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Los recicladores de la Sierra Nevada

Los arahuacos trabajan a lomo de mula para sacar de sus tierras ancestrales la basura que ellos y los turistas producen.

Nelson Sierra Gutiérrez
17 de noviembre de 2012 - 09:00 p. m.
Samuel Villafañe y su madre, Dominga, quien le inculcó desde su niñez el vínculo y el amor por la Sierra.  / Nelson Sierra G.
Samuel Villafañe y su madre, Dominga, quien le inculcó desde su niñez el vínculo y el amor por la Sierra. / Nelson Sierra G.

El golpeteo de los cascos de una vieja mula sobre las piedras de uno de los caminos ancestrales que bordea la Sierra Nevada interrumpe la sinfonía de las criaturas que deambulan en las noches de la Sierra.

Son las dos de la mañana, hace una hora que Samuel, un indígena arahuaco, salió del resguardo Gun Aruwun, ubicado en la parte más alta de las montañas del departamento del Cesar, con su nada apreciada carga: 30 kilos de desechos sólidos, que la llegada de alimentos occidentales y el modernismo trajeron consigo: plástico, vidrio, cartón, latas y las tóxicas pilas. Materiales totalmente ajenos a la fertilidad de su sagrada tierra. Con el paso de los años, y sin que ellos se dieran cuenta, la basura los fue invadiendo como una plaga mortal y silenciosa propagada por ellos mismos. Los frutos que producían sus huertos y el agua de sus cascadas no eran los mismos, tenían un sabor extraño, sabor que sólo catadores como ellos podían distinguir. Era el sabor tóxico de la basura. Desde ese momento, hace cinco años, emprendieron una guerra que no están dispuestos a perder. Así es que poco a poco se organizaron por grupos y empezaron su infatigable y minuciosa tarea, logrando recolectar varias toneladas de desechos, pero no sabían qué hacer con ellos, pues su falta de conocimiento y de recursos no los podían desechar de forma correcta. En ese momento se dieron cuenta de que empezaban a perder una guerra que ya sabían ganada. En ese momento es cuando aparece Sierra Viva, un proyecto creado hace 2 años por la Confederación Indígena Tayrona, la Corporación Horizontes, Tetra Pak y, más recientemente, la Fundación Natura, con el objetivo de establecer un esquema sostenible y de largo plazo para el manejo integral de residuos sólidos en la Sierra Nevada de Santa Marta, al cual se unieron varias de las empresas más importantes del país aportando recursos y conocimiento para salvar así la Sierra.

El recorrido que hace Samuel arranca desde la población de Gun Aruwun, donde se recolectan los desechos de siete asentamientos indígenas, siendo Sogrome el más lejano. Durante su viaje nocturno recorre la ribera del río Donachui, pasando por el pueblo de Arwamake, hasta su desembocadura en el emblemático río Guatapurí. En ese punto tan sólo lleva la mitad de su recorrido, la noche no representa ningún tipo de peligro, cosa que no pasaba hace algunos años cuando los grupos al margen de la ley dominaban parte de este sagrado territorio y se arriesgaba la vida por llevar unos bultos de basura.

Luego de 7 horas de travesía, Samuel llega a su destino: Sabana Crespo, centro de acopio de desechos, los cuales son resguardados en un cambuche, formado por 14 maderos y unas cuantas tejas de cinc, el cual fue construido con dedicación y esmero en una de las tantas jornadas para ganar esta larga y fructífera guerra. Cada vez que se completan alrededor de 300 bultos, que contienen los desechos recolectados en cada uno de los hogares y durante las jornadas realizadas los sábados por las mujeres de la comunidad, se llama al camión para que los lleve a la Cooperativa de Recicladores de Valledupar, a dos horas de recorrido.

Samuel Villafañe, hijo de Dominga, la líder de las mujeres de la región de Sabana Crespo y ambientalista por vocación, es ahora el dinamizador del proyecto de Sierra Viva y su labor consiste en asegurarse de que el programa se ejecute de manera efectiva. Periódicamente va a cada uno de los resguardos repartiendo los empaques en los que se recogen los desechos y va por las escuelas enseñando a los niños que la naturaleza es su mayor riqueza y que como sea hay que protegerla.

La pelea contra las basuras no es la única batalla que libra la comunidad arahuaca, también están tratando de recuperar 360 mil hectáreas de la Sierra de manos de los colonos, quienes desde el gobierno de Rojas Pinilla y la Ley de Tierras Baldías se apropiaron de ellas y las reclamaron como suyas luego de volverlas productivas, desplazando así a quienes son y serán siempre sus dueños. La conciencia ambiental de esta comunidad es tal, que las tierras que les compran a los colonos no las usan como zonas productivas, sino que dejan que la naturaleza reclame lo que era suyo, se regenere de manera natural, y lo que antes eran potreros se transformen en monte y selva.

Samuel, un ingeniero ambiental de la Universidad Santo Tomás de Valledupar, sólo espera que el proyecto, programado hasta 2014, continúe por más tiempo y que las empresas privadas se sigan comprometiendo con todos los programas que tengan que ver con la protección de la Sierra.

Sierra Viva en cifras

En la primera fase de impleSamentación de Sierra Viva se logró bajar alrededor de 28.000 kilos de residuos sólidos, con un promedio de cuatro toneladas por jornada, en la ciudad sagrada de Nabusimake y en la comunidad de Donachui. El material recuperado se clasificó así: vidrio, 62%; Pet, 9%; chatarra, 8,6%; baterías, 14%, y otros materiales, incluidos los envases de Tetra Pak, 6,4%. Para la segunda fase del proyecto, que comenzó hace 6 meses con los nuevos aliados, se ha ampliado significativamente el impacto de 2 a 13 pueblos arahuacos, se han beneficiado 8.131 personas, 1.358 familias del área de influencia, se han bajado alrededor de 48.975 kilos de residuos sólidos adicionales y las autoridades de los diferentes poblados de la zona están concientizadas y comprometidas con el proceso. Para 2013 se esperan realizar 20 viajes y sacar de la Sierra aproximadamente 100.000 kilos de residuos sólidos, a un promedio de 4,5 toneladas por jornada.

Por Nelson Sierra Gutiérrez

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