"El que come Chocoramo es más feliz"

Rafael Molano, fundador de Productos Ramo, decía a menudo esta frase a sus empleados en las mañanas. Tras su partida, la compañía tiene la responsabilidad de mantener vigentes los productos que han acompañado a varias generaciones.

Theo González Castaño
21 de agosto de 2014 - 10:52 p. m.
Rafael Molano, fundador de Productos Ramo (der.), falleció a los 90 años.  / Cortesía
Rafael Molano, fundador de Productos Ramo (der.), falleció a los 90 años. / Cortesía

“Feliz cumpleaños, amiguitos, les desea ponqué Ramo, que el recuerdo de este día llegue hasta vosotros, con la misma sana alegría del primer cumpleaños Ramo”. Este, el jingle del programa Cumpleaños Ramo, que se emitía por la televisión nacional durante las décadas de los sesenta y setenta, puede considerarse también la banda sonora de la infancia de millones de colombianos que crecieron disfrutando por las tardes del emblemático espacio televisivo conducido por Gloria Valencia de Castaño.

Han pasado 30 años desde aquellas emisiones y así como la canción sigue intacta en la mente de los colombianos, la calidad y el sabor de toda la línea de productos de esta empresa mantiene su autenticidad. Es por ello que cualquier colombiano, sin importar el estrato económico, la ocupación o el lugar de la geografía nacional donde se encuentre, puede sentirse identificado con un Chocoramo, unos Tostacos o una barra de Gansito. Son productos que han crecido junto a ellos, que tienen historia, recuerdos y anécdotas. Sin lugar a dudas, Ramo posee una particularidad y es que los consumidores la sienten como una marca propia.

“Las personas que comen Chocoramo son más felices”, decía don Rafael Molano, fundador de Productos Ramo. Y aunque no exista un estudio científico que lo demuestre, el éxito que tiene este producto en el mercado parece apoyar la afirmación. Por eso, los cerca de 500.000 Chocoramos que endulzan el paladar de los colombianos diariamente (se fabrican 120 millones de unidades anuales) hacen que este producto sea inconfundible.

Alberto Espinosa, gerente nacional de mantenimiento de la compañía, cree que la clave para que la marca sea una de las preferidas por los colombianos radica en la manera en que don Rafael manejó la familia Ramo. “Cada mañana las plantas de producción en Mosquera, Medellín y Palmira reciben a sus empleados con un vaso de aguapanela y una tajada de ponqué tradicional, porque así lo estableció don Rafael. Él buscaba forjar una relación cercana con sus trabajadores, en donde se exigía disciplina y honestidad, pero el buen trato y las oportunidades existían para todos. Eso continuará así”, afirma el colaborador, quien compartió 20 años con el fundador de la compañía y aprendió de él que las cosas se deben ganar a pulso y con el sudor de la frente.

Visitar la planta de producción de Ramo es ingresar al corazón de una de las empresas más exitosas de Colombia, un lugar donde cientos de trabajadores, algunos de ellos con generaciones familiares enteras, se unen para producir miles de productos. Por ejemplo, el Chocoramo pasa durante su fabricación a través de una banda transportadora aún sin su característica cubierta de chocolate, la cual se aplica en fracción de segundos con una máquina encargada de repetir este proceso casi 150.000 veces al día.

Luego, entre empacadoras que visten de blanco y máquinas que brindan calor para el sellado, finaliza el proceso del Chocoramo, un producto que seguramente hará sonreír a cientos de niños al abrir su lonchera.

El ingeniero explica que la fortaleza de Ramo está en la calidad de los productos que fabrica y en que son accesibles. “En la calles aún se mantienen los triciclos repartidores de Ramo con los estampados del patico blanco del Gansito, con el inconfundible papel anaranjado del Chocoramo y la cara de don Olimpo López (el creador de la fórmula del Chocoramo y del Ponqué Gala) sobre varios de los productos de la marca. En ese vagón se lleva un pedacito de esta familia a cada tienda, eso crea cercanía. Es algo gratificante ver rodar nuestros repartidores por toda la ciudad, accediendo a pequeñas tiendas, a lugares donde no llegan todas las empresas. Era el sueño de don Rafael y hasta el día de hoy eso se mantiene”.

“Por eso todos, desde los obreros hasta el presidente de la junta directiva, sentíamos un profundo respeto hacia él, porque era muy humano. Era una persona transparente; si tenía que decir las cosas las decía de frente, no daba rodeos. Exigía mucho, sí, pero era porque buscaba hacer las cosas de la mejor manera”, puntualiza Espinosa, mientras asegura que la bata azul oscura que usa, con el logo de Ramo, fue fabricada por un grupo de mujeres campesinas de Santa Rosa de Viterbo (Boyacá), lugar de nacimiento de don Rafael, quien creó una fundación pensando en brindar fuentes de trabajo en ese lugar.

Además de la fundación y de las tres plantas de producción, Ramo selecciona los ingredientes para fabricar los productos con harina de su propio molino, llamado Las Mercedes, y surte los cerca de 400.000 huevos que necesita a diario desde su propia empresa avícola, Avinsa. Además posee la Escuela Ramo, para que los hijos de los obreros tengan durante sus vacaciones escolares un acercamiento al funcionamiento de la empresa.

Todo lo que soñó don Rafael hoy son metas cumplidas. Su labor merece una mención aparte, pues logró crear a partir de una pequeña idea una gran empresa que todos los colombianos sienten como propia, en donde cada producto es una historia, un recuerdo. Larga vida a Ramo y a don Rafael Molano, el responsable de endulzar la vida de los colombianos.

 

 

tgc_777@hotmail.com

@Theo_Gonzalez

Por Theo González Castaño

 

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