Así nació Cartagena de Indias

A propósito de la remembranza de la fundación de la ciudad amurallada, el 1º de junio, la historia de su creación más allá de sus atractivos turísticos.

Rafael Vergara / Cartagena Especial para El Espectador
02 de junio de 2014 - 02:00 a. m.
Así nació Cartagena de Indias

En octubre del año 1500 el escribano sevillano Rodrigo de Bastidas elevó velas en Cádiz y siguiendo la ruta del tercer viaje de Cristóbal Colón, recorrió el mar Caribe. Con sus navegantes llegó hasta las costas avistadas por Alonso de Ojeda de la hoy Venezuela y extendió la exploración y presencia española al norte del continente sur.

Son los inicios del cruel choque de culturas.

Autorizado por las Cortes, luego de aprovisionarse en las islas que inventarió, enrumbó hacia occidente y por la península de La Guajira entró al territorio colombiano. Pasó por el cabo de La Vela y descubrió nuestro litoral hasta el golfo de Urabá.

Con los alisios, en 1501 avanzó hacia el sur, navegó la bahía de Santa Marta y se maravilló con la desembocadura del gran río de la Magdalena. Retornando, con el cambio de vientos la quilla silenciosa penetró las transparentes aguas coralinas del archipiélago manglárico de San Bernardo, y luego ante sus ojos se abrieron las paradisíacas islas del archipiélago del Rosario.

Se embelesó con sus exuberantes manglares, los acantilados y terrazas arrecifales, las playas blancas de la isla de Barú y los corales de barra.
Bordeando el arrecife coralino observó la abundancia de peces multicolores, aves marinas, delfines saltarines, y entró por el canal de la Bocachica a las aguas tranquilas y cristalinas de la gran bahía.

A babor, con buena brisa, siguiendo en dirección norte el vuelo de los pelícanos, recorrió la costa de la isla de Karex y a estribor divisó el litoral continental. En la lejanía y su horizonte vio los Montes de María, explorados años después en búsqueda ambiciosa del tesoro de los zenúes.
Al gran cuerpo de agua de 8.700 hectáreas lo llamaron golfo de Barú y al atracadero, puerto del Darién.

Afirman los historiadores que, antecediendo a la fundación de la ciudad, en las notas de expedición del segundo viaje de Bastidas, el geógrafo Juan de la Cosa llamó al golfo de Barú bahía de Cartagena.

Pues bien, antes de la fundación como poblado español, además de Bastidas, llegaron Cristóval Guerra y Alonso de Ojeda. Pero no se quedaron. La ausencia de fuentes de agua potable, la maraña inexpugnable de raíces del mangle rojo y la respuesta fiera de los nativos ante las atrocidades cometidas los llevaron con prisa a levar anclas.

El territorio de lo que se conoció como la Gran Provincia de Cartagena de Indias, con orígenes, lenguas y grados de desarrollo diferentes, albergaba a los llamados indígenas malibúes, macanaés, calamares, urbacos, urabáes y zenúes. Los españoles los llamaron a todos karib o caribes, y los satanizaron acusándolos de caníbales para justificar su exterminio.

Karmairí era el nombre de la aldea originaria. Los conquistadores le decían Karamarí y luego Calamar al caserío que encontró en Castillogrande Pedro de Heredia en enero de 1533, al desembarcar con su tropa.

Según Juan José Nieto, fondeó el 13 de enero a las 11 a.m. y como fecha de fundación fija el 20, que es el día en que tomó posesión en nombre del rey e hizo nombramientos.

Allí en realidad se inició la fundación española de la actual ciudad de Cartagena de Indias y la dura transformación social y ambiental de tan especial ecosistema.
Por meses, desde esa cabeza de playa, Heredia exploró otros lugares buscando fuentes de agua potable y, con pasión y fiereza, el oro.
Descubierto el tesoro de los zenúes, el enfrentamiento sanguinario, alimentado de ambición, diezmó a los aborígenes. A los que no fueron derrotados y encomendados los exterminaron.

Se estima que la población aborigen en lo que cubrió la provincia de Cartagena de Indias era de 60.000 seres humanos.
En la madre tierra, Cartagena de Indias fue localizada al noroccidente de Colombia, a 10° 26’ latitud norte y 75° 33’ longitud oeste.
La fecha escogida para la fundación definitiva es el 1º de junio. La historiadora española Carmen Fernández de Oviedo cuenta que no hubo formalidad alguna, no se trazaron calles ni se repartieron solares.

La informalidad congénita en la ocupación y gobernanza del territorio de la ciudad empezó allí.

En la isla del hoy centro histórico, sobre los bohíos del pueblo de Calamar, nació el primer núcleo de la ciudad. “Juan de Badillo, juez de Residencia que encarceló a Heredia por sus excesos, como gobernador interino entre 1533 y 1537, dio los primeros pasos para dotar a Cartagena de un ordenamiento urbano”.
Con los saqueos de las tumbas zenúes y el crecimiento de la riqueza se incrementó el censo de población, copándose la isla del centro e iniciándose los rellenos del camellón de los Mártires y el caño de San Anastasio para juntar la isla de Getsemaní —el arrabal— destinado como lugar de residencia del pueblo, la base de la sociedad colonial: negros esclavizados y libres de todos los colores.

“El asiento de la ciudad bajo, arenoso y rodeado de caños y ciénagas, encerrado por una vegetación exuberante que amenazaba tragarse el caserío, planteaba al cabildo permanentes problemas de saneamiento”. (1)

Nació hace 481 años —y es su destino— como ciudad puerto. Su ubicación posibilitó la penetración de los conquistadores hacia el interior.

Elaboraron una ejemplar cartografía y usaron como vías las ciénagas, caños y ríos navegables de una región que es rica en cuerpos de agua, en comunicación y encuentros.

Así, desde el litoral caribe y Cartagena de Indias fue surgiendo el Virreinato de la Nueva Granada, que conectaba otras colonias, todas tributarias de la ciudad naciente por ser el asiento de la tropa y el puerto a proteger.

Además, como puerto estratégico se convirtió en sitio de llegada de las recuas de mulas cargadas para embarcar productos agrícolas y el oro y la plata de las minas, incluso las del virreinato del Perú. También para recibir de España lo bueno y lo malo: mercaderías, gentes, anís de mono y curas.
Esa posición geográfica y su segura bahía condenaron a Cartagena a ser uno de los centros de mercadeo de negros esclavizados y la proveedora de la mano de obra de quienes los compraban en subastas.

Sus plazas padecieron la infamia hasta que la Constitución independentista de 1812, prohibió el tráfico de humanos y la Inquisición.
Por su ubicación, Cartagena se transformó en una de las más importantes de las ciudades españolas después de La Habana y en el espacio de alta inversión en obras para su defensa militar, dado el constante asedio de piratas y bucaneros y el enfrentamiento con Francia e Inglaterra, que en distintos momentos intentaron tomarla y saquearla.

Esa condición de puerto en una bahía excepcionalmente protegida, su patrimonio arquitectónico y pétreo, las murallas y castillos y lo que se conserva y ha logrado protegerse del ecosistema natural de litoral, son vitales en su desarrollo y un reto en su destino.
Los corales cerebro o cuerno de alce de la bahía, mezclados con las piedras de las murallas o las paredes de las casonas, son señales del trato dado a la naturaleza y razones de conductas depredativas del presente.
Saberlo permitirá superarnos.

Por Rafael Vergara / Cartagena Especial para El Espectador

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