Colombia, campeón mundial en precio de fertilizantes

Cuando Salvador Camacho Roldán fundó la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), afirmó que “pudiera llegar a dudarse que la agricultura actual sea superior a la de los muiscas”.

Aurelio Suárez Montoya
19 de agosto de 2013 - 04:00 p. m.
El agro colombiano depende de proveedores internacionales de insumos como Rusia, Venezuela, Holanda, Estados Unidos, Canadá y Alemania. / Archivo
El agro colombiano depende de proveedores internacionales de insumos como Rusia, Venezuela, Holanda, Estados Unidos, Canadá y Alemania. / Archivo

Se carecía aquí de culturas agrícolas, mientras en Europa y Estados Unidos ya se utilizaban equipos para el manejo de subsuelos, abonos orgánicos, rotación de cosechas, drenajes, riego y selección de razas.

Desde 1950, con la Revolución Verde, Colombia se tornó en gran demandante de insumos químicos a partir de los fertilizantes, teniendo en cuenta que el 80% de nuestros suelos son ácidos. En 1984, 30 años después, el consumo de fertilizantes pasó de 20.000 toneladas al año a 754.000, 37 veces más, y de ahí a 2010 se ha duplicado hasta llegar a un millón y medio. Para 1974 Colombia ya era el primer consumidor de agroquímicos de América Latina.

Con los años no ha cambiado. Un informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, de 2012, afirma que Colombia aplica 521 kilos por hectárea, mientras que en América Latina el promedio de aplicaciones de fertilizantes es de 148; en Asia, 85; en el norte de África, 157, y en el África subsahariana, 10.

El Banco Mundial ubica a Colombia, luego de China y Malasia y de algunos países con superficies desérticas o insulares, como uno de los primeros en la aplicación de fertilizantes, con 499 kilos por hectárea de tierra cultivable en promedio entre 2008 y 2012.

Este récord va con otro: el de los altos precios. Los precios mayoristas de insumos como urea, fosfato diamónico (DAP) y el cloruro de potasio (KCl) oscilan, aproximadamente, entre 25% y 35% por encima del precio internacional, y los minoristas, en el mejor de los casos, se ubican en un 15% más del mayorista, cerca de 45% sobre el precio internacional.

Hay incluso sitios donde el recargo es del 50% o más con respecto al precio al por mayor, acercándose a 80% sobre el precio internacional. Estos datos revelan que tanto el eslabón importador-comercializador como el comercializador-consumidor escapan a una estricta vigilancia.

¿Es posible tener competitividad así? En cultivos transitorios, como arroz, algodón, sorgo, papa y maíz blanco, los fertilizantes participan con un porcentaje que abarca entre el 20% y el 30% de los costos de producción, acorde con el tipo de tecnología, y en los permanentes, como café, cacao, palma y caña panelera, van desde el 15% hasta el 30% (Documento Conpes 3577).

Comparado con los principales competidores, como la papa en Perú, entre un 4% y 7% más; entre el 5% y 10% por encima del café en Brasil, y el 10% o un porcentaje mayor respecto al arroz de Estados Unidos.

Cuando se mira la proporción, de 2006 a junio de 2013, entre el Índice de Precios al Productor y el Índice del Consumidor, puede verse un traslado de valor del primero al segundo o a eslabones de la cadena de distribución. Es decir, los agricultores, cuando venden sus productos, no recuperan totalmente los gastos de su canasta de insumos, incluidos combustibles y mano de obra.

Hay concentración de mercado. En 2010, cuatro empresas, varias de ellas encadenadas en torno a Monómeros Colombo-Venezolanos, produjeron y vendieron al por mayor más del 80% de cerca de 1’600.000 toneladas de fertilizantes, y tres fueron responsables del 90% de un total de 822.000 toneladas importadas, principalmente fuentes de nitrógeno, potasio y fósforo para elaborar mezclas físicas o complejos químicos con otros elementos.

Somos dependientes de proveedores internacionales como Rusia, Venezuela, Holanda, Noruega, Estados Unidos, Canadá y Alemania.

Los fertilizantes en el mundo se han encarecido. Su comportamiento como commodities, la concentración geográfica de sus orígenes como oligopolios, su ligazón con el precio de los alimentos y el reflejo del aumento de la cotización del petróleo y el gas han llevado el índice mundial de precios de 100 en 2005 a 217,53 en julio de 2013, y todo indica que no volverá a valores de antes de 2008.

Colombia, como importador neto, está en el peor de los mundos. Además de los impactos mencionados del mercado global y de la estructura oligopólica, hay, por exceso en la aplicación, uso ineficiente e insostenible de los fertilizantes, a tal extremo que “el 70% de las aplicaciones de nitrógeno y el 75% del fósforo se pierdan al fijarse en el suelo” (Conpes 3577).

Si se agregan los elevados costos de distribución interna, se devela, al final, el fracaso de la política de precios de “libertad vigilada”, fijada por el Gobierno mediante la resolución 387 de diciembre de 2011.

En la encrucijada en que está, la agricultura colombiana corre el riesgo de ser inviable y el costo de los insumos es factor agravante. De no corregirse a fondo la política pública correspondiente, con intervención efectiva en el mercado e incentivos adecuados, seremos “campeones mundiales” en precios y costos, tal como pasa con los medicamentos.

 

Por Aurelio Suárez Montoya

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