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Mi árbol en el Amazonas

El proyecto de reforestación se realiza en las selvas de Vaupés y le permite a las personas comprar la siembra de un yopo, loiro o yaca yaca. Los suscriptores de El Espectador ya cuentan con 940 ejemplares.

María Mónica Monsalve
25 de junio de 2015 - 02:46 a. m.
Los árboles del proyecto Saving the Amazon son sembrados por indígenas Wananos y Cubeos, en el Vaupés. / María Mónica Monsalve S
Los árboles del proyecto Saving the Amazon son sembrados por indígenas Wananos y Cubeos, en el Vaupés. / María Mónica Monsalve S

Mientras en Bogotá se construyen más de 341.000 metros cuadrados de área para oficinas, en la selva amazónica se han plantado 5.800 árboles nativos en dos años y medio. Repartidos entre las comunidades indígenas que bordean el río Vaupés, están creciendo Yopos, Loiros y Yaca Yaca. Pero a diferencia de cualquier otro árbol que se encuentre en el Amazonas, estos tienen una cualidad especial; asomándose entre la hojarasca y la humedad de la tierra, hay un letrero que indica el nombre de la persona que lo mandó a sembrar. Hacen parte del proyecto Saving the Amazon, que además de compensar la deforestación, busca promover la seguridad alimentaria en el  Vaupés.
 
Diminutos aún y abriéndose campo entre la selva, los árboles han sido sembrados por los indígenas Cubeos, cuando se encuentran en las comunidades de Trubón y Timbo, y por los Wananos cuando crecen en el territorio que les pertenece a los habitantes de Santa Cruz y Tayazú, a dos horas en carro desde Mitu, la capital del departamento. La idea es que ellos mismos sean quienes decidan dónde y qué sembrar, pues por experiencia previa, a las personas ajenas que llegan nunca les ha prendido nada.
 
“Aquí han venido los mejores técnicos y expertos en reforestación, de los llanos o más afuera. Una vez sembraron 20.000 árboles y ninguno les dio. Ahora que estamos sembrando los indígenas sí nos están dando, porque nosotros tenemos un conocimiento ancestral,” cuenta Julián López, indígena que lleva trabajando con Saving the Amazon desde que empezó en el 2013, cuando llegaron al acuerdo con los delegados del proyecto y se tomaron juntos la primera chicha.
 
Según las necesidades que se van identificando, los árboles que se plantan pueden ser frutales, maderables o medicinales. De esta forma, “se tiene la oportunidad de recuperar algunos que ya se estaban extinguiendo porque les daban muy duro”, como afirma Henry González, indígena Cubeo que tiene a su cuidado 200 árboles, o se “garantiza que las comunidades tengan frutos que comer cerca”, como lo indica Julián.
 
El proceso de reforestación es sencillo y puede ser monitoreado por la persona que compra el árbol, pues se puede descargar una aplicación que manda una foto del crecimiento cada tres meses y explica cuáles son sus usos. Además, permite medir la huella ambiental, recrear los sonidos del amazonas y recibir noticias diarias sobre medio ambiente.
 
Los indígenas, hacen la visita a sus árboles aproximadamente dos veces a la semana. Se aseguran de deshierbar el área, abonarlo y ver que ningún depredador lo haya tumbado. Van a ver si la mata prendió o cogió alguna enfermedad y a los tres años, cuando ya se considera que tiene “fuercita” por ella misma, la dejan de cuidar. De ahí, pasarán aproximadamente siete años para que algunas empiecen a dar frutos.
 
“Ahora, de los 5.800 árboles plantados sólo tenemos 1.700 vendidos, por eso estamos buscando expandirnos más”, comenta María Jimena Patiño, presidenta de Saving the Amazon. “Este es un proyecto que tiene futuro, porque el Vaupés tiene una capacidad instalada para sembrar 64 millones de árboles y hay 217 comunidades indígenas en el departamento, más o menos, 15.600 personas adultas que podrían sembrar  100 árboles cada una”, son los cálculos que da.
 
Por esto, las empresas pueden mandar a sembrar su propio bosque. Tener de a 100 o 300 árboles protegidos bajo las cuidadosas manos de los indígenas. Porque cuando se ve desde lo alto la espesura verde que es la amazonia, uno no se imaginaría que sufre una deforestación voraz donde se pierden 57% de los bosques que no tuvieron la fortuna de ser cuidados por los mismos sabios.
 
El Espectador también está en medio de la selva
 
Para atravesar el río Vaupés y no caer en sus cachíveras- como le llaman los indígenas a los rápidos- a veces hay que bajarse de la lancha y caminar un estrecho de selva, mientras, los motoristas arrastran la lancha por las piedras que el invierno aún no ha inundado. Se pasa por rutas empantanadas y se busca hacer equilibrio sobre pequeños troncos que hacen las veces de puente.  Así es como se llega a la comunidad Cubea de Trubón, a 15 kilómetros de Mitú, donde once familias, entre las 165 personas que registra el censo, son las encargadas de cuidar algunas de las plantaciones que tienen los suscriptores de El Espectador.
 
Todavía pequeños, algunos Loiros y otros Yaca Yaca, son 940 los árboles del periódico que hasta ahora se asoman en un primer saludo al amazonas. 340 de ellos ya llevan el nombre de los suscriptores, desde que fueron entregados en el 2014, y 600 más aún esperan a portar el nombre de su padrino cuando éste se suscriba y reciba este beneficio.
 
El bosque que ha ido construyendo El Espectador, hace parte de la suscripción ecológica, una iniciativa que junto a la tinta a base de soya, el papel con certificación forestal y la campaña BIBO, aseguran la conservación de los recursos naturales.
 
Siembre su árbol por 20 dólares en: www.savingtheamazon.com 
 
 

Por María Mónica Monsalve

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