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Buzo rescatado en Malpelo narra odisea que vivió en el Pacífico colombiano

Jorge Iván Morales, Hernán Darío Rodríguez y Peter Morse, fueron rescatados tras casi tres días de estar a la deriva en el mar. Permanecen desaparecidos otros dos buzos.

Redacción Nacional
07 de septiembre de 2016 - 02:37 p. m.
Twitter Armada Colombia
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Mientras se intensifican las labores de búsqueda de los buzos Erika Vanesa Díaz Marín y Carlos Jiménez, quienes permanecen desaparecidos desde el pasado miércoles cuando una fuerte corriente de agua los separó del grupo mientras adelantaban una expedición en las aguas del Santuario de Fauna y Flora Malpelo. En las últimas horas se reencontraron con sus familias Jorge Iván Morales, Hernán Darío Rodríguez y Peter Morse, los otros buzos que acompañaban a los dos desaparecidos y quienes pudieron ser rescatados tras estar casi tres días en mar abierto.

Los buzos Hernán Darío Rodríguez y Jorge Iván Morales, rescatados a 39 millas náuticas aproximadamente 80 kilómetros de Malpelo, vivieron una odisea durante esas 50 horas que estuvieron a la deriva en el Pacífico colombiano.

Hernán Darío narró en diálogo con Blu Radio que todo sucedió de un momento a otro cuando los cinco buzos fueron sorprendidos por una corriente de agua mientras se encontraban inmersos en el mar. La corriente los separó aproximadamente 50 metros a cada uno en cuestión de segundos, pero las habilidades de estos expertos hicieron que pudieran reunirse de nuevo, aunque lastimosamente horas después se separaron y quedaron solo él y Jorge.

La decisión primordial fue amarrarse el uno con el otro para evitar ser separados nuevamente por las fuertes olas y luego, afrontar la dura noche que se acercaba y la cual les hizo abrir los ojos y darse cuenta que lo que estaba sucediendo era realidad y sus vidas corrían riesgo.

“Lo más duro de la experiencia fue aceptar que era realidad en esa primera noche. Luego nos asignamos tareas, sabíamos que teníamos que nadar pero era frustrante porque nadábamos un metro y la corriente nos devolvía cinco”, detalló.

Dice que lo más complejo fue afrontar el frío que hacía, la deshidratación que tenían y los animales peligrosos que los rodeaban. Sabían que ese lugar estaba infestado de tiburones. “Nos encontramos con las aguas malas, que me picaron 15 veces seguidas y luego la emprendieron contra Jorge”.

“Los dos éramos conscientes de que si un tiburón siente que estás herido él espera que estés en la peor de tus condiciones para atacar, y si tu estás sano él puede morderte por curiosidad. Yo estaba preocupado porque mis aletas eran amarillas y los tiburones podían acercarse. Tratábamos como de descansar, pero Jorge me decía oíste (se acercaba algún animal) y era algo paradójico yo le decía que no, y cuando yo le preguntaba él también lo negaba. Sin decírnoslo los dos nos hacíamos los locos para no alimentar la ansiedad y el miedo”, agregó.

Sin dormir y sin comer permanecieron esos casi tres días antes de que los rescataran. “La única forma para hidratarte en altamar es comiendo, y no había cómo, entonces nos pusimos en posición horizontal tratando de recibir gotas de lluvia que quitara el sabor a sal y nos hidratara, pero en cambio, recibíamos olas grandísimas tratando de ahogarnos”.

Hernán Darío califica su rescate de un milagro, ya que ese viernes el mar se calmó como nunca lo hace “parecía una piscina” lo cual facilitó la labor de búsqueda de la Armada Nacional que a eso de las 4 pm lograron ubicarlos en el mar.

“Después de que las aguas se calmaron pudimos conciliar el sueño hasta que oímos un motor y en la lejanía vimos un punto que parecía un avión. Se acercó y sobrevoló por varios minutos sobre nosotros pero no nos veían y se fue. Nosotros ahí perdimos las esperanzas”, señaló.

Pero sorpresivamente el avión retornó y fue allí cuando ellos reaccionaron e hicieron uso de la boya de rescate, un aparato que se infla y permite que el buzo sea visto desde el aire. Así fue como pudieron ser detectados y desde el avión les lanzaron una balsa de rescate.

Horas después, fue hallado también con vida el buzo norteamericano Peter Morse.

Frente a las posibilidades de que estén con vida sus dos compañeros Erika y Carlos, Hernán Darío dice que aún es posible porque lo primordial para la supervivencia es la parte psicológica y la pericia que tienen en el buceo.

“Nosotros nos mantuvimos siempre muy fuertes y antes de que nos rescataran estábamos dispuestos a pasar más noches en el mar porque ya habíamos resuelto una cantidad de problemas. Obviamente hay otras cosas inmanejables como la temperatura del agua, pero si tú no te quieres morir puedes luchar contra esto”, dijo esperanzado el buzo, quien espera poder reunirse con sus compañeros.

Aunque en su vida no quiere volver a vivir esta fuerte experiencia, evalúa si bucea de nuevo porque sabe que al practicar esta actividad asume este riesgo. “Pero por ahora no quiero de nuevo bucear”.

Por Redacción Nacional

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