Los ríos que las Farc pintaron de negro

El último ataque guerrillero ha manchado de petróleo más de 80 kilómetros del río Mira, en Tumaco, dejando 160 mil habitantes de Nariño sin agua.

Karen Tatiana Pardo Ibarra
27 de junio de 2015 - 09:00 p. m.
Pese al derrame de crudo en el río Caunapí, ocurrido el 8 de junio, los habitantes siguen utilizando sus aguas para uso diario. / Confidencial Colombia
Pese al derrame de crudo en el río Caunapí, ocurrido el 8 de junio, los habitantes siguen utilizando sus aguas para uso diario. / Confidencial Colombia

El conflicto armado se ensaña con la población civil, pero también con humedales, ríos, montañas, animales y plantas. Para nadie es un secreto que el medio ambiente también debería ser considerado una víctima de la guerra en Colombia.

Desde el pasado 22 de mayo, cuando las Farc anunciaron el levantamiento del cese unilateral del fuego, han derramado al menos 14.000 barriles de petróleo en ríos, humedales, nacederos de agua y cultivos, producto de la voladura de oleoductos, un método de guerra que se ha repetido en las últimas décadas.

Sólo este mes, los ríos Catatumbo y Tibú, en Norte de Santander; Caunapí, Rosario, Mira y Sucio, en Nariño, y Cuembí, en Putumayo, se han visto gravemente afectados por derrames de petróleo que han ocasionando daños irreparables a su fauna y flora, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria y económica de aproximadamente 84.000 campesinos, indígenas y pescadores que dependen de estos ecosistemas.

Según Ecopetrol, se han registrado 39 acciones violentas contra oleoductos en lo corrido del año, siendo el Transandino el más afectado, con once ataques perpetrados en los municipios de Mallama, Barbacoas, Tumaco, Córdoba y Contadero, en Nariño.

Los animales también han sido víctimas. De acuerdo con un informe del Instituto Alexánder von Humboldt, 15 especies de reptiles y 20 de anfibios están sufriendo las consecuencias del crudo derramado, entre ellos la rana marsupial y la de cristal, así como las babillas y tres especies de tortugas de río. Adicionalmente, los ataques amenazan unas 30 especies de peces y 25 de mamíferos, algunos de ellos en riesgo de desaparición, como la danta, el armadillo, el leopardo, el manatí, el ñeque y el venado de cola blanca.

El último de los atentados, y el más grave, fue en la madrugada del 22 de junio, en Tumaco, donde más de 410.000 galones de petróleo llegaron al río Mira y dejaron sin agua a los 160.000 habitantes del municipio.

Cuando el país esperaba que los voceros de las Farc en La Habana dieran una explicación a estos hechos, su respuesta dejó a más de uno perplejo: el viernes, a través de un comunicado, la guerrilla aplaudió la más reciente encíclica ambiental presentada por el papa Francisco. El jefe de los negociadores del Gobierno en Cuba, Humberto de la Calle, les pidió a los guerrilleros ser coherentes con su discurso (ver recuadro).

Pero algunos académicos como Germán Márquez, biólogo de la Universidad Nacional y autor de diferentes artículos científicos sobre la relación entre conflicto armado y medio ambiente, creen que el Gobierno “muestra su rabo de paja” con estas posturas, porque “insiste en el tema de cuidar el medio ambiente, pero sus mayores esfuerzos están volcados a procesos extractivistas de petróleo y carbón, por lo que les hace falta coherencia entre lo que se quiere y lo que se hace al seguir pensando que desarrollo es sinónimo de extractivismo”.

Guerrilleros y posconflicto

La discusión sobre cuál será el futuro de los guerrilleros de las Farc si la paz se firma es inconclusa. Germán Andrade, subdirector del Instituto Humboldt, ve como una opción viable la participación de los excombatientes en “temas de vigilancia y monitoreo ecológico, y descontaminación de los cuerpos de agua dado su conocimiento de la selva colombiana”.

Algo similar piensa César Rodríguez Garavito, miembro fundador de Dejusticia y director del Observatorio de Justicia Ambiental, quien considera que “en un escenario de posconflicto, los excombatientes deberían participar en el cuidado de los ecosistemas, menos los que están involucrados en minería ilegal”. Adicionalmente dice que es indispensable crear un diseño territorial del posconflicto en el cual el manejo ambiental y el uso de los recursos naturales esté controlado. “Podemos firmar la paz, pero si no hay ese componente de control territorial los conflictos ambientales van a continuar, pues seguirán siendo un foco de violencia”.

Sin embargo, Javier Sabogal, experto ambiental del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), considera que la atención debe estar puesta sobre la población rural y no tanto sobre la guerrilla.

“Se pueden fortalecer, por ejemplo, el ecoturismo y el pago por servicios ambientales para que los campesinos tengan nuevas alternativas económicas y de participación y así no vean en la guerra una opción viable. Por eso no hay que hablar sólo de la guerrilla. Lo crucial es involucrar a campesinos en todo para que no vean en la lucha armada una opción de vida”, dice.

Contrario a la propuesta del procurador, Alejandro Ordóñez, de suspender las negociaciones “para exigirles a las Farc que no atenten criminalmente contra la población civil y las Fuerzas Militares como lo están haciendo”, los expertos creen que es todo lo contrario: hay que acelerar la firma de un acuerdo para que el medio ambiente no se siga viendo afectado.

