio climático es un fenómeno que incide directamente en la pérdida de biodiversidad y técnicamente hay una correlación entre ambos. Se suelen analizar conjuntamente. Ahora, en términos políticos, tradicionalmente, el cambio climático sí ha tenido una atención diferente al tema de biodiversidad, quizá porque es un fenómeno que afecta inmediatamente: ya estamos sintiendo calor, el cambio en los regímenes de lluvias, vemos el blanqueamiento de los corales. En cambio, en países ricos en biodiversidad y a nivel global en la biodiversidad uno tiene una sensación de que la pérdida es como más lenta y lejana. Es una mera percepción social y cultural. Entonces, los gobiernos, si bien están respondiendo inmediatamente a las dos demandas, en términos de notoriedad siempre se pone en primera plana el tema del cambio climático.

Pero en biodiversidad ya están las alertas, ya se conoce el riesgo y no solo gracias a esta evaluación, sino a los diferentes datos que han salido. Y hay que entender que no es solamente perder el millón de especies, sino entender que para defender nuestra propia existencia debemos defender nuestra biodiversidad. (Le podría interesar: "Pedimos que dejen de financiar actividades que destruyen la naturaleza")

¿Qué fue lo que más le sorprendió del informe?

Me ha causado impacto el volumen de peligro para la vida marina por el plástico. También me llamó la atención la tasa de pérdida y transformación de territorios por transformaciones de uso del suelo y la tasa de pérdida de especies endémicas, que es algo que a mí, en lo personal, me da una tristeza enorme, porque eso no es recuperable.

Usted lleva 22 años hablando y trabajando este tema. ¿Cree que hay una sensación de anestesia, que ya no reaccionamos ante los resultados de estas evaluaciones?

Creo que es un tema de percepción y de cultura social. Por un lado, nosotros en Colombia nos llenamos la boca diciendo que somos el tercer país más megadiverso del planeta y como vemos el verde por la ventana y que el árbol sigue ahí, no le paramos bolas. No hemos podido aprender a ver la biodiversidad desde la multiplicidad de sus valores. Nosotros todavía no entendemos que la biodiversidad no solamente tiene un valor económico o un valor intrínseco por existir, sino que también tiene un valor estético, cultural, social. Sin embargo, veo que ese letargo está cambiando. Hace veinte años estos temas no eran tan importantes, pero ahora es un tema social que cada vez agarra más fuerte. En un periódico vi que había una encuesta de percepción de jóvenes sobre lo que más les importaba en ese momento y uno de los temas más importantes era el medio ambiente. Yo digo que ya estamos en el corazón y en la agenda de la gente, y eso es algo maravilloso. Estamos despertando de ese letargo como sociedad y la sociedad para mí es la que impulsa cualquier motor para la toma de decisiones.

¿Cómo ve el año 2050?

Hay un análisis que nos pinta el 2050 como un momento en el que tenemos que volver a repensarnos. ¿Para ese año cómo nos vemos? Si seguimos haciendo las cosas mal, simplemente no nos vemos. Pero yo estoy optimista, por la misma onda de los copresidentes de la evaluación: nos estamos sacudiendo, estamos empezando a hacer las cosas bien. Yo creería que a 2050 todavía sobrevivimos.

¿Ve voluntad política en Colombia para recibir la sugerencia que da el informe del Ipbes?

Sí, existe. Por ejemplo, acabamos de iniciar la Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, que estamos haciendo con un consejo asesor donde están sentadas las entidades públicas y privadas que van a incorporar esos procesos. Es una evaluación que además tiene un capítulo que no tiene ninguna evaluación Ipbes a nivel planetario, que es de gobernanza de pueblos indígenas de comunidades locales. Estamos metiendo el conocimiento tradicional como parte fundamental de nuestra evaluación nacional y esperamos tener esa evaluación para octubre.

También estamos haciendo, gracias a una sentencia de la Corte Constitucional, una evaluación sobre los impactos de la minería en los ecosistemas a nivel sociológico. Lo estamos haciendo con metodología y marco conceptual de la Ipbes. La minería tiene mucho ataque, genera pasiones, así como el fútbol, y genera mucha preocupación, así que ha sido muy interesante ver cómo, desde las diferentes vertientes del conocimiento y de las experiencias, se están sentando a hablar del tema.

Más de 120 países acordaron tener a una colombiana como presidenta del Ipbes ¿Cómo puede ser Colombia coherente frente a esta voluntad?

Claro, la perspectiva cambia, porque una cosa es ir a un espacio internacional defendiendo un punto de vista y otra cosa es representar a toda la comunidad mundial. Además, el hecho de que yo provenga del tercer país más megadiverso del mundo, de que tengamos tanta riqueza cultural, tanta apropiación social (así sea para discutir y hacer conflictos), genera una capacidad adicional para poner sobre la mesa las diferentes problemáticas a nivel global y poder interactuar desde la experiencia que llevamos desde el país. Es una oportunidad única que yo no sé qué tanto podrían llevar otras personas que no estuvieran y que no vinieran de un país como Colombia. (Le puede interesar: Dentro de 50 años los tigres de bengala podrían desaparecer por el cambio climático)

¿Y qué representa ser la primera mujer en ocupar este cargo?

Creo que las mujeres tenemos una diferencia, una capacidad un poco diferente de manejar las cosas. Veo que los hombres tienen una forma de hacer las cosas, de ver la realidad y de manejar las relaciones diferente a como lo hacemos las mujeres. Somos más abiertas a los cambios. Tuve la oportunidad en París de poder copresidir un grupo de trabajo. El copresidente era Ivar Baste, de Noruega. Un hombre fabuloso, fenomenal, nos la llevamos genial. La gente estaba feliz por la forma como dirigimos la reunión, porque él tenía su forma de ser, mucho más reflexivo, intelectual, serio, y yo mucho más ejecutiva en la toma de decisiones, pero sonriente, con el chiste. En la forma de abordar la organización y la toma de decisiones dentro del organismo vamos a tener claramente un cambio de lo que era sir Robert Watson a lo que soy yo. No sé si esto tenga que ser por la personalidad o por el hecho de ser mujer. Pero me parece lindo el reconocimiento por un tema también de equidad.

¿Cuál es la sensación personal que le queda del informe: de catástrofe o de esperanza?

Estoy esperanzada, así de fácil. Cuando uno es profesor le pasa eso. Yo veo a los estudiantes y la preocupación real que tienen, las ganas por trabajar por esto. Definitivamente mi panorama es alentador. Pero dentro de los próximos tres años que yo tengo la presidencia de Ipbes tenemos que trabajarlo duro y parejo para que efectivamente sea más alentador.

Por María Mónica Monsalve / Paula Casas Mogollón

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