El 20 de julio de 1810 y lo que ocurrió después

Un estudioso de la historia acude a una de las crónicas de José María Caballero, quien fue testigo presencial de los hechos que marcaron el inicio de la independencia de Colombia.

Isaías Chaves Vela
20 de julio de 2017 - 12:32 a. m.
Casa Museo del Florero. / /Archivo
Casa Museo del Florero. / /Archivo

Ese día, que era día de mercado, en las horas de la mañana, los hermanos Morales se liaron a golpes con el español González Llorente, propietario de una tienda situada en la mejor esquina de la plaza mayor de Santafé de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, porque no les quiso prestar un florero para adornar la mesa del banquete con el que se quería agasajar al comisionado regio, Antonio Villavicencio, que estaba por llegar de España.

La solicitud del florero – según, también, todos aprendimos en nuestras primeras lecciones de historia patria – era solo un pretexto para iniciar una revuelta contra las autoridades españolas; de ahí el dicho tan colombiano acuñado desde entonces: ‘el florero de Llorente’, utilizado para mencionar el detonante de un conflicto, o lo que aparenta ser su causa.

José María Caballero, subteniente de milicias de infantería del primer ejército  colombiano, en manuscrito fechado el 11 de septiembre de 1813, narró lo vivido por él como testigo presencial; hermoso texto, rescatado a principios del siglo pasado por los historiadores Eduardo Posada y Pedro M. Ibáñez y publicado por la Biblioteca de Historia Nacional, Volumen l, bajo el título La Patria Boba: Imprenta Nacional, Bogotá, 1902, páginas  75 y siguientes; del cual extraemos lo siguiente:

El día 23 de julio a la ocho de la mañana, estando el pueblo congregado frente a las casas consistoriales, para tranquilizarlo, se publicó un bando por la Suprema Junta, constituida tres días antes bajo la presidencia del ex Virrey Amar y Bobón y la vicepresidencia del Alcalde de la ciudad José Miguel Pey, con la imagen de Fernando VII al fondo, anunciando que “las armas estaban ya aseguradas y que se iba a crear un batallón titulado Voluntarios de Guardias Nacionales, cuyo Comandante sería D. Antonio Baraya, y su Sargento Mayor D. Joaquín Ricaurte y Torrijos”.

Y esa misma tarde la  Junta nombró dos comisionados para revisar unos procesos supuestamente muy reservados contra personas ilustres de la capital, pero de los que todo el mundo hablaba en ella , por haberse expresado abiertamente sobre la situación política de entonces, en el transcurso de una reunión convocada el 11 de septiembre del año anterior por el mismo Virrey.

Entre los acusados estaban el canónigo Andrés Rosillo, don José Acevedo, el doctor Camilo Torres y don Antonio Nariño, que desde fines de 1809 había sido apresado de nuevo y llevado a Cartagena; tanto que el 29 de agosto de 1811, día en que fue nombrado Corregidor de la ciudad y Gobernador del Estado, como dice Caballero, se habrían cumplido “17 años de prisiones y trabajos (del) inmortal D. Antonio Nariño, hombre a la verdad invicto y que su vida algún día saldrá escrita”.

El día 25, el mismo pueblo, reunido frente al Cabildo, pidió a los señores de la Junta registrar el Palacio y poner en seguridad al ex Virrey y a su esposa, hecho lo cual, los vocales Sinforoso Mutis, Francisco Morales y Andrés Rosillo le intimaron prisión junto con su esposa y familia y los condujeron por en medio del mismo pueblo hasta su lugar de reclusión; siendo de admirar, comenta el cronista en límpida prosa, que “a pocas insinuaciones que hicieron D. Antonio Baraya y los Comandantes de caballería, de que guardasen silencio, se cumplió tan fielmente que, cuando estos señores pasaron para sus destinos, parecía que en la plaza no había gente, según el silencio.”    

El  29 de julio  se celebró misa de acción de gracias, y a “la tarde hubo toros, con mucha alegría y regocijo”. El  1º  de agosto sacaron bien temprano a los tres ex – Oidores y, escoltados por la caballería, les hicieron tomar el camino de Cartagena; y a la tarde entró a la capital el alto Comisionado Antonio Villavicencio.

