Un problema salvaje

Los perros y gatos que dejaron de ser domésticos afectan la biodiversidad en las zonas rurales del país. El abandono de las mascotas y la falta de investigación son alarmas urgentes.

María Paulina Baena Jaramillo
22 de octubre de 2015 - 04:03 a. m.
Perros ferales en la India cazando a un venado. / Flickr
Perros ferales en la India cazando a un venado. / Flickr

Un borugo muerto en la mitad de la zona de amortiguación del parque Chingaza con los pelos desparramados entre los frailejones, sus tripas tostadas por el sol y el esqueleto de un cráneo con los dientes afilados. Esa es la imagen que nos encontramos con los biólogos de la Fundación Wii mientras rastreábamos los pasos del oso andino. El ataque, sin embargo, no fue de un oso ni de algún tigrillo, tampoco de los pumas que se creen extintos en la región, sino de un perro salvaje.

“Normalmente no se encuentran animales silvestres muertos en el campo abierto y los cadáveres no quedan expuestos de esa forma”, explicó Daniel Rodríguez, director de la Fundación Wii, que se encarga de la conservación del oso andino en Colombia. Cuando los humanos cazan se llevan su trofeo, lo tigrillos entierran sus cadáveres para protegerlos y los zorros normalmente se comen toda su presa.

Entonces, un perro salvaje o una manada, que por lo general son de 4 o 5, fueron los depredadores de este roedor que luce como un curí o hámster gigante, que alcanza los 4 kilos de peso y los 60 centímetros de longitud. Y esta no ha sido la única víctima: en Tolima una jauría de perros atacó a un osezno que registró un video. En la zona del Guavio varios campesinos amanecen con sus ovejas muertas por ataques de perros y los venados son un objetivo recurrente. ¿Pero desde cuando los perros cazan? ¿Acaso no están catalogados como animales domésticos? ¿No es el término “perros salvajes” una contradicción?

De acuerdo con Enrique Zerda, profesor de la Universidad Nacional y uno de los pocos biólogos que ha investigado el tema, el problema de los perros salvajes o ferales arrancó desde los años 50, cuando estaba permitida la cacería deportiva y las mascotas acompañaban a los cazadores en sus travesías. Los perros se quedaban en los montes o se perdían y tenían que empezar a valerse por sí mismos. Rompían cualquier vínculo con los humanos y ya no dependían de hospedaje ni alimentación. Se organizaban en jaurías y cazaban. Además, genéticamente son idénticos a los lobos, lo que les da un rasgo silvestre.

El problema es que nadie los ha estudiado con detenimiento. Los biólogos se ocupan de la fauna silvestre y no les dedican tiempo a los animales domésticos, y para el Gobierno parece un tema menor. “No sabemos su comportamiento ni cuándo se vuelven salvajes, ni cuánto espacio ocupan. Mi investigación es qué tan lobos vuelven a ser los perros y si siguen los mismos patrones de comportamiento”, comentó Zerda. Por ahora, este profesor quiere responderse varias preguntas: ¿Qué tanto impacto generan sobre la biodiversidad y qué formas de control existen frente a este problema que no sea la muerte de los perros, sino la esterilización o los centros de adopción?

No obstante, para Daniel Rodríguez, director de la Fundación Wii, los perros tienen tres implicaciones graves en la biodiversidad. “Depredan especies nativas y persiguen patos, aves migratorias, curíes o venados; transmiten enfermedades como el moquillo, la parvovirosis y la rabia a animales silvestres y a humanos, y afectan la economía de las familias campesinas al acabar con rebaños de ovejas, por ejemplo”.

Hay un factor problemático extra, y es que los perros compiten con otros depredadores por su espacio. Como revelaron datos de la organización Procat Colombia, en los cerros orientales de Bogotá han encontrado que los perros ferales son los causantes de que el tigrillo lanudo y el coatí de montaña, mamíferos pequeños, dejen de usar ciertas zonas y se desplacen a otras. Ejemplos en el mundo hay varios: en Australia los perros compiten con zorros por mamíferos pequeños, en India con el lobo por el antílope, en África con el lobo etíope por roedores y en Colombia, con el zorro perruno con casos reportados en Risaralda, cerca de la laguna del Otún.

Hasta ahora no existe una política de manejo de este tipo de animales y por eso la incertidumbre es grande cuando se piensa en una posible solución. La arqueología de datos por parte de las organizaciones ambientales y de la academia apenas comienza y las autoridades ambientales lo atienden poco o nada. Por eso, los expertos consultados creen que deben promoverse campañas de esterilización, otros que el tema es de educación ambiental y los más audaces se van por sacrificarlos de manera humanitaria, porque es difícil regresarlos a su condición original.

“La generación de una política es complicada, porque los animalistas van a poner el grito en el cielo cuando sepan de una posible eutanasia”, dijo Daniel Rodríguez, de Wii. Porque, de hecho, eliminar a los animales es un tema social delicado, “es emocional y genera sentimientos en la gente y en la comunidad”, como dijeron José González-Maya y Mauricio Vela, de la organización Procat.

Sin embargo, en varios rincones del mundo se quejan del mismo problema y lo manejaron con la eliminación de estas especies invasoras, como en el caso de las Islas Galápagos. Allí los perros, cabras y marranos se comían los huevos de las tortugas e iguanas, y hostigaban a los pájaros. El Parque Nacional de Galápagos, con el apoyo de la Estación Científica Charles Darwin, decidieron eliminar la plaga de cabras en cinco islas del archipiélago, porque eran las directas responsables de la desaparición de la vegetación en laderas enteras de montañas, dejando a las tortugas emblemáticas de las islas sin alimento o sombra.

En Colombia la problemática se distribuye principalmente en Cudinamarca, los humedales de Bogotá, el parque Chingaza, el Valle de Aburrá y el parque de los Nevados, en el Eje Cafetero. Pero no sólo los perros están en el radar, sino los gatos asilvestrados que son nocturnos y persiguen nidos de colibríes y lagartijas silvestres.

Los investigadores consultados concuerdan en que hacen falta datos e investigación, que el orígen del problema es el abandono de las mascotas por parte de los amos, y que será necesario desarollar una política robusta antes de que sea demasiado tarde. Para eso deberán abrir los ojos varias instituciones: el Ministerio de Ambiente, porque hay efecto sobre vida silvestre; el Ministerio de Agricultura, porque causan daños y pérdidas en animales domésticos y fincas, y el Ministerio de Salud, por una posible transmisión de enfermedades a personas.

 

Por María Paulina Baena Jaramillo

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar