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Cartagena, al garete

El alcalde Campo Elías Terán sigue en tratamiento por un agresivo cáncer pulmonar que le hizo metástasis en el cerebro. Mientras tanto, se habla de una rebatiña entre funcionarios de la administración municipal.

Carlos Ardila González
03 de octubre de 2012 - 10:22 p. m.
El alcalde de Cartagena, Campo Elías Terán, sigue en tratamiento médico.
El alcalde de Cartagena, Campo Elías Terán, sigue en tratamiento médico.

Como pocas veces en la historia reciente de Cartagena, raizales y foráneos, modestos líderes barriales y encopetados dirigentes gremiales, periodistas de opinión y políticos de carrera, se han unido alrededor de un único propósito colectivo. Todos a una, como en Fuenteovejuna, reclaman un alto en el camino para evitar que La Heroica colapse.

Lo que varios analistas se atrevieron a pronosticar en vísperas de las pasadas elecciones —por la falta de preparación del entonces candidato, por los políticos que se sumaron al carro de la victoria y por los financistas— se dio mucho antes de lo previsto: el gobierno distrital entró en crisis por una falta casi absoluta de gobernabilidad.

Primero fue por una serie de yerros administrativos, combinados con graves actos de corrupción que ya comienzan a investigar los órganos de control nacionales, y ahora por un drama que tienen en shock a la ciudadanía: al alcalde Campo Elías Terán se le diagnosticó un cáncer de pulmón que, según los cuadros clínicos presentados, hizo metástasis en el cerebro, el mediastino (parte central del tórax) y una reja costal.

Para algunos, aunque suene muy duro decirlo, a Terán sólo lo salva un milagro. El 15 de agosto, mientras presidía una reunión en su despacho, el mandatario sintió mareos y un extraño adormecimiento de su lado derecho. Por ello fue trasladado a la clínica Medihelp, donde permaneció durante diez días. Al sospecharse que se trataba de cáncer, fue remitido a la clínica Santa Fe, en Bogotá. Allí le diagnosticaron la enfermedad y fue sometido a unas sesiones de quimioterapia, tras lo cual regresó a Cartagena el 19 de septiembre.

El pasado viernes, mientras intentaba regresar a Bogotá, sufrió una subida de la presión sanguínea que le impidió viajar. Las directivas de la clínica Santa Fe, ante tal hecho, recomendaron que el tratamiento que hay que seguir administrándole lo dirigiera el médico oncólogo Uriel Navarro.

Ante la imposibilidad de su regreso al Palacio de la Aduana, sede del gobierno distrital, fue encargado de la Alcaldía el recién posesionado secretario de Hacienda Óscar Brieva Rodríguez. Muchos sectores ciudadanos se resisten a que quien rija los destinos de Cartagena sea alguien distinto al líder que eligieron con más de 162 mil votos.

Otros, sin embargo, entre estos numerosos columnistas, dirigentes cívicos y gremiales y veedores ciudadanos, han puesto el grito en el cielo por un hecho que consideran más grave. Para ellos, en los actuales momentos hay una rebatiña entre los jefes de las islas en que ha quedado dividida la administración, en procura de sacar ventaja, mientras pueden, de la ausencia del alcalde titular.

En declaraciones a varios medios de comunicación, el escritor y periodista Juan Gossaín, quien vive en Cartagena, denunció que “lo que tiene (Campo Elías Terán) a su alrededor no es un equipo de gobierno, sino una pandilla”. Pero no son sólo voces externas las que se han pronunciado sobre esos hechos. Curiosamente, el propio Campo Elías Terán, en una de sus apariciones en público antes de que fuese aislado de la ciudadanía, reconoció que, en su ausencia, una funcionaria de tercer nivel había desoído una orden que le diera, y prorrogó por tres años la concesión de un servicio público, el de aseo.

Más recientemente, el propio asesor jurídico del mandatario, Fabio Castellanos, aseguró que Terán, “papel que le llegaba, era papel que firmaba”, justificando los errores detectados en lo que va del actual gobierno. Y ayer, el propio alcalde encargado, Óscar Brieva, al responder los señalamientos que vienen haciéndose, admitió que sí se han producido varias irregularidades: “Abusaron de pronto de la buena fe y de la ingenuidad del alcalde Campo Elías Terán. Ya hemos tomado correctivos”, dijo.

Pero la enfermedad del alcalde, con todo el drama humano que encierra y el impacto que produce en el manejo de la ciudad, no es lo que ha producido la crisis que hoy padece. Es, según analistas, un hecho determinante, pero los problemas de ingobernabilidad y, particularmente, la falta de confianza en el gobierno local es consecuencia de un rosario de situaciones en las que se han visto envueltos, desde el mismo inicio del gobierno, el mismo alcalde, sus más cercanos colaboradores y, en diferentes ocasiones, su hija Egla Terán.

Como se recordará, el contraalmirante (r) Gabriel Arango Bacci renunció recientemente a Distriseguridad, según dijo, por presiones de la hija del mandatario. A principios de año, el entonces director del Departamento Administrativo de Salud, Rubén Romero, también renunció, aduciendo una injerencia indebida de ella. En esa ocasión, Terán dijo que su hija contaba con su permiso. Cierto o no, el hecho es que en los corrillos de las distintas dependencias se asegura que hoy no se firma un contrato en la Alcaldía que no cuente con el visto bueno de la hija del burgomaestre.

Otros casos: los contratos de vigilancia y aseo de las escuelas y colegios públicos del Distrito de Cartagena pusieron al Ejecutivo local en la mira de los órganos de control. En el de vigilancia se cambiaron las reglas de juego durante el proceso licitatorio para favorecer a quien terminó ganándoselo. Y en el de Corvivienda, una investigación de varias veedurías evidenció que unos empleados se dedicaron a manejar sus propias empresas, desplazaron a ingenieros y constructores y dejaron vencer las demandas de varias obligaciones atrasadas en sus pagos.

Por estas y otras situaciones, la Contraloría General decidió realizar un control excepcional, de manera inmediata, en tiempo real y de forma preferente a “todas las actuaciones y actos administrativos que produzcan efectos jurídicos o presupuestales del Distrito de Cartagena y sus entidades descentralizadas”.

La ciudadanía aspira a que, mientras se supera la crisis política que padece, Cartagena, por lo menos, no vea menguar sus exiguos recursos como consecuencia de malos manejos, y confía en que los órganos de control cumplan su papel de vigilantes. Entretanto, desde todos los sectores se siguen escuchando voces reclamando un alto en el camino para que la ciudad no colapse.

Por Carlos Ardila González

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