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La cruzada del pan y el chocolate

Cada sábado, Alexánder Rentería dibuja una sonrisa en los rostros de los habitantes de la calle en Cali, con una taza de chocolate caliente y pan.

El Espectador
20 de noviembre de 2015 - 03:58 a. m.

Sus invitados pueden variar cada fin de semana, pues esta labor es casi como una peregrinación a la que se suman distintas personas que voluntariamente están dispuestas a brindar ropa y comida a la población en condición de indigencia en sectores como El Calvario, la Calle del Pecado, el barrio Manuela Beltrán, lugares en los que se han ubicado la gran mayoría de recicladores y consumidores de estupefacientes en Cali.

Alexánder está convencido de que las personas que se ven beneficiadas con esta obra, algún día recuperarán su vida, su familia y dejarán de ser invisibilizados por la sociedad. Aunque él no vivió una situación parecida, sí sabe lo que es vivir con dificultades. “Crecí en El Valle, un corregimiento del municipio de Bahía Solano. Muy humilde. No teníamos mucho, pero no nos hacía falta nada. Si no hubiera tenido quien me hubiese dado la mano en algún momento, podría haber sido un habitante de la calle”, y para él es claro que a medida que él pueda tener más oportunidades de crecer personal y profesionalmente, su comunidad también puede aspirar a una transformación que se dé a la par del desarrollo de sus habitantes.

El presupuesto para comprar el pan, la leche y el chocolate no siempre salen de su bolsillo, aunque él intenta que parte de su salario alcance para esta labor. Son sus compañeros de trabajo de vigilancia los que en ocasiones donan comida, o el panadero y el lechero, quienes le hacen un descuento por la cantidad que lleve. “Normalmente lo que hago es ir a la panadería y pedir descuento. El señor de la leche, por cada bolsa me descuenta $100”.

Para esta ocasión, el equipo de Titanes Caracol tuvo la oportunidad de presenciar, en el barrio Sucre de Cali, la misión que acoge a más de 100 personas que habitan en la calle. Ese día, antes de recibir a sus invitados, Alexánder alcanzó a reunir cerca de 155 panes y preparar una ollada de chocolate, en la que cooperaron algunos de los comensales con ladrillos y leña para armar el fogón. “Siempre he compartido con ellos y les he ayudado cada vez que vienen a dar el chocolatico. Les colaboro en lo que más pueda”, dice Alejandro, un habitante de la calle que sonríe con cara de satisfacción por haber disfrutado del manjar y de la visita de Alexánder y sus voluntarios.

Una de esos voluntarios es Natalia Álvarez, quien conoce de cerca las dificultades que ha tenido que sobrellevar este titán: “Admiro la berraquera que tiene. Es un hombre muy luchador. Él tiene fe de que va a salir adelante y que puede ayudar a las personas”.

Son muchos quienes agradecen a Alexánder su corazón de servicio y reconocen que no todos son portadores de esa buena voluntad para ayudar al prójimo. “Personas que Dios manda para que nos puedan ayudar, porque no todos están dispuestos a ayudar a las personas de la calle”, afirma Jeison, quien por esa noche podrá dormir satisfecho.

Mientras tanto, Alexánder seguirá ahorrando menos y compartiendo más, para cambiar las miradas de tristeza y hambre por alegría.

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Por El Espectador

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