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El conciliador del cabildo urbano

Tras ser desplazado de su pueblo natal, Gabriel Bomba Piamba fue uno de los fundadores del primer cabildo indígena en una ciudad del país, en Medellín. Él es uno de los finalistas en la categoría Gestos de Paz.

El Espectador
13 de noviembre de 2015 - 03:06 a. m.

on la tenacidad y la persistencia indígenas, Gabriel Bomba Piamba, oriundo de Caramanta (Antioquia), comenzó hace más de tres décadas la tarea de conservar en la ciudad las tradiciones aborígenes, de transmitirles a las nuevas generaciones el amor por la madre Tierra, el respeto por la vida en comunidad y la pacificación de los territorios. Por esta gran misión, hoy cumplida, es uno de los 30 finalistas del concurso Titanes Caracol, en la categoría de Gestos de Paz.

Víctima del conflicto armado, Bomba llegó desplazado en 1958 a la capital de Antioquia en busca de segundas oportunidades. Al darse cuenta de que más indígenas cómo él buscaban refugio en medio de una urbe de afanes y rutinas, quiso abrir un espacio propio, acorde con las costumbres y la filosofía de los nativos. Así fundó el 14 de abril de 1979 el cabildo Chibcariwac, el primer cabildo urbano nacional y latinoamericano que representa a los indígenas, residentes en el Valle de Aburrá.

Siempre contó con la colaboración de la religiosa Teresa Londoño, quien le ayudó a reunir a la comunidad aborigen. “Yo era el que entendía un poquito más el español”, recuerda Bomba.

Más adelante, el 14 de diciembre de 1981, Bomba fue nombrado gobernador, hasta 1994. En la actualidad, este titán es uno de los principales asesores en temas jurídicos, de integración social y reconciliación en la comunidad. Un taita que guía la resolución de conflictos. Martha Elena Molina Carupi, indígena embera, asegura: “Los problemas de la comunidad, las denuncias y las reclamaciones llegan a él. Trata de solucionar muchos problemas, desde los más pequeños hasta el más grandes”.

Hace 36 años, el cabildo reunía a doce indígenas, hoy ya son 4.200. Otros de los logros alcanzados por esta comunidad, de la mano de Bomba, son la creación de una guardería infantil, donde se les enseña a los niños su lengua autóctona; y lograr que las puertas de la Universidad de Antioquia se abrieran a la educación ancestral con el programa de Licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra, del que se gradúan 20 personas, en promedio, al año.

Hilda Domicó Bailarían, indígena embera, quien estudia esta licenciatura, dice que esta “es una educación diferencial para la reivindicación y supervivencia de las tradiciones indígenas”.

“Estoy convencido de que el reconocimiento y la inclusión de los indígenas es también lograr la paz. Me han escogido para que hable por ellos en la ciudad. La meta ahora es lograr el reconocimiento del Gobierno, porque somos ejemplo de que en la ciudad sí pueden existir los cabildos urbanos”, concluye Gabriel.

 

Por El Espectador

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