El 8 de diciembre, “de vuelta de su prisión”, entró a la ciudad Antonio Nariño; el 22 se instaló el Congreso, habiéndose elegido Presidente a Bernardo Álvarez, diputado por Cundinamarca, a quien “se le hicieron todos los honores como al Virrey, y a la tarde, un famoso refresco en el Palacio, toros e iluminación por tres noches.”; y el 29 de enero del año 1811  se dio cuenta mediante “bando de la desunión total de España, por haber venido noticia de estar perdida y dueños los franceses de toda ella”.

Y continúa el cronista narrando el alborozo y la corta dicha que trajo la independencia – obtenida gracias al debilitamiento infligido a la monarquía española por la invasión napoleónica a la península ibérica y en general a  Europa; la nefasta división entre centralistas,  encabezados por  Antonio Nariño como presidente del Estado de Cundinamarca, y federalistas, encabezados por Camilo Torres como presidente del Congreso, con sede en Tunja, ocurrida a partir del año 1812, que predispuso lo siguiente; y la sangrienta reconquista española de 1816 dirigida por el llamado pacificador Pablo Morillo.

“A 1º de Enero de 1812”, dice Caballero, aunque “hubo máscaras públicas, de a pie y de a caballo y se corrieron unos toros famosos (…) y cada uno le llevó su presente al Sr. Presidente”, salió la primera partida de auxilio para la villa de San Gil contra el Socorro, bajo el mando de  Antonio Baraya.  El día 12  hubo de nuevo “toros y máscaras, de a pie  y de  caballo”. Y el 23 de junio salió la expedición para Tunja, “de 1,000 hombres”, comandada por el propio presidente Nariño:

“(M)uy lucida y bien puesta, con todos los aparatos de guerra; iban tres Capellanes, Médico y Cirujano. Salió al frente de dicha expedición el Sr. Presidente, D. Antonio Nariño, asociado de los individuos de las actuales corporaciones, muy enjaezados y decentes. Lo acompañaron hasta el río Arzobispo (…) Esta expedición salió contra el desnaturalizado, desconocido e ingrato a su patria D. Antonio Baraya, que después de haberlo recibido esta ciudad con tantas aclamaciones de alegría y regocijo, y de haberle dado los cargos que tenía, hasta el de Brigadier, se dejó él (y D. Joaquín Ricaurte, D. José Ayala y todos los demás oficiales y soldados que habían salido en las expediciones, arriba citadas, desde el día 1 de Enero) engañar y cohechar de los Sres. del Congreso, que se hallaban en la Villa de Leiva (…). Eran los principales autores de estas discordias y civiles guerras, causadas por la ambición, sin mirar el peligro que se exponía de ser perdido todo el Reino, pues mientras estaban maquinando el destrozo entre nosotros mismos podían con unión estar tirando las medidas para la seguranza. En esta dicha expedición salí yo, y ese día 2 llegamos a Usaquén, el 24 al puente de Sopó y dormimos en los Aposentos, el 25 a Suesca, de allí salimos el 27 y llegamos a Chocontá; salimos el 30 y llegamos a Hatoviejo el primero de Julio y el 2 a Ventaquemada”.

En agosto del año siguiente, 1813, “llegó la noticia que Sámano había entrado a Popayán y tomado las armas y artillería que allí había, y que había habido muchos muertos y prisioneros”.

Por lo cual, el 21 de septiembre “a las diez del día salió para la expedición del Sur el Excmo. Sr. D. Antonio Nariño, Presidente de Cundinamarca. Salió del Palacio a caballo, pues aunque estaba el coche a la puerta, no quiso salir en él”. El 3 de junio de 1814 “vino la noticia de la derrota de los enemigos, en Juananbú, por las tropas del Presidente Nariño”; pero el 6 del mismo mes llegó “la infeliz noticia de haberse perdido la acción en Pasto y haber quedado preso el Sr. Presidente, General en Jefe D. Antonio Nariño”.