Márquez insiste en que “el conflicto armado no se ha acabado, la guerrilla no ha sido derrotada y por eso los ataques persistirán hasta que firmemos la paz. Por fortuna la naturaleza se recupera solita, pero las consecuencias serán enormes”.

A continuación describimos algunos de los últimos hechos delictivos que las Farc han cometido contra oleoductos del país y que tienen graves implicaciones para el medio ambiente:

Oleoducto Caño Limón- Coveñas
 
Los atentados al oleoducto Caño Limón-Coveñas el pasado 16 de junio dejaron cerca de 16.000 habitantes sin el servicio de agua potable, dada la contaminación del río Tibú (que llega hasta el lago Maracaibo, en Venezuela), y la quebrada Cristalina, que desemboca en el río Catatumbo. El hecho ocurrió en las veredas 
Campo Seis y Filo Guamo.
 
Oleoducto Trasandino
 
La voladura del oleoducto Transandino, en el municipio de Tumaco el pasado 8 de junio, por parte de la columna móvil Daniel Aldana de las Farc, generó el derrame de más de 4.000 barriles de crudo que contaminaron gravemente los ríos Caunapí y Rosario, que desembocan en el río Mira. 
 
Dadas las condiciones de pobreza en las que se encuentra la comunidad, los habitantes continúan haciendo uso de estas aguas para bañarse, lavar y preparar sus alimentos; incluso se ve a los niños tomando un chapuzón al lado del petróleo, por lo que ya empiezan a presentar brotes en la piel y fuertes dolores de cabeza y estómago.
 
La mancha, de 20 kilómetros de hidrocarburo, que iba directo a la Bahía de Tumaco sobre el océano Pacífico, se pudo controlar con mallas protectoras y camiones que han succionado lo que se ha derramado. Sin embargo, el hecho fue considerado como una “tragedia ambiental” que dejó a más de 7.500 familias sin el servicio de agua potable y con secuelas en la pesca y agricultura.
 
El 11 de junio se presentó otro atentado en la vereda El Carmen, del municipio de Córdoba, al sur de Nariño, donde el derrame de más de 2.000 barriles de crudo ocasionó un fuerte incendio y afectó el río Sucio, que desemboca en el río Guamuez que, a su vez, va a parar al río Putumayo.
 
En la madrugada del 22 de junio dinamitaron nuevamente el oleoducto a la altura del kilómetro 72 en la vereda Pinde, causando el derrame de más de 410.000 galones de crudo sobre la quebrada Pianulpí, que surte al río Guisa, y éste a su vez al río Mira, que alimenta el acueducto de Tumaco. 
 
El ministro de Ambiente de Colombia, Gabriel Vallejo, señaló que “se trata de una tragedia incalculable, el peor daño ambiental y social de los últimos 10 años”.
Cerca de 160.000 habitantes del municipio no cuentan con el servicio de agua potable, por lo que se están perforando pozos profundos y suministrando el líquido con carrotanques y buques de la Armada para mitigar los impactos.
 
Derrame intencional
 
Luego de que un grupo de hombres del frente 48 de las Farc obligara a 23 conductores de camión a vaciar 200.000 galones de petróleo en la vía que de Puerto Vega conduce a Teteyé, el Ministerio del Medio Ambiente arrojó un reporte preocupante: nueve humedales que equivalen a 3,5 hectáreas, tres tanques piscícolas y varios nacimientos de agua que abastecen a los habitantes de las veredas Santa Rosa y La Cabaña fueron afectados por el derrame. Más de 450 familias sufren las secuelas de las afectaciones a la quebrada Lorenzo y el río Cuembí.
 
Sin embargo, tres días después se presentó un nuevo atentado en la vereda Los Achapos por parte del mismo grupo guerrillero. Esta vez fueron vertidos 722 barriles de crudo (32.000 galones) en zona rural del municipio de Puerto Asís.
 
Según el Ejército, se está controlando el avance de crudo sobre las quebradas Aguas Negras, Chufiyá y Mansoyá para que la mancha no logre llegar al principal afluente del departamento: el río Putumayo. Más de 70 mil barriles se han succionado en los últimos días. 
 
También se inmovilizó una caravana de ocho carrotanques y obligaron a sus conductores a derramar el crudo de tres de ellas en la vereda La Alea.
 
***
 
El discurso “contradictorio” de las Farc
 
Luego de que el papa Francisco presentara su encíclica “Sobre el cuidado de la casa común”, las Farc se pronunciaron al respecto diciendo que era “un instrumento de reflexión con ideas absolutamente acertadas” que convocan a “pensar en el bienestar de toda la sociedad”. Eso sí, advierten que para lograr estos objetivos, en medio de un proceso de paz, es necesario tomar “medidas racionales y razonables como la del cese al fuego bilateral”. En respuesta, el jefe negociador del Gobierno en Cuba, Humberto de la Calle, les pidió a los guerrilleros ser coherentes con su discurso, pues “la idea de proclamar la defensa del medio ambiente, destruyendo el medio ambiente, es inaceptable”.
 

Por Karen Tatiana Pardo Ibarra

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