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La experiencia de una noche queer en Medellín

El Bogotá Kuir Festival llevó a la ciudad una de sus muestras más representativas. En esta fiesta el performance y la inexistencia de los géneros fueron protagonistas.

Danilo Quintana*
07 de mayo de 2016 - 01:52 a. m.
La experiencia de una noche queer en Medellín

El Kuir Bogotá es un festival internacional de arte y cine Queer, un evento que se realiza cada año en la capital con la finalidad de mostrar los diferentes productos performáticos y audiovisuales que se generan en base a las teorías y movimientos Queer. Este plantea que los géneros y las orientaciones sexuales son construcciones sociales, por lo tanto nada tienen que ver con lo biológico, lo masculino y lo femenino no son nada más que arquetipos.

Este festival, desde el año pasado, decidió expandirse y mostrar algunos de sus mejores muestras por todo el país, y el pasado 8 de abril le correspondió a Medellín ser la casa de un evento donde los géneros están mandados a recoger. Cerca a la calle San Juan en un lugar llamado La Licuadora, la muestra escogida para traer a Medellín fue el circuito post-porno, una serie de vídeos porno cargados de grandes contenidos performáticos y artísticos desde el queer.

En la mitad del sitio una pantalla proyectaba vídeos porno bastante particulares, sujetos con trajes de látex que cubrían todo su cuerpo, excepto sus genitales, se rozaban en medio de espacios poco convencionales. Pegados en sus trajes, cientos de imágenes de santos se movían al ritmo de la penetración, creando una escena transgresora y con un alto contenido crítico hacia la iglesia. Esos vídeos dieron inicio a una noche donde los prejuicios no fueron invitados.

Después de los vídeos, la agrupación de neo punk bogotana Provocater liderada por Kika Burns, una drag queen con un estilo andrógino y kitch con sus letras subidas de tono, encendió la fiesta.

El porno, la música, la fiesta y una decena de personas viviendo el queer en su cuerpo fueron el resultado de la noche. Tres personas, un artista plástico asistente al evento, una drag queen y uno de los artistas invitados nos narran su experiencia en esta noche queer.

Dalila, la más alta de la noche

“Cuando salía de mi casa para la fiesta se me acercó un niño, anonadado con mi apariencia y mi estatura, me preguntó quién era yo y le estiré la mano: ‘Dalila Velvet, mucho gusto’”, respondí. “¿Quién es Dalila?”, me dijo, sin dejar la cara de asombro. Esa pregunta me puso a pensar toda la noche ¿quién es Dalila? Si bien tengo muy claro que es una tía de 40 años que es extravagante, grotesca y que personifico por medio del Drag, nunca había pensado a Dalila más allá de eso. ¿Quién es Dalila?, la pregunta seguiría sin responder en ese momento.

Al llegar a la fiesta me sentí muy bien, pues todos se vieron obligados a notar mi presencia, pues llevaba puesto un extravagante vestido de novia de los años 90 y un velo tan grande que hacía que mi cabeza no tuviera mucha movilidad. Eso sin contar mis 2.07 metros de estatura cuando me monto en unos tacones. Los shows de la noche no fueron muy buenos, exceptuando el performance de un tenor, vestido de mujer quien hizo vibrar a los asistentes, tanto por su voz como por su atuendo.

Aunque llevo poco tiempo haciendo drag (cuatro meses) no me sentí opacado por otros drags de la ciudad y del país que asistieron al evento, todo lo contrario, a pesar de no ser invitado a la fiesta como parte de la programación, mi atuendo exaltando el reciente aprobado matrimonio igualitario acompañado de unos pases de baile con tintes de propuesta de matrimonio, justo en mitad del espacio, hicieron que me robara el show. Pero luego vino la tragedia, un tacón partido acabaría con mis más de dos metros de estatura, y volví a ser un mortal de 1.95 metros. Fotos, preguntas y muchas miradas recibí esa noche, una noche que sirvió para crear conciencia de ciudad sobre estas artes y estos temas.

Luego de un par de copas y una exhausta noche, en el taxi de regreso pude responderme la pregunta que me hizo el niño. ¿Quién es Dalila? Dalila es todo y es nada. Es real y es ficticia. Es arte y es basura. Rompe paradigmas y edifica dudas.

Sebastián Moreno, el ojo crítico

Si bien es un buen espacio, no llenó mis expectativas por completo. Las presentaciones en vivo no fueron las mejores, podría decir que dos de ellas pecaron por ser demasiado flojas, no proponían nada. La distribución del espacio no fue muy acertada tampoco; los vídeos proyectados eran muy interesantes (y muy excitantes) pero no estaban ahí para ser vistos, eran un asunto casi decorativo.

Pero más allá de los problemas de sonido, puestas en escena y distribución del espacio -que no dejan de ser simples detalles logísticos-, es sumamente gratificante ver como se comienzan a gestar estos eventos que permiten a personas inmersas en el tema de las nuevas visiones de género, identidad, sexo y pornografía reunirse para compartir esas otras formas de entender, deconstruir y crear nuevas posibilidades desde el cuerpo, lo performativo y lo sexual”.

Sharllot Zodoma, roja y oscura

Mi personaje drag es oscuro y glamuroso, inspira temor y moda, para la fiesta decidí usar un oufit rojo y negro que representara la oscuridad y la sangre. En mi performance de la noche decidí hacer mímica de una canción de Jefree Star, mi artista drag favorito. Tengo que confesar que mi fuerte no es el escenario, pues mis performances se basan en mi estética, mi cuerpo es mi puesta en escena, el miedo que genero es el arte que quiero interpretar.

La fiesta, pionera en la ciudad, fue un espacio donde confluyeron muchos estilos. Los asistentes variaban entre personas con vestimentas asignadas socialmente a su género, pero también muchos adoptaron la temática de la fiesta y sus estilos queer me dejaron impresionada, no pensé que hubiera tanta acogida en Medellín en ese aspecto, porque en Bogotá es otra cosa, allá si hay un movimiento queer que se hace notar. Otro aspecto que me sorprendió fueron algunas drags asistentes, en Medellín la escena drag es poca, prácticamente se resume a mí, pero ese día nuevos talentos brillaron y estoy sintiendo que afortunadamente, el drag en Medellín es más que Sharllot Zodoma.

*Este artículo fue publicado en el periódico De la Urbe, de la Universidad de Antioquia.

Por Danilo Quintana*

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