El miércoles 15 noviembre de 1815 “se sancionó por el Congreso quitar el Gobierno general triple: Manuel Rodríguez Torices, Miguel Pey y Antonio Villavicencio, y ponerlo en uno solo, resultó por Presidente de la Provincias Unidas el Sr. Camilo Torres y por Vicepresidente el Sr. Torices. Se decretó un Consejo de Estado en el que debe presidir el Sr. Torices, con dos miembros más y tres Secretarios”.

“Enero 3 de 1816. En este día – se lamenta descorazonado Caballero –  han corrido noticias muy malas, las cuales son que Cartagena ha sucumbido y que los españoles han tomado la plaza; que Popayán ha sido tomado por los realistas. Febrero 1º. Todas las noticias que corren vagas anuncian males; se aproximan los peligros por todas partes y ya no hay recursos para la defensa. Dios nos saque con bien. La tristeza es general. Febrero 28. Se recibió la infausta noticia de haber sufrido nuestro Ejército un descalabro y derrota por las tropas de Calzada, en las montañas de Cachirí. ¡Adiós Libertad! Adiós Independencia! ¡Qué mal te han sabido conservar! Batieron la columna que mandaba D. Custodio García Rovira (…) Ya verán, no les arriendo las ganancias; si no corren como gamos, yo no sé; lo que siento es que paguen justos por pecadores”.

Abril 2, salió el Presidente Madrid, en coche, a las diez y media del día, con la Caballería de Honor, y salió bastante gente a acompañarle y se cerró el  Palacio. Hicieron bien; los godos lo abrirán.” Y al mes siguiente se supo que el mismo Pepe de la Madrid había mandado “clavar la artillería que estaba en Bogotá, y se fue con 400 hombres, con toda la Guardia de Honor y todo el dinero que pudo. Salió cierto el dicho que dijo el día que se recibió, de que la Patria iba a perecer en sus manos; se conoce que desde entonces ya tenía la intención. ¡Qué acción tan generosa de un Presidente de Cundinamarca…¡ (El apellido Madrid como que es de mal agüero, ay! ay!)”.

“Abril 30. Este día hubo asistencia del General Morillo y toda la oficialidad a la  Catedral; se sentó donde se sentaba el Virrey (…) A la tarde hubo toros. (Sí, yo que te las entiendo)”.

El 1º de junio se hizo consejo de guerra  a don Antonio Villavicencio, “que lo trajeron preso de Honda (de donde era el Gobernador) el día 20 del pasado, y le salió sentencia de muerte”. Y de ahí en adelante continuaron los ajusticiamientos: ahorcaron a José María Carbonell, arcabucearon a Jorge Tadeo Lozano, Antonio Baraya, García Rovira, José Ayala, Bernardo Álvarez, Camilo Torres, Andrés Rosillo, Rodríguez Torices; decapitaron a Francisco José de Caldas; pasaron por las armas en la plazuela de San Francisco a Francisco Morales, “por el que se empezó el día 20 de julio de 1810 estando en la tienda de Llorente, como dejamos dicho, y ahora era Administrador de las salinas de Zipaquirá.”

El 12 de noviembre “hubo asistencia a la Catedral y besamanos por el cumpleaños del Rey Carlos IV”.

1817. Agosto. –  La gente de Los Llanos les están metiendo los curcuños y anda un run run algo sabroso, algo creo y algo no, pero como sea cierto no les arriesgo las ganancias. Quién sabe si de un tiro cae todo el bolo”.

“A 10 de Noviembre de 1818 le hicieron Consejo de Guerra a La Pola y a quince de sus compañeros, por un plan que dicen había hecho para mandar a Los Llanos, donde los patriotas. Era esta muchacha muy despercudida, arrogante y de bellos procederes, y sobre todo, muy patriota; buena moza, bien parecida y de buenas prendas (…) y sentada en el banquillo dijo: “que cerca estaban quienes vengarían su muerte”, y un oficial le fue a dar un vaso de vino y dijo: “que no lo tomaba de manos de un tirano”; y al pueblo dijo: “¡Pueblo de Santa Fe! ¿cómo permitís que muera una paisana vuestra e inocente?” y después dijo: “Muero por defender los derechos de mi Patria”. Julio 16 de 2017

Por Isaías Chaves Vela

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