El conflicto armado se ensaña con la población civil, pero también con humedales, ríos, montañas, animales y plantas. Para nadie es un secreto que el medio ambiente también debería ser considerado una víctima de la guerra en Colombia.
Desde el pasado 22 de mayo, cuando las Farc anunciaron el levantamiento del cese unilateral del fuego, han derramado al menos 14.000 barriles de petróleo en ríos, humedales, nacederos de agua y cultivos, producto de la voladura de oleoductos, un método de guerra que se ha repetido en las últimas décadas.
Sólo este mes, los ríos Catatumbo y Tibú, en Norte de Santander; Caunapí, Rosario, Mira y Sucio, en Nariño, y Cuembí, en Putumayo, se han visto gravemente afectados por derrames de petróleo que han ocasionando daños irreparables a su fauna y flora, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria y económica de aproximadamente 84.000 campesinos, indígenas y pescadores que dependen de estos ecosistemas.
Según Ecopetrol, se han registrado 39 acciones violentas contra oleoductos en lo corrido del año, siendo el Transandino el más afectado, con once ataques perpetrados en los municipios de Mallama, Barbacoas, Tumaco, Córdoba y Contadero, en Nariño.
Los animales también han sido víctimas. De acuerdo con un informe del Instituto Alexánder von Humboldt, 15 especies de reptiles y 20 de anfibios están sufriendo las consecuencias del crudo derramado, entre ellos la rana marsupial y la de cristal, así como las babillas y tres especies de tortugas de río. Adicionalmente, los ataques amenazan unas 30 especies de peces y 25 de mamíferos, algunos de ellos en riesgo de desaparición, como la danta, el armadillo, el leopardo, el manatí, el ñeque y el venado de cola blanca.
El último de los atentados, y el más grave, fue en la madrugada del 22 de junio, en Tumaco, donde más de 410.000 galones de petróleo llegaron al río Mira y dejaron sin agua a los 160.000 habitantes del municipio.
Cuando el país esperaba que los voceros de las Farc en La Habana dieran una explicación a estos hechos, su respuesta dejó a más de uno perplejo: el viernes, a través de un comunicado, la guerrilla aplaudió la más reciente encíclica ambiental presentada por el papa Francisco. El jefe de los negociadores del Gobierno en Cuba, Humberto de la Calle, les pidió a los guerrilleros ser coherentes con su discurso (ver recuadro).
Pero algunos académicos como Germán Márquez, biólogo de la Universidad Nacional y autor de diferentes artículos científicos sobre la relación entre conflicto armado y medio ambiente, creen que el Gobierno “muestra su rabo de paja” con estas posturas, porque “insiste en el tema de cuidar el medio ambiente, pero sus mayores esfuerzos están volcados a procesos extractivistas de petróleo y carbón, por lo que les hace falta coherencia entre lo que se quiere y lo que se hace al seguir pensando que desarrollo es sinónimo de extractivismo”.
Guerrilleros y posconflicto
La discusión sobre cuál será el futuro de los guerrilleros de las Farc si la paz se firma es inconclusa. Germán Andrade, subdirector del Instituto Humboldt, ve como una opción viable la participación de los excombatientes en “temas de vigilancia y monitoreo ecológico, y descontaminación de los cuerpos de agua dado su conocimiento de la selva colombiana”.
Algo similar piensa César Rodríguez Garavito, miembro fundador de Dejusticia y director del Observatorio de Justicia Ambiental, quien considera que “en un escenario de posconflicto, los excombatientes deberían participar en el cuidado de los ecosistemas, menos los que están involucrados en minería ilegal”. Adicionalmente dice que es indispensable crear un diseño territorial del posconflicto en el cual el manejo ambiental y el uso de los recursos naturales esté controlado. “Podemos firmar la paz, pero si no hay ese componente de control territorial los conflictos ambientales van a continuar, pues seguirán siendo un foco de violencia”.
Sin embargo, Javier Sabogal, experto ambiental del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), considera que la atención debe estar puesta sobre la población rural y no tanto sobre la guerrilla.
“Se pueden fortalecer, por ejemplo, el ecoturismo y el pago por servicios ambientales para que los campesinos tengan nuevas alternativas económicas y de participación y así no vean en la guerra una opción viable. Por eso no hay que hablar sólo de la guerrilla. Lo crucial es involucrar a campesinos en todo para que no vean en la lucha armada una opción de vida”, dice.
Contrario a la propuesta del procurador, Alejandro Ordóñez, de suspender las negociaciones “para exigirles a las Farc que no atenten criminalmente contra la población civil y las Fuerzas Militares como lo están haciendo”, los expertos creen que es todo lo contrario: hay que acelerar la firma de un acuerdo para que el medio ambiente no se siga viendo afectado.
Márquez insiste en que “el conflicto armado no se ha acabado, la guerrilla no ha sido derrotada y por eso los ataques persistirán hasta que firmemos la paz. Por fortuna la naturaleza se recupera solita, pero las consecuencias serán enormes”.
A continuación describimos algunos de los últimos hechos delictivos que las Farc han cometido contra oleoductos del país y que tienen graves implicaciones para el medio ambiente: