“La sociedad es culpable de su estupidez”

Pavan Sukhdev, autor del libro “Corporación 2020”, dice que se acerca el fin de las empresas que sólo quieren dar frutos financieros. De ahora en adelante deben pensar en el capital humano, social y ambiental.

Pablo Correa
08 de diciembre de 2015 - 04:24 a. m.
Pavan Sukhdev ha centrado sus estudios en la economía verde. También ha dado varias charlas en las Conferencias TED.
Pavan Sukhdev ha centrado sus estudios en la economía verde. También ha dado varias charlas en las Conferencias TED.

“Soy optimista, porque como decía Winston Churchill, no tiene sentido ser otra cosa”, responde Pavan Sukhdev mientras en París se desarrolla la Conferencia de Cambio Climático que reúne a negociadores de 196 países. Pero su optimismo no está puesto tanto en los gobiernos como en el sector productivo. Cree que ahí está la clave para acelerar el cambio que necesita un planeta al borde del colapso.

Pavan comenzó su carrera en el sector bancario. Trabajó primero para el Australia and New Zealand Banking Group y más adelante se convirtió en un alto ejecutivo del Deutsche Bank. Su carrera dio un giro gradual e inesperado cuando, a finales de los años noventa, se interesó por la economía verde y las nuevas teorías económicas que hablaban de repensar la relación de las empresas con la naturaleza y la sociedad. Entender ese problema se convirtió en su pasión y atrás quedaron los bancos.

Su libro, Corporación 2020, les ha enseñado a muchos la transición en que se han embarcado grandes conglomerados corporativos para cambiar su ADN y dejar atrás un modelo económico que nació a principios del siglo XX y hoy resulta obsoleto. En 2012 fue elegido como embajador de buena voluntad del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente. Fue nombrado asesor de la Iniciativa de Economía Verde de Naciones Unidas y también líder del estudio conocido como TEEB (por sus siglas en inglés, The Economics of Ecosystems and Biodiversity) con el que se pretende medir a nivel global la pérdida de biodiversidad, así como su valor para proponer nuevas políticas y soluciones.

Antes que nada cuénteme la historia del traje que lleva puesto.

¿Le gusta? ¿Cuántos años cree que tiene? No tuve que comprarlo. Es de segunda mano. Pero mejor que eso. Era de mi padre. Lo compró en Ginebra en 1974. Estamos en París en 2015. ¿Qué nos dice esto? Que se puede hacer ropa de valor. No tengo problema en decirlo, este traje es de Pierre Cardin. Muchas compañías solían hacer ropa para que durara. Era un modelo basado en producción de valor y no de volumen.

Es una de las tantas costumbres que parece que perdimos en una generación.

Era sentido común. Lo perdimos por culpa de la publicidad y el mercadeo que durante 24 horas y siete días a la semana te dicen que si no tienes ciertos productos no eres tan bueno como tus vecinos.

¿En qué momento abandonó su carrera como banquero para dedicarse a temas ambientales?

No fue un momento específico. Fue una transición gradual. En 1995 leí libros sobre economía verde y quedaron muchas preguntas en mi cabeza. Se volvió una pasión. Comencé a escribir artículos de divulgación. Luego me involucré en Iniciativa de Economía Verde para demostrar que el PIB no es la forma de entender cómo ocurre el desarrollo. Tras eso llegó el proyecto de la Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB). Tomé una pausa en el Deutsche Bank y me quedé trabajando en esto.

¿Por qué es tan lento el cambio hacia una nueva economía? ¿Por qué es tan difícil reconocer el precio de los sistemas productivos sobre los ecosistemas?

Lo que está en juego es el destino de la humanidad como lo conocemos hasta hoy. Estamos entrando en una zona de incertidumbre y no la podemos resolver pensando de la misma forma que nos trajo aquí. Cuando hablo de la Corporación 2020 muestro la importancia del sector corporativo para determinar el uso de recursos y la dirección de la economía. No creo que tengamos otros 100 años para seguir conversando sobre qué hacer. Creo que tenemos un problema, y es que la política está capturada de una manera significativa, en todos los países, por las corporaciones. Estas corporaciones obedecen a un modelo corportativo antiguo de crear ganancias corporativas a partir de las pérdidas públicas. Y eso no es aceptable. Cuando los gobiernos entienden el rol en la transformación, y reconozcan que están dejando una huella en las arenas del tiempo, y no puede ser una huella negativa porque será el fin de la humanidad como la hemos conocido, creo que entonces comenzarán a tomar decisiones.

¿Qué lo hace pensar que una reorganización de la política y la economía no va a ser capturada por el mismo tipo de personas que lo han hecho hasta ahora?

En un nuevo sistema corporativo los objetivos no son las ganancias para los accionistas, sino el impacto humano, ambiental y social. No estoy hablando de un sistema teórico, sino de algo que ya se ha probado. Por ejemplo, AkzoNobel, una de las mayores compañías químicas del mundo no sólo ha comenzado a reportar sus ganancias, sino sus impactos humanos, sociales y ambientales. Muchas compañías ya miden las externalidades. Es el nuevo tipo de corporaciones. No podemos sentarnos a resolver problemas con un sistema económico que estuvo bien para el siglo XIX. Eso lo llamo estupidez. De eso es culpable la sociedad, de estupidez. Homo Sapiens significa el hombre que piensa. Si no piensa estará muerto.

¿Qué espera de este tipo de acuerdo que se está negociando en París? ¿Es optimista?

Soy optimista. Como dijo Winston Churchill, no tiene sentido ser otra cosa. Pero al mismo tiempo trabajo para acelerar la velocidad del cambio. No nos veo teniendo otros 20 años de conversaciones y reuniones como esta. Por mucho tenemos 10 años. La idea de mi libro es implementar los cambios que necesitamos en la macropolítica, pero también en la micropolítica.

¿Cree que el capitalismo está entrando en una fase final?

El capitalismo es una metáfora económica para el valor. El capital humano es una metáfora para las destrezas intelectuales. El capital social es una metáfora de las relaciones sociales, de los lazos que creamos, las normas y las instituciones. Y, finalmente, el capitalismo es una metáfora, pero no más que una metáfora del valor económico. Debemos entender que la única forma de capitalismo no es el capital financiero. Ese es el problema.

Un temor de muchas personas es que al aceptar estas nuevas ideas y cambios económicos y sociales, al medir de forma distinta la riqueza, esto signifique una pérdida de sus estilos de vida actuales.

Ellos van a perder sus estilos de vida de forma más dramática si no hacen nada. Usted es afortunado por vivir en Bogotá. Yo vengo de Bombay. Muchos de mis amigos ricos tienen apartamentos en edificios que están a tres metros del nivel del mar. ¿Qué cree que les va a pasar a esos edificios cuando se derrita la parte oeste de la Antártida o Groenlandia? Seis metros de aumento en el nivel del mar cambiarán los estilos de vida.

¿Cuál de las compañías que conoce es un buen modelo para otras?

Hay muchas compañías haciendo cosas correctas. Puma, por ejemplo, está liderando una completa contabilidad de pérdidas y ganancias. Eso es lo que se necesita. Entender su impacto y reducirlo. Hay otras, como Natura en Brasil, creando capital social. Están creando externalidades positivas, sin explotar a la sociedad.

¿Cuál es entonces el esquema ideal para medir el desarrollo económico?

Cada nación tendrá su sistema de contabilidad. En mi opinión, se deben ampliar los lentes no sólo a las ganancias de los accionistas, sino al impacto humano, social y natural. Ya tenemos modelos de protocolos nacionales y es importante que las compañías empiecen a hacer públicos sus resultados.

Volviendo al tema de la publicidad y el impacto negativo que ha tenido, ¿se imagina un mundo en el que los gobiernos controlan la publicidad?

Me imagino un mundo en el que la producción de valor sea la única producción deseable. Que la durabilidad sea parte del diseño del producto. Esa era la tecnología hace 40 años, así que no me digan que no es posible hoy.

 

Por Pablo Correa

 

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