Ya está listo el texto final que se presentará mañana a los jefes de estado en el comienzo oficial de la Conferencia Río+20 que se extenderá hasta el próximo viernes.
El ministro de relaciones exteriores de Brasil, Antonio Patriota, se mostró entusiasmado al afirmar que se había logrado un texto “100% acordado por los 193 países” que harán presencia en la cumbre. “Significa una victoria del multilateralismo. El espíritu de Rio continúa vivo, 20 años más tarde” de la Cumbre de la Tierra de 1992, añadió.
Sin embargo el entusiasmo de Patriota contrasta con posiciones de países en desarrollo como Venezuela y Bolivia, que lamentaron la falta de compromiso de los países ricos en el tema de financiación para la cooperación.
René Orellana, jefe de la delegación de Bolivia, le dijo a AFP que el texto “es débil porque no incluye las obligaciones de los países desarrollados para el financiamiento de políticas sostenibles”. La misma opinión expresó Claudia Salerno, jefa de la delegación de Venezuela, quien apuntó que el documento “es un reflejo de lo que los países estamos dispuestos a hacer” y que, sin duda, el tema de la financiación estaba en manos de las naciones desarrolladas.
Los días previos a la cumbre, conocidos como “el segmento de los negociadores”, terminaron con un consenso tibio en la mayoría de temas pero con dos buenas noticias. Por un lado se aprobó el fortalecimiento del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que había sido uno de los principales llamados de la comunidad internacional; incluso los países europeos estaban pidiendo la creación de una nueva agencia mundial del medio ambiente que reemplazar a este.
Por otro lado se trazó un camino para el desarrollo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una idea que nació desde Colombia y que busca comprometer a todos los países con metas sociales y ambientales, que sustituirán los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU que expiran en 2015. Paula Caballero, directora de Asuntos Económicos, Sociales y Ambientales de la Cancillería, explica que estos objetivos “son metas que deben ayudar a los países a tomar decisiones, a catalizar cooperación internacional, a hacer transferencia de tecnología y a lograr mejores prácticas en muchos ámbitos”.
Quizás uno de los mayores fracasos de las conversaciones, como lo han manifestado Bolivia y Venezuela, se dio en materia de financiación y de creación de nuevos “fondos verdes”. La crisis económica en Europa, los momentos de transición de poder en algunos países y la división histórica en el tema medio ambiental entre naciones desarrolladas y naciones en vía de desarrollo, impidió llegar a un acuerdo.