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Carnaval de Agua Dulce en Barranquilla

Nueve grupos amenizarán el certamen, que este año hace homenaje a la fallecida Etelvina Dávila, protectora de las tradicionales Farotas de Talaigua.

Adriana Carrillo Silva
15 de febrero de 2012 - 11:22 p. m.

Las gentes de río son, por tradición, contadoras de historias. La tradición oral del río es rica en fantasía e imaginación, y casi como un enlace inherente desemboca en la música. Los cantos y bailes son también formas de contar las historias de los pueblos. Toda manifestación musical y dancística tocada por el Río Grande de la Magdalena tiene hoy, y desde hace siete años, su propia noche para multiplicarse, rescatarse y celebrarse durante el Carnaval. Los Gaiteros de San Jacinto, Las Alegres Ambulancias, Totó La Momposina, Petrona Martínez, entre otros grupos, cantaores y cantaoras, han venido cada jueves previo al sábado de Batalla de Flores para contarnos de esa tradición. El Parque Cultural del Caribe, que alberga el Museo del Caribe, se dio a la tarea de pensar el Carnaval desde su ribera y hacer una fiesta grande que le diera visibilidad al presente ausente de nuestro imaginario cultural, el río.

Este año, el Parque Cultural quiso hacerle homenaje a Etelvina Dávila, líder representante de Las Farotas de Talaigua, Bolívar, quien falleció el año pasado, después de haber dedicado su vida a mantener viva la tradición de este baile desde 1982, cuando lo llevó por primera vez al Carnaval de Barranquilla. Ella misma definió a las Farotas como “mujeres alegres” y contó que éstas no eran más que los indios farotos vestidos de mujeres con el fin de vengar a sus madres, esposas, hijas y hermanas tomadas arbitrariamente por los españoles en la época de la colonia. El disfraz: un vestido, un sombrero de flores, labios rojos y una sombrilla, que los hombres de Talaigua, encabezados ahora por José Ospino, nieto de Etelvina, llevan con gracia y orgullo como símbolo de victoria, ingenio y libertad.

Así como esa, muchas otras historias sonarán de la mano de la música, pero quizá lo más importante es el diálogo que se ha propiciado entre los veteranos y las nuevas generaciones que vienen heredando el folclor, el cual algunos han decidido renovar con un toque de sí mismos. La filosofía del evento ha considerado la exploración del folclor como una de las mejores maneras para preservarlo. El evento ya se abrió su lugar en el Carnaval haciendo ver que es posible reinventar una tradición manteniendo las raíces.

Un ejemplo de todo ello es el proyecto “El salto del pez”, que ha unido artistas del sur del Atlántico damnificados por el invierno, con artistas contemporáneos barranquilleros y bogotanos de distintas disciplinas: música, artes plásticas, danza, con el fin de expresar de esta manera la experiencia de la pérdida y el comenzar de nuevo. Entre ellos se destaca el grupo Stereocuco, representación de los sonidos jóvenes, que ponen a conversar los sonidos caribeños con los urbanos. Igualmente, cabe destacar la presencia del maestro húngaro, descendiente de africanos, Itsvan Dely, quien vivió en Barranquilla y ahora en Cartagena, de donde viene junto al Colectivo Angola, que intenta integrar la percusión afrocolombiana con la cubana, la haitiana, surinamesa y brasileña, y así crear nuevos ritmos donde plasmar los cantos ancestrales.

Los anfitriones del evento serán una vez más 50 mujeres del barrio Barlovento, en el que se encuentra ubicado el Parque, quienes se encargarán de la limpieza y la seguridad. El barrio, conocido por ser zona de tolerancia, ha logrado recibir casi 5.000 personas cada año y ha significado para sus habitantes la posibilidad de una integración a la sociedad. Un pequeño aporte que se hace grande por haber sido impensable en un principio y por ser esta la materialización de uno de los fundamentos del Carnaval, que es llegar a todos los rincones.

Por Adriana Carrillo Silva

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