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Así se financió la independencia

La campaña libertadora de Simón Bolívar necesitaba dinero para sobrevivir. Para dotar a los ejércitos. Darles de comer. Vestirlos. Armarlos.

El Espectador
13 de noviembre de 2011 - 09:00 p. m.

La campaña libertadora usó desde monedas de cobre y billetes fabricados a mano, hasta caballos y joyas donadas por cualquier habitante. Pidió préstamos a los ciudadanos “pudientes” y a casas inglesas privadas que, hay que decirlo, en algunos casos nunca se pagaron.

Aquí está la historia del financiamiento de la Independencia en la voz de un estudioso del tema, Carlos Delgado Legarda. Este es un viaje a las finanzas del Libertador, un episodio casi desconocido de la historia. Más allá de los deseos de tener una nación libre había una necesidad de recursos económicos para lograrlo. No eran suficientes los deseos de esos héroes y soldados y mujeres como la Pola, que se apoyaron en un sueño romántico para ese propósito. Hacía falta dinero. Este episodio no sólo es un tema histórico, sino económico, financiero.

Primera estrategia: emitir dinero, principalmente monedas en cobre que no tenían el valor de las españolas acuñadas en oro y plata, lo que confundió a la población y a larga terminó en una especie de fracaso. Lo más fácil era poner a la maquinita a imprimir billetes y acuñar monedas. Ese era el método más funcional que se tenía a mano, pero tuvo unas consecuencias económicas funestas porque las técnicas no eran muy sofisticadas, lo que se prestaba para la falsificación. Finalmente esto llevó a perder aceptación social y credibilidad.

Entonces fue necesario recurrir a mandatos que obligaban a recibir las monedas que se veían falsas. Incluso habría que mencionar aquel episodio protagonizado por Francisco de Paula Santander en el que ordenó fundir cuchillos, cucharas, cualquier elemento de plata, para fabricar unas láminas que él acreditó como monedas y utilizó para comprar los víveres del “ejército patriota”. Un acto “facilista, arbitrario”, dice Carlos Delgado, el curador de la exposición “Financiación de la Independencia”, que se verá en el Museo del Oro de Bogotá desde el próximo jueves. Quien visite la exhibición verá en alguna pared un billete de 1 real, impreso en papel común, firmado por Germán Gutiérrez de Piñeres; el primer billete fabricado en nuestro territorio, aquel que correría la misma suerte de las monedas de cobre: terminarían por fuera de circulación porque nadie se arriesgaba a recibirlos. Se veían tan falsos. Así de sencillo.

Segunda estrategia: solicitar prestamos a los ciudadanos con “capacidad económica”. Préstamos que inicialmente fueron voluntarios y luego, cuando la guerra se fue dilatando y haciéndose más costosa, pasaron a ser forzosos. Los comerciantes y las personas con “buen nivel económico” tenían que servir de prestamistas obligatoriamente. Sin lugar a protestas. Lo único que tenían a su favor era la palabra de “unos patriotas soñadores con ímpetu de libertad e independencia” que ya contaban con un reconocimiento (Santander, Bolívar, Nariño). Según su palabra de honor los dineros serían devueltos cuando se lograra el grito de independencia.

También eran fuente de dinero los españoles criollos que ya estaban establecidos en Colombia, que tenían hijos y familia aquí. Ellos, realmente, eran los primeros señalados . En la exposición hay unos documentos muy románticos e idealistas, en los que solamente la firma de Bolívar o Santander constituía un título valor que garantizaba la devolución del dinero. Hay préstamos de 1813 que sólo fueron cancelados diez años después o mucho tiempo más tarde. Incluso, algunos de los prestamistas murieron antes de recibir su dinero.

Tercera estrategia: tramitar préstamos en Europa, en las casas privadas inglesas. En 1816, cuando ya Cartagena de Indias era la primera ciudad libre de Colombia, Simón Bolívar negoció desde Haití algunos préstamos externos para financiar las primeras invasiones que lo llevarían a la liberación de Venezuela. Un año más tarde, en 1817, dos enviados del Libertador (Luis López Méndez y José María del Real) viajaron al viejo continente en busca de más recursos. La guerra tenía un alto costo.

Luego vinieron más viajes en busca de más dinero. No fue fácil porque ya se habían incumplido algunos plazos en nombre de la misma “gesta libertadora”. En 1822, siendo ya Colombia una nación independiente, y con un arduo trabajo diplomático para recuperar la credibilidad, el país recibió el mayor préstamo de su historia: dos millones de libras esterlinas, que pasó a ser llamado “el empréstito de Zea” (por su ejecutor, Francisco Antonio Zea).

Última estrategia: se recibía todo lo que usted pudiera aportar. Se recibieron caballos, ropa, ganado, víveres. Se crearon cualquier clase de tributos para obtener más y más dinero; por ejemplo, quien consiguiera su primer empleo tenía que donar la mitad de su sueldo durante los primeros seis meses. Otra vez, sin discusión. Se llegó a adelantar testamentos de personas que estaban a punto de morir. Se expropiaron bienes abandonados. Cualquier colaboración era valiosa. Ellos decidían si querían ser aportantes a la causa a cambio de privilegios posteriores que, en muchos casos, crearon el país que vivimos hoy.

Por El Espectador

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