Pocas manos para reciclar la ropa usada

El Banco de Ropa del Minuto de Dios es el único centro de acopio que hay en la capital. Allí, solo siete trabajadores son los encargados de recibir las prendas que llegan de todo el país para procesarlas y donarlas. Hasta la fecha, han distribuido cerca de un millón.

Mariana Rolón Salazar
09 de marzo de 2017 - 04:00 a. m.
El equipo de trabajadores que procesan la ropa en el Banco de Ropa del Minuto de Dios. / Óscar Pérez
El equipo de trabajadores que procesan la ropa en el Banco de Ropa del Minuto de Dios. / Óscar Pérez

Cada martes y jueves, Diane Martínez sale de su casa para ir de compras. Al igual que ella, otros 200 clientes hacen la fila, que le da la vuelta a la manzana, para entrar a una tienda muy particular: las prendas que exhiben son donadas y cuestan menos de 10.000 pesos.

Así funciona el Ropero del Minuto de Dios, la tienda donde se recicla la ropa que muchos colombianos ya no utilizan. Como éste, hay otros 13 en el país, de los cuales solo dos están en la capital. Uno, en Ciudad Bolívar y otro en el barrio Minuto de Dios: al que Diane llega cada mañana para conseguir las mejores prendas.

Esta oportunidad la ha cambiado, cuenta. “Cuando uno no tiene la manera de comprar sus vestidos nuevos, llega acá directamente y consigue cosas buenas. A mí me preguntan si soy una ejecutiva, porque la ropa que uso, además de económica, es de calidad”.

Como Diane, otras 270 mil personas en todo el país han sido beneficiadas con los roperos. Entre ellas, hay 13 madres de las Farc que pidieron ropa para sus bebés en las zonas veredales. Inclusive, en Pasto y Bogotá, seis grupos de familias tienen casa propia gracias a los recursos que recibe el Minuto de Dios con los roperos. “Lo que ganamos, lo reinvertimos en los programas sociales”, dice Patricia Cruz, gerente de mercadeo del Minuto de Dios.

Hasta la fecha, cerca de un millón de prendas han sido distribuidas en Colombia. Pero antes de que manos nuevas disfruten de la ropa, ésta debe pasar por un proceso arduo de selección.

Una vez los camiones llegan con la ropa, una pila inmensa de bolsas va colmando el lugar. De ahí en adelante, solo siete personas son las encargadas de recibir, acopiar, seleccionar, remendar, lavar, tender y guardar la ropa. Valiéndose de cinco lavadoras, estos trabajadores se las arreglan para tener listas las prendas para su distribución.

“Absolutamente nada se bota”, asegura Patricia Amézquita, una de las trabajadoras. Pues la ropa que no está en buenas condiciones es remendada por estudiantes del Sena para sacar nuevos productos. Y los trapos, que generalmente son desechados, se llevan a los lavaderos para limpiar los carros.

Pero aunque el Minuto de Dios recibe gran cantidad de ropa en su banco, los trabajadores no dan abasto. Pues son el único centro de acopio, así de grande, que existe en Bogotá, donde además no existe la cultura del reciclaje.

Al día, solo en la capital, se desechan más de 360 toneladas de ropa, según la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp).

Por eso, proyectos como el del Minuto de Dios han generado eco en el Gobierno. Pues en 2015, el concejal Pedro Sierra presentó una ponencia para crear un centro de acopio y reciclaje de ropa usada en el Distrito Capital, pero desafortunadamente no prosperó. En febrero de este año, Sierra volvió a pasar su propuesta para ver si esta vez corre con suerte.

Según él, otros concejales le han puesto trabas a su proyecto porque asumen que va a generar costos: algo que no le está permitido al Concejo. Pero “la responsabilidad de generar un reciclaje bien organizado, desde los hogares y centros comerciales, sería de la Uaesp, no del Concejo. Por eso, no generaría impacto económico en ese sentido”, dice.

Aunque su colega María Victoria Vargas, quien rechazó su proyecto, piensa lo contrario. Para ella, crear un centro de acopio requiere de muchas cosas. “Eso implica todo un montaje, organización y campañas. Su implementación requiere personal y costos: sí creo que tiene impacto fiscal”, puntualizó.

El problema es que el debate aún no se resuelve, pero el banco de ropas sí sigue apilando más bolsas y los bogotanos tirando su ropa.

Por Mariana Rolón Salazar